jueves, 11 de febrero de 2021

José, un hombre justo...

 


El Papa propuso consagrar este año a San José por cumplirse 150 años desde que se lo declaró patrono de la iglesia (Pío IX el 8/12/1870).

La Hna. Stella Maris, hace poco, nos recordaba la devoción de Madre Cabrini por él, en la reflexión que compartió en el último boletín cabriniano…

Por su parte, Francisco, en su carta apostólica “Con corazón de padre”, va recorriendo una a una las pocas referencias que aparecen en el evangelio en relación a José y hace una linda reflexión personal. En un momento dice:

Deseo imaginar que Jesús tomó de las actitudes de José el ejemplo para la parábola del padre misericordioso

A mí también me gusta pensar eso… para que Jesús haya hablado de Dios como padre, como lo hizo, algo debe haber influido su propia experiencia, la imagen que habrá recibido de José...

Para no repetir lo que ustedes mismos pueden leer, quiero tomar una palabra del evangelio de Mateo que él no desarrolla específicamente en su carta.

Una aclaración previa… sabemos muy poco de José, casi nada, por lo tanto, cualquier cosa que digamos de él sería temeraria, porque es incomprobable. Por eso es que prefiero tomarlo, más bien, como símbolo, como metáfora… Habiendo hecho esta aclaración, ahora sí vamos al texto:

José, su esposo, que era un hombre justo

y no quería denunciarla públicamente,

resolvió abandonarla en secreto” (Mt 1,19)

En primer lugar, José aparece como alguien que queda totalmente desconcertado por la realidad. Su prometida está embarazada… Salvando las distancias, ¿no nos pasó algo parecido con la pandemia?

Y tiene una primera reacción: como es un “hombre justo” decide abandonarla, pero en secreto (si no, hubiese sido apedreada).

El texto continúa diciendo:

Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo:

«José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa,

porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.

Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús,

porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados»

Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado:

llevó a María a su casa, y sin que hubieran hecho vida en común,

ella dio a luz un hijo, y él le puso el nombre de Jesús” (Mt 1,20-21.24-25)

Interpreto esta aparición del ángel como un símbolo de lo que nos puede ocurrir a todos y muy frecuentemente. Cuando la realidad nos desconcierta, solemos tener una primera reacción y luego, empezamos a hacer como un trabajo de discernimiento -muchos de nosotros ese trabajo lo hacemos en el ámbito de la oración-, ampliamos la mirada, empezamos a ver con más claridad, retomamos la calma (no temas…), revisamos esa reacción primera y más de una vez la modificamos…

Algo de esto le debe haber pasado a José que terminó haciendo lo que ya todos sabemos, puso el cuerpo… ya había empezado a poner la cabeza, ahora puso el corazón, las manos y comprometió su vida entera…

Pero quiero volver a lo del “hombre justo”. Si no me equivoco es la única vez que se dice algo de él mismo, en particular (aparte de que era carpintero).

¿Qué quiso decir Mateo con esta descripción? No tengo la menor idea… pero lo que sí sé, es que la palabra justicia en su evangelio tiene un protagonismo muy especial. Aparece varias veces y en textos fundamentales (sólo por poner un ejemplo: en las bienaventuranzas -un texto programático del evangelio- aparece dos veces).

La justicia para Mateo es algo así como la “acomodación a la voluntad de Dios”...

¿Y qué es la voluntad de Dios? A veces tenemos una idea un poco mágica o determinista de su voluntad, como si fuera un plan preciso que él ya tiene preparado para cada uno y que a nosotros sólo nos queda descubrirlo…

Sinceramente, no me parece que sea así. Creo que la voluntad de Dios es “el bien de todo”, eso es lo que creo que él quiere. El bien de cada uno, de todos y de todo. Lo repito porque no se trata sólo de mi bien, que puede estar logrado a costa del perjuicio de otros, o del abuso y la destrucción de la naturaleza…

José, aparentemente, obró como un hombre justo, según la voluntad de Dios, buscando el bien de todo…

Pienso que esta puede ser una linda enseñanza para nosotros, especialmente en este tiempo: tener como criterio de discernimiento, siempre, para cualquier cosa o situación, el bien de todo, nuestro propio bien, el de los demás y el de todo lo que nos rodea, o sea,  la voluntad de Dios.

Pablo Cicutti

02-2021

 

 

jueves, 31 de diciembre de 2020

Una espiritualidad eclesial para Laicos (10ma y última parte)

 


Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo, Codogno 2018




Capítulo 14:


Una espiritualidad eclesial para Laicos

Según el espíritu de Santa Francisca Cabrini





Finalmente en el 2005 se convocó en Codogno una Comisión Internacional de laicas y laicos corresponsables de la misión que redactaron una primera síntesis de Espiritualidad Laical Cabriniana. En este documento se lee:

“Como laicos cabrinianos, arraigados en el Sagrado Corazón de Jesús, nos comprometemos a responder a la llamada del Evangelio para llevar el amor de Cristo a cada uno de nosotros y a los más necesitados. Intentamos cumplir fielmente este encargo mediante las misiones, ministerios y creando relaciones solidarias con los demás. El fundamento de estos actos de bien es nuestra relación auténtica y creciente con Dios en la persona de Jesucristo. Cuanta más presión ejercen las culturas en nuestro tiempo sobre nuestras expectativa, tanto más debemos esforzarnos para encontrar tiempo de escuchar la Palabra de Dios y para reflexionar, leyendo las Escrituras y los textos espirituales, y compartiendo nuestra fe.

