Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo
Codogno 2018
Capítulo 6:
“Todo lo puedo en Aquél que me conforta”:
Perderse para encontrarse en Dios
En las normas por ella escritas en las
Reglas y en las Constituciones luego renovadas, está la sabiduría propia de la
Formadora que no confía sólo a la buena voluntad la solución de los problemas.
Cada persona necesita maestros espirituales que ayuden a ver, en la bruma de la
propia alma, la luz del Dios de la vida que quiere la felicidad de todas sus
criaturas. Ella misma experimentó la ayuda de tantas personas, sacerdotes y,
sobre todo, de las mismas Hermanas que en su camino de fe se presentaban, sin
saberlo, como instrumentos de Dios para poder crecer y superar los obstáculos
del camino de la fidelidad. En las exhortaciones Madre Cabrini aconseja muchas
veces recurrir a las Superioras, que deben tener la sabiduría necesaria para indicar
el camino de Dios cuando éste parece perdido. Pero cada religiosa puede
disponer de otros medios para no perder de vista su ideal. Madre Cabrini,
ciertamente, indicaba a los líderes religiosos como los más apropiados en las
dificultades espirituales, aunque la dirección espiritual era normal y
prescrita en todos los Institutos.
Sin embargo la vida misionera implica
muchas dificultades para seguir una dirección espiritual constante. Les había
enseñado que confiar en Dios era un medio infalible, pero a pesar de la belleza
de esta formación, muy enérgica y desprovista de consuelos, veía en el espíritu
de familia de la comunidad religiosa, la atmósfera necesaria para crecer y, al
mismo tiempo, intuía que el compromiso misionero de la dedicación a los demás,
la familiaridad con la Palabra de Dios, la Eucaristía, la oración y la devoción
filial a María Santísima eran medios eficaces y fundamentales para descubrir el
camino de Dios y perseverar en él.
La confianza en Dios no es una actitud
automática que se asume sin más en las dificultades. Está integrada en una
personalidad que crece y lucha para adquirir también una confianza en sí misma.
Es fruto de la humildad y del conocimiento de sí mismo para el cual cada
persona tiene que recorrer un camino de purificación:
“Nosotras
sabemos por la fe y lo sentimos irresistiblemente, que el buen Dios tiene
planes especiales para cada una de nosotras, planes particulares de santidad;
es cierto que más allá de las disposiciones naturales relativas a estos planes,
Él prepara en cada una, una serie de gracias específicas para elevarla al grado
de santidad, pero lo importante es que se sepa y se quiera corresponder a todos
estos beneficios de Dios. A nosotras no nos falta nada de parte de Dios, cada
una corresponda según los propios talentos dados en custodia”.[1]
[1] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 193
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