SEGUNDO RETIRO 
15 febrero, 1º de Cuaresma 
Debo humillarme mucho delante
  de Vos, oh Jesús mío, porque soy tan ciega que no conozco en mí ningún
  defecto, mientras que sé descubrirlos tan bien en mis Hermanas; me arrepiento
  de ello, mi dulce Jesús; sé que soy una miserable pecadora, capaz sólo de
  ofenderos; os pido humildemente perdón y os prometo velar de continuo para no
  disgustaros nunca. Sí, Jesús mío, me someteré a cualquier sufrimiento antes
  que cometer el más mínimo pecado venial. 
Vuestro amor, oh Jesús mío, me
  ha penetrado en estos días tan a fondo, que no sé ya cómo expresaros mi
  reconocimiento. 
Ligadme a Vos y hacedme quedar
  muda de estupor ante tanta bondad vuestra. 
Oh Jesús mío, mi Esposo
  querido, te amo mucho, mucho, y con todo mi corazón, que siento deshacerse
  por Ti. Pero haz, por favor, que sea amor verdadero y duradero y que el
  demonio jamás me engañe. 
Y Vos, dulce Madre mía, María
  Santísima, a quien tanto debo, ayudadme a ser verdadera hija, digna de Vos y
  toda entera del amado Jesús. San Miguel, continuad combatiendo por mí, por mi
  alma y por todos los asuntos del Instituto. Siento pena, Jesús mío, por no
  poder ayunar ni tomar aceite o comer de vigilia, mas Vos lo queréis y yo
  someto mi juicio a quien me habla en vuestro nombre, ofreciéndoos el vivo
  deseo que siento de mortificarme por amor vuestro, y entretanto aceptar los
  sufrimientos corporales que Vos me enviáis y los morales, que siento aún más
  por mi vana delicadeza. Sí, oh Jesús mío, lo sufro todo con mucho gusto por
  tu amor para satisfacción de mis pecados, de todas mis infidelidades, y para
  la conversión de todos los pobres pecadores, y, en particular, con el fin de
  obtener el verdadero espíritu religioso para toda esta Congregación y la
  gracia de poder construir aquí una iglesia para el bien de todas las almas
  que están a nuestro alrededor y para las cuales imploro, oh Jesús mío, tu
  preciosa Sangre. Sálvalos, oh Jesús mío, te lo pido con fervor. 
Me horroriza, oh Jesús, el
  pensamiento de una larga agonía y de los asaltos y turbaciones que me podrá
  traer el enemigo infernal, y esto me quite a veces la paz; pero comprendo, a
  la luz de tu Corazón Adorable, que el dejarme así sorprender es una falta de
  verdadera confianza en tu poderosas ayuda. Sí, Jesús mío, desde ahora en
  adelante nada temeré, confiándome plenamente a tu socorro omnipotente y
  abandonándome totalmente a tu dulcísimo Corazón. Si ahora me ofreces tu ayuda
  con un amor entrañable, ¿no me la ofrecerás en la hora del conflicto extremo?
  Sí, Jesús mío, creo en tu promesa y confío totalmente en Ti. 
Prometo, pues, pleno abandono
  en el Corazón de Jesús, tanto en lo referente a mi espíritu como al éxito de
  todos los asuntos del Instituto que estoy aquí tratando. 
La mayor diligencia posible en
  la práctica de las obras de piedad. 
Sentimientos de reconocimiento
  por las ayudas especiales que me vienen de Dios infinito por los méritos de
  mi amado Jesús, de mi amorosa Madre María y de mis Abogados especiales. 
No exteriorizaré mis
  sufrimientos internos, sino que mostraré siempre igual alegría por deber de
  la Regla y para edificar a la Comunidad. 
Todo por Jesús, todo con
  Jesús, todo en Jesús y para su amantísimo Corazón, en el que deseo se
  disuelva el mío y se pierda totalmente. 
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Is 50,7 
Rm 8,31+ 
1Co 1,9 
2Tm 2,13 
Rm 11,36 
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