Como Santa Francisca Cabrini también nosotros tenemos que poner las raíces en la realidad de nuestro tiempo. Nuestra espiritualidad está asociada a cada acontecimiento, acción y persona de nuestra tierra, caminando con Dios en nuestra Espiritualidad Cabriniana, con: “en una mano la Biblia y en la otra el periódico”. Así como nos beneficiamos de muchos aspectos de la modernidad, también debemos ser diligentes en reconocer, poner nombres y resistir a las fuerzas que no proceden de Dios y que nos impiden desempeñar nuestro fiel servicio.

Es nuestra convicción, como lo era para Madre Cabrini, que el Espíritu de Dios es una presencia viva y operante en nosotros que se revela en lo cotidiano. Es Espíritu de Dios nos habla en los momentos felices y en los momentos tristes y nuestro recorrido requiere una escucha continua para discernir atentamente qué pasos se requieren de nosotros en cada situación.

Una actitud de discernimiento continuo nos lleva a tomar decisiones diarias con un inteligente optimismo cristiano. En nuestro atuendo de peregrinos inspirados, preparados y valientes, bajo la guía del Espíritu Santo, discernimos la utilización de nuestros recursos, energía, tiempo, dotes y recursos financieros para responder a las diversas necesidades que encontramos. Valoramos los diversos dones que nos distinguen al uno del otro y nos esforzamos por utilizarlos responsablemente.

Somos constructores de relaciones a todos los niveles, en nuestras familias, comunidades, parroquias y ministerios. Con la ayuda de Dios somos portadores de esperanza, buscamos el bien de los demás en todas las situaciones con optimismo, animando a los demás y conservando un espíritu lleno de entusiasmo que proviene de saber que Dios guía nuestra vida y que nosotros somos sus discípulos, portadores de la Buena Nueva del Evangelio.”[1]

Así el espíritu de Santa Francisca Cabrini, difundido en la historia de las Misioneras del Sagrado Corazón, va haciéndose camino, realizando el ideal misionero que animó a la misma Santa. Sus palabras dirigidas a las alumnas del Magisterio en Roma en 1906, parecen escritas para la Familia Cabriniana de hoy:

“¡Si por lo menos pudiera llegar la voz de la Religión a todos esos pobrecillos y les enseñara a santificar, a ennoblecer tan fatigoso trabajo, a hacerlo fructuoso para la eternidad! De aquí veis la responsabilidad tremenda de quien intenta arrebatar a las clases trabajadoras el don de la fe, quitándole toda esperanza de vida futura, apagando en sus corazones la caridad para con Dios. En cuanto son eliminados estos principios sobrenaturales y los dictámenes de nuestra santa fe, ¿qué queda sino embrutecimiento y el desahogo de las más innobles pasiones? Rezad para que aumente el número de los operarios evangélicos y que éstos sean celosos y de buen espíritu, para que sus esfuerzos sean capaces de detener el materialismo, la incredulidad que, como éter sutilísimo se infiltra por doquier haciendo un daño grande, inmenso, irreparable. Orad para que todos los fieles, dóciles, escuchen la voz del Vicario de Jesucristo, Pío X, el cual, consciente de estos grandes males que intentan hacer derrumbarse a la sociedad desde sus cimientos, se ha propuesto restaurar todas las cosas en Cristo. Fuerte en la fortaleza de Dios, asistido como está por el Espíritu Santo, él no dejará de cumplir en la Iglesia la alta misión para la que Dios le ha elegido; pero, al mismo tiempo, cuántas fatigas debe pasar, cuántas preocupaciones, cuántas penas angustian su corazón, preocupan su mente en el arduo cumplimiento del deber… Que por lo menos se vea confortado por el amor y la obediencia de sus hijos y encuentre en todos esa cooperación que cada uno debe prestarle necesariamente; esta cooperación hará posible que se cumplan los santos designios del Papa y que se detenga este aluvión de males que amenazan con cubrir el mundo.”[2]



[1] Cfr. Documento Espiritualidad Laical Cabriniana

[2] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 552-553




jueves, 24 de diciembre de 2020

Una espiritualidad eclesial para Laicos (9na parte)

 

Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo, Codogno 2018



Capítulo 14:


Una espiritualidad eclesial para Laicos

Según el espíritu de Santa Francisca Cabrini





En las conclusiones del Capítulo General de 2002 se había llegado ya a tener un buen Voluntariado Cabriniano y a él se había dedicado un primer documento, mientras ya se estaba elaborando aquel de las Misioneras laicas (o laicos) Cabrinianas que deseaban una vida espiritual más intensa sobre las huellas de Santa Francisca Cabrini.

En aquellas conclusiones se lee:

“En la reflexión sobre la realidad de cada Provincia y Región, se ha examinado con alegría el camino recorrido.[1] Los objetivos elaborados a la luz de la nueva visión Misionera, han suscitado respuestas, humildes pero decididas, a los desafíos de la misión, de la vida religiosa y de la colaboración con los laicos. En esta experiencia rica en nuevas realizaciones e iniciativas apostólicas, se revela también el tesoro que Jesús ha confiado a la Familia Cabriniana, a su carisma, “lo llevamos en un jarrón de barro.”[2]

“Reconociendo la primacía de la gracia y en la certeza de que Dios está presente en la historia, la Familia Cabriniana confía con ilimitada esperanza en que el Reino de Dios continúa, incluso en medio de “un contexto social frecuentemente hostil”[3] en el cual urge el recurso de la ayuda de Dios, pero también de la fantasía creadora que sabe sacar de la dificultad nuevas energías para seguir haciendo crecer la identidad misionera, bebiendo