Capítulo 5:
El "celo devorador":
Todo a la Mayor Gloria del Corazón SS. de Jesús
En
vano encontraremos entre los escritos de Madre Cabrini la frase: “opción por los pobres” o alguna
semejante. A pesar de ocuparse de tantos pobres y abandonados en aquel tiempo
de los emigrantes italianos, Madre Cabrini sintió siempre que la mayor pobreza
para una persona es no conocer a Dios, no poderlo amar, no poder sentir la
salvación como un banquete al cual poder acercarse. Su opción por la humanidad
sufriente fue fundamentalmente motivada por el celo devorador para la gloria de
Dios. Dar a conocer a Dios y hacer que sea amado es la gloria que se le puede
dar a Dios y esto se puede hacer efectivo “poniendo
el bien en lugar del mal”, llevando amor donde hay odio, paz donde hay
destrucción, comunión donde hay división. Esto se puede hacer con la regeneración
de las personas, ayudándoles a encontrar la dimensión justa de su existencia,
reconstituyéndolas en su dignidad como personas con derechos, deberes, libertad
y respeto. Y por todo esto cada Misionera debe ofrecer su sacrificio:
“Nosotras
no podemos nada, porque somos pobres y miserables, pero procuremos tener fe
viva y confianza en Aquel que nos conforta; dilatemos las fibras de nuestro
corazón, ayudemos a tantas almas yacentes bajo el yugo del rey de las tinieblas,
rompamos con el fuego ardiente de la caridad las pesadas cadenas que las tienen
atadas a la terrible servidumbre del diablo y, cuando veamos que nuestras
fatigas han caído en el vacío, echémonos a los pies de Jesús y, gimiendo por la
iniquidad del mundo, supliquemos a su Divino Corazón que abra el tesoro de su
infinita misericordia, y luego pongamos de nuevo manos a la obra, sin dejarnos
vencer por el cansancio. Las dificultades no deben abatir a la Esposa de
Cristo, sino al contrario, deben hacerla más fuerte y constante. Por lo tanto,
no os desaniméis por las repulsas, las irrisiones, sino caminad siempre
adelante con la serenidad y la fortaleza de los ángeles, porque vosotras sois
los ángeles de la tierra y debéis seguir vuestro camino en medio de tantas
corrientes contrarias. Cuando las cosas son fáciles, todos son buenos; pero es
en la dificultad donde se prueba la fidelidad y la constancia.”[1]
La
gloria de Dios reside en su Corazón misericordioso y aumenta cuando esta
misericordia es derramada sobre la humanidad. A esto apuntó toda la obra
cabriniana, para dar a conocer la misericordia del Corazón de Jesús a través de
la propia santificación, la interiorización del amor de Dios que se hace misión,
el deseo de comunicación y celo devorador. A este propósito Madre Cabrini
rezaba:
“Haz
mi corazón tan ancho como el universo, dale siempre un nuevo impulso a mi espíritu…”[2]
Y
si esto comporta la inmolación de sí misma, la Esposa verdaderamente enamorada,
debía estar dispuesta:
“Sacrifiquémonos
e inmolémonos por nuestro queridos hermanos, que le han costado a Jesús nada
menos que el precio de su sangre; por estos hermanos que, debido a una gran
ignorancia, pierden la herencia de los hijos de Dios, y se quieren hacer
infelices por una eternidad. Tratemos con todas las fuerzas de apartarlos del
precipicio.”[3]
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