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jueves, 6 de agosto de 2020

María Santísima "Madre y Maestra" (1ra parte)


Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo
Codogno 2018




Capítulo 7:


María Santísima “Madre y Maestra”:
Una escuela de feminidad





“Jesús, al ver a su Madre
y junto a ella el discípulo que amaba,
dijo a su Madre:
“Mujer, ahí tienes a tu hijo”.
Después dijo al discípulo:
“Ahí tienes a tu madre”.
Y desde aquella hora
el discípulo la recibió como algo propio”
(Jn 19,26-27)




Madre Cabrini tuvo una relación muy privilegiada y afectiva con María Santísima, cuya devoción, unida a los temas recurrentes de la Mariología de su tiempo, es parte integral de su espiritualidad y también por la personalización que de ellos hizo como mujer y como misionera. Escribía en el 1893:

“Sed vos mi Maestra y mi guía y haced que el Espíritu Santo descienda sobre mí para regular y ordenar todo mi interior, a fin de ser realmente templo vivo de Dios, donde Él pueda gozar y encontrar siempre sus complacencias”.[1]

El lenguaje más bien floral que Madre Cabrini usa hablando de la Madre de Jesús, no debe eclipsar el principal proyecto que ella tiene cuando señala a María Santísima como Fundadora del Instituto, Madre, Maestra y Modelo de cada Misionera del Sagrado Corazón. Tener a María santísima como Fundadora, dejaba a Madre Cabrini tranquila sobre el origen de su Instituto por cuya gestación debió sufrir mucho:

“¡Qué felicidad tan grande es la nuestra al tenerla por Madre y Fundadora de nuestro Instituto! Sí, ella ha sido la que lo ha fundado, porque mientras yo estaba titubeando si el Señor quería o no esta obra, muchos robaban a la Virgen de las Gracias, y yo también la rezaba y después de muchas plegarias el Obispo Gelmini me lo mandó. El Obispo Bersani, con la suavidad propia de su carácter, me indujo a cumplir sin dilación, y Monseñor Serrati y me echó una mano con gran fervor y entusiasmo, por lo que me encontré implicada sin posibilidad de echarme para atrás; por todo lo cual, de María Santísima de las Gracias surgió el Instituto de las Misioneras del Sagrado Corazón.”[2]

Y si en los momentos más complejos de su vida misionera, María Santísima aparecía como la “estrella”, “la guía segura”, es por esto que en la espiritualidad cabriniana la Virgen venía a reforzar la voluntad de Dios que guiaba los acontecimientos y, por lo tanto, no sólo su persona por lo audaz y emprendedora que pudiese parecer:

“¡Qué buena y qué amable es María! Ella es nuestra propicia estrella matutina, es nuestra verdadera guía y conductora en todas nuestras empresas, y es por eso que las Misioneras nada deben temer. Nuestra gran Madre Fundadora está cerca de Dios, está próxima, más bien ligada a Dios, por consiguiente todo lo puede, todo quiere, todo lo implora de Dios. ¡Qué grandeza de María! Ella fue constituida por el Señor como fuente de todas las gracias, canal, acueducto seguro de las Misericordias divinas, escalera del cielo, puerta del paraíso. María, hijas mías, es como aquel misterioso monte santo, monte sombreado por el Espíritu Santo, Monte de cuya cima nace un manantial de aguas límpidas que, dividiéndose en infinidad de riachuelos, riegan todo el mundo y por tanto nuestras casas, todas nuestras operaciones, siempre y cuando sepamos invocarla y mostrarnos verdaderas devotas suyas, con fe grande y con la imitación de sus bellas virtudes, dignas verdaderamente de una Misionera.”[3]


[1] Cfr. Pensamientos y Propósitos, pág. 135
[2] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 425
[3] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 351-352





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