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jueves, 24 de junio de 2021

Hna. Virginia - Episodio 4: Más allá de lo habitual (4ta parte)

 


A los quince días, en unos diez kilómetros a la redonda, ya se veía algún cambio. Por la noche, alumbradas por antorchas, tres veces por semana, se los invitaba al depósito que en su primera incursión Virginia había descubierto. Ella se encargaba de las parejas cuando algún varón se podía llegar y las preparaba para el bautismo y el sacramento del matrimonio; la Hermana Lucía se hacía cargo de las mujeres solas, para el bautismo y la comunión, y la aspirante se abocaba a los más pequeños.

Los domingos por la tarde, el sacerdote se llegaba al depósito y hablaba con los varones más reacios pero, siempre con asombro, no se cansaba de ver los progresos que Virginia, con su impulso y espíritu misionero, había logrado.

Terminaba el mes de febrero y era el tiempo calculado para el regreso. Ella no estaba conforme. Decía todo el tiempo que se podría haber llegado a mucha más gente hasta que finalmente, decidió que se quedarían diez días más. El último fin de semana se celebraron los bautismos colectivos, las comuniones y se oficializaron varios matrimonios. Las Hermanas de clausura de San Pedro prepararon sándwiches, tortas y algunos refrescos. Indescriptible ver los rostros con una sonrisa, y la satisfacción de, a su manera, haber celebrado el encuentro con Dios. Casi todos, por primera vez, probaron un trozo de bizcochuelo, con las manos limpias y los pies calzados. Como excepción, las hermanas más jóvenes dejaron la clausura y participaron de la ceremonia. Ese fue el inicio de una nueva misión para ellas: en adelante, continuarían visitando a las familias y ayudando al sacerdote a mantener viva la semilla de la fe.

Esta misión en particular, realizada en 1971 puede ser contada en detalle porque la aspirante que a pesar de las pulgas permaneció, fui yo.

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