Así como Madre Cabrini no dudaba en montarse a lomo de mula, subir al apretujado pasaje de una diligencia o hacer frente a ríos caudalosos con precarias embarcaciones, Virginia, sin el menor temor, se internaba en los montes en los que no pocas veces había que abrirse paso a machete limpio, enfrentaba el peligro de la existencia de arañas y serpientes. Y se sentía pequeña, sin embargo, impotente, y clamaba por almas que llevadas por el ardor misionero, saliesen a labrar lo inhóspito de esos lugares; a saciar la sed espiritual de esas almas perdidas, no solamente en el espacio físico, sino también en el abandono de su vida interior.
"Cuánto necesitamos muchas jóvenes que movidas por un gran amor a Cristo, se alisten en las filas de las misioneras, empujadas y animadas por el celo incontenible de nuestra Santa Madre, sientan el deseo ardiente y la inquietud de que Cristo sea conocido por todos nuestros hermanos. Conocido no solamente en las ciudades, sino en las zonas donde su nombre aún es poco conocido o, lo que es peor, desconocido. No escribo más porque me tiembla la mano y los ojos se me llenan de lágrimas... Madre Cabrini, por favor, mándanos y guía muchas jóvenes llenas de tu espíritu misionero, dispuestas a cualquier sacrificio para llevar la Buena Noticia a todos nuestros hermanos".
Pareciera que la Madre le repitiera una y otra vez aquel deseo que expresara al pasar por Las Palmas, en su viaje de Buenos Aires a Barcelona:
"¡Oh! El deseo de esas Misiones parece que me devora de día y de noche; no quedaré satisfecha hasta que haya proporcionado a cada uno de esos pobres pueblos el socorro espiritual (...)"; pág. 200-201.
La Hermana Virginia tenía la gracia de una salud de hierro, pero si algo no andaba bien, sobre todo en sus piernas, sabía ofrecerlo y disimularlo para no dejar, ni un solo día, de acudir a aquello que el Señor había confiado a sus manos.
"Solamente Dios me conoce como soy, comprende el sacrificio que le ofrezco reteniendo las energías que siento, incontenibles. Solamente Jesús me entiende. Hay días en los que me parece que no puedo resistir. Realmente tenía razón aquel médico que le comentaba a la Madre Superiora: la vida de esta hermana consiste en permitirle desgastar el exceso de sus energías vitales y favorecer así su psiquis". (Carta a la Madre Provincial, sin fecha).
¿Qué es esto sino la fuerza del Corazón de Jesús?
"Ardan
de amor en el Corazón de Jesús (...), ahí encontrarán la verdadera llama de
amor, digna de una verdadera y buena religiosa". Cartas,
vol. I, Pág. 454.
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