MI RETIRO 
En los Santos Ejercicios, 24 sept. 1885 (continuación) 
Fiesta de la
  Inmaculada 
36.  
  ¡Cómo arrebata la belleza de María Inmaculada!
  ¡Qué fulgurante es! Oh mi hermosa Madre, embelleced mi pobre alma con
  vuestras maravillosas virtudes.  
Corazón de Jesús amantísimo,
  os ofrezco la belleza del Inmaculado Corazón de María para obtener
  misericordia, perdón total de todos mis pecados. Oh cuánto deseo complaceros,
  amado Bien mío, y qué pena me da el verme tan miserable y lejana de Vos por
  mis deméritos… Mirad los méritos infinitos de María, no mi maldad, y atraedme
  toda, toda, a vuestro dulcísimo Corazón. María, tened piedad de vuestra hija,
  que en Vos plenamente confía, y obtenedme esta gracia singular. 
37.  
  Siento deseo vivísimo de humildad, y para
  obtener esta preciosa gracia la pido a Vos, Madre mía Inmaculada, en esta
  gran solemnidad, segura de que me la concederéis para que pueda de verdad
  agradar a mi Jesús. Y vos, Beata Alacoque, que me habéis inspirado pedir esta
  virtud importante para la verdadera y constante unión con Dios, suplicad a
  María que la obtenga del Corazón de Jesús para mí. 
38.  
  Dios me pide la fidelidad a algunas pequeñas
  reglas; por eso me vigilaré a mí misma para ser verdaderamente observante, a
  fin de agradar a su amantísimo Corazón. 
39.  
  Al Corazón de Jesús le agradan las pequeñas
  mortificaciones y yo las buscaré en todo, pero especialmente en el ejercicio
  del silencio, callando una palabra que tantas veces deseo decir, una
  ocurrencia, una novedad, etc. 
40.  
  María Santísima no puede ver la necesidad del
  alma devota sin acudir en su ayuda. María de las Gracias, soy vuestra hija;
  socorredme, ayudad a mi alma, ayudad al Instituto por vuestra Concepción
  Inmaculada. Bendecid a todas estas religiosas de hecho, dignas del título de
  Salesianas Misioneras del Divino Corazón de vuestro Hijo amado. Madre mía,
  sed mi Madre y salvadme. 
Último retiro del año 
41.  
  Una mirada penetrante de mi Jesús me hace ver
  como en imagen todas mis faltas de fidelidad, me hace conocer toda mi miseria
  para que aprenda a desconfiar cada vez más de mí y confiar plenamente en su
  ayuda, y abandonarme totalmente y a menudo en su amantísimo Corazón. 
42.  
  Oh sí, mi amado Jesús, encerradme totalmente
  en vuestro Corazón como en un castillo; haré todas mis cosas exteriores
  porque es mi deber, pero no me dejaré absorber nunca por ninguna de ellas
  hasta perder ese suave pensamiento fijo que quiere tener continuamente en
  Vos, en vuestra santísima unión que forma mi cielo en el destierro que me
  dejáis. 
43.  
  También este año me concedió Dios gracias
  especialísimas para mí y para el Instituto, gracias que tienen algo de
  milagroso; por eso, ¡cuánto debo agradecer al Altísimo! Pero ¿qué os ofreceré
  yo, pobre de mí? Dios mío, os ofrezco el Corazón de Cristo que se hizo todo
  mío, os lo ofrezco de modo particular en el Santo Sacrificio de la Misa, y
  por medio de Él os ruego echéis un velo sobre todo cuanto veis en mí de
  desagradable para vuestra Divina Majestad. 
44.  
  Deseo inmensamente ser una víctima pura y
  digna de Dios. Corazón amantísimo de Jesús, ayudadme en toda ocasión, y
  especialmente cuando veis que soy flaca en la virtud y cuando las pruebas me
  parecen demasiado amargas y duras para mi debilidad. Margarita Alacoque, a ti
  también estoy consagrada; ayúdame a superar mis flaquezas, porque quiero
  agradar siempre al Altísimo y hacer que pueda posar su divina mirada sobre
  mí. ¡Jesús! ¡Jesús mío! 
45.  
  Juzgaré siempre bien de todo, no haciendo
  interpretaciones sobre las obras ajenas que no me parezcan buenas cuando se
  trata de personas que están fuera del Instituto. 
46.  
  Antes de emprender alguna obra del Instituto
  me formularé esta pregunta: ¿será del agrado del Corazón amantísimo de mi
  Jesús? 
47.  
  Reflexionaré sobre el bien que hacen tantas
  almas buenas e Institutos para avergonzarme de lo poquísimo que hago y de las
  imperfecciones que hay en todas mis obras. Haré como la abeja, que vuela
  sobre cada flor para recoger el elemento más precioso y formar así la miel,
  dejando la sustancia mala e inútil para su trabajo, y como San Antonio, que
  recorría la Tebaida para extraer de cada uno las más bellas virtudes con que
  adornar la vida. 
48.  
  Oh Corazón de mi Jesús, si Vos no me ayudáis
  yo siento que se me caen los brazos, pero no quiero desagradaros con mi
  desconfianza y por eso nuevamente me abandono en Vos y en mi beata Margarita,
  que lo debe hacer todo por mí. Acoged, amado Jesús, la opresión de mi alma,
  que no puede más, y unidla a vuestro ofrecimiento en el Huerto de los Olivos.
  Oh Jesús, Jesús mío…, salva a tu pobre esposa, que aun estando llena de
  defectos siento que te ama con todo el ímpetu del alma, dispuesta a todo por
  servirte del modo que tú quieras. El Instituto, Jesús mío, es obra de tu
  Corazón. Haz de él lo que Tú quieras con tal que sus miembros te sean gratos. 
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Ef 4,15 
2Co 2,14+ 
Mt 26,39 
Mc 14,36 
Lc 22,42 
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