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miércoles, 19 de febrero de 2020

"Ardientemente, velozmente" (2da Parte)




Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo
Codogno 2018





Capítulo 4:
"Ardientemente, velozmente":
El ritmo del amor




Una preocupación de Madre Cabrini era que sus hijas perdiesen el tiempo en “frivolidades” que restan fuerza al impulso misionero:

“Nuestras lámparas estén encendidas… Nos queda poco tiempo, hijas, trabajemos deprisa que la recompensa está lista, y es tal cual la preparamos: Jesús está con nosotras, todo lo podemos; por nosotras solas caeríamos, pero con Dios todo lo podremos. Ánimo, hijas mías, no sea que alguna de vosotras desfallezca en la mitad del camino, perdiéndose en la oscuridad de un poco de orgullo o de ese hijo de la soberbia que es el abatimiento.”[1]

Las “frivolidades” son los pensamientos inútiles y las tentaciones que nos vienen por las cosas que dicen de nosotras y que nos pueden molestar:

“No debes pensar en estas cosas, que para una Misionera son frivolidades y todo tiempo perdido. Trabajemos más bien con ánimo generoso noche y día, contentas de morir un día en la brecha santa.”[2]

Para obtener esta libertad interior es necesario rogar al Espíritu Santo:

“Pensad en los Apóstoles en el Cenáculo y haced lo mismo estando unidas siempre con Dios e invocando al Espíritu Santo para que descienda en vosotras con sus siete dones y borre todos los defectos y las pasiones contrarias. Invocadlo tres veces al día con el Veni Creator o cualquier oración. Si descendiera verdaderamente en vuestras almas, podríais consideraros verdaderamente afortunadas, porque entonces seréis verdaderamente humildes, generosas, despegadas de todo lo sensible y más de vosotras mismas, seréis verdaderas Esposas fervientes de Cristo.”[3]

Las “tristezas inútiles” restan muchas energías, perturban el corazón, frenan el camino hacia Dios. La evangelización exige el compromiso de toda la persona:

“que devora con su rapidez el camino de la santidad y del verdadero fervor.”[4]

… de su alma en continua comunicación con Dios, de su mente que “sabe encontrar siempre nuevos medios para la gloria de Dios[5], de su corazón que está totalmente “vuelto hacia Él”:

“¿Y por qué hija pierdes el tiempo en vanas tristezas, ahora que es tiempo precioso para pensar en la salvación de las almas de nuestros queridos pecadores? Destierra enseguida toda melancolía, no pienses más en ti misma, no te pares en tantas reflexiones que más que inútiles son perjudiciales, mira siempre adelante sin volver atrás la mirada y mira en qué cima de perfección te espera tu amado Esposo Jesús. Él te quiere despojada de todo, absorta únicamente en procurar su mayor gloria en los breves días de tu existencia. ¿Por cuatro días que nos quedan para qué perderse en melancolías como los que no piensan más que en sí mismos y como si todo hubiese de acabar en esta vida? ¡Ah, no, por caridad, no nos perdamos en esto! Ni siquiera deseemos que sea breve nuestro peregrinar en este valle, porque aún no conocemos el valor infinito de cada minuto empleado para gloria de Dios... Lleva pues tu cruz, pero alegremente, hija mía, y piensa que Jesús te ama inmensamente y tú para corresponder no te pierdas en tantos deseos, sino acepta cada día lo que se te presenta con toda serenidad.”[6]

Incluso las energías del cuerpo deben ser una herramienta valiosa y un canal de transmisión al servicio de Dios:

“Vamos, ánimo; corred, no os retraigáis, porque seríais tachadas de vírgenes negligentes, más bien necias, descuidando todas las buenas oportunidades que el Instituto os ofrece para cooperar en la salvación de las almas, y por consiguiente, de acopiar méritos que en el cielo os harán disfrutar de un inmenso y desmesurado peso de gloria.”[7]

Recomienda calurosamente a la maestra de novicias:

“Tenga cuidado de que en ninguna se den contratiempos, alegres o tristes, porque éstos no son dignos de una religiosa, sino sólo de lo mundano, de quien no ha eliminado de sí misma los obstáculos de la unión con Dios, esto es: 1° la culpa que remuerde; 2° los sentidos que no quieren mortificarse; 3° la necesidad de la estima ajena; 4° una multitud de imaginaciones que inquietan y afligen. El alma de la religiosa que se ha sentido llamada por Dios con su Sulamita debe dejar el feo carro de cuatro ruedas para seguir fiel al fidelísimo Jesús y, si hace esto, sentirá tal paz y alegría, probará tal impulso en su alma, que le hará exclamar: basta, Dios mío, basta, que es demasiada la alegría y la vehemencia que siento.”[8]

A otra religiosa que se dejaba implicar en pequeñas “tonterías” le advierte:

“No, por caridad, hija mía, no perdamos tiempo que bastante hemos perdido ya frívolamente, pero el poco tiempo que nos queda, hagámoslo precioso con la práctica de verdaderas y sólidas virtudes recias que verdaderamente nos dominen…”[9]

En la misma carta dice: “el tiempo pasa veloz y la eternidad se acerca”:

“Ánimo, pues, mis hijas amadas, corred con prisa por el camino del mismo Dios trazado en vuestra santa observancia, no os detengáis más en el camino, porque el tiempo es breve cuando es precioso, y no está en vuestro poder el día de mañana.”[10]



[1] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 103
[2] Cfr. Epistolario, Vol. 2°, Lett. n. 557
[3] Cfr. Epistolario, Vol. 1°, Lett. n. 189
[4] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 88
[5] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 277
[6] Cfr. Epistolario, Vol. 1°, Lett. n. 104
[7] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 159
[8] Cfr. Epistolario, Vol. 2°, Lett. n. 43
[9] Cfr. Epistolario, Vol. 1°, Lett. n. 627
[10] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 189

El capítulo completo lo encuentran en la carpeta "Material" o haciendo clic aquí.



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