Capítulo 6:
“Todo lo puedo en Aquél que me conforta”:
Perderse para encontrarse en Dios
Las dificultades que surgen cuando nos
sentimos inadecuados para la tarea emprendida, deben ser superadas por la
confianza.[1]
En los peligros reales, cuando el miedo
está asociado a la incertidumbre de los medios de transporte, las tempestades,
las amenazas, cuando verdaderamente se experimenta el miedo, Madre Cabrini
repite:
“Ruge
el viento, se oscurece el cielo, se levantan las olas peligrosas, se balancea y
cabecea el vapor, se descompone y trastorna cada objeto como si fueran cuerpos
ambulantes; amenaza la más terrible tempestad... No importa; he prometido
confianza, tengo que mantener la palabra y con fe y confianza espero, mediante
la gracia de Dios, ir siempre repitiendo: Omnia possum in Eo qui me confortat.
Somos Misioneras, hijas, y la Misionera no debe retroceder ante las
dificultades y los peligros, sino que confiada en Jesús y apoyada en María, no
siente las dificultades y pasa por los peligros sin verlos”.[2]
En el esfuerzo por la propia conversión se
requiere el coraje de la purificación interior, Madre Cabrini sabe bien que la
naturaleza es obstinada y no tenemos fuerzas:
“¿Cómo
haré yo para imitarte? ¡Mi Jesús! Sí, podré, porque lo deseo firmemente, lo
podré con tu gracia y también porque Tú, mi Amado, obrarás en mí y me harás,
suavemente y con fuerza, caminar por tus caminos. Omnia possum in Eo qui me
confortat”.[3]
Y tantas perplejidades que surgen cuando se
está cargado con las cruces de grandes responsabilidades, cuando nos sentimos
oprimidos por el peso de tantas decisiones que tomar; decisiones tantas veces
dolorosas:
“Jesús...
hará todo en mí y por mí en la medida de mi confianza; andaré repitiendo frecuentemente:
Omnia possum in Eo qui me confortat. Yo pensaré en Ti, mi amado Jesús y
descansaré en Ti, y Tú pensarás en todas mis necesidades y harás todo en mí y
por mí”.[4]
[1] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 154
[2] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 261-262
[3] Cfr. Pensamientos y propósitos, pág. 205
[4] Cfr. Pensamientos y propósitos, pág. 157
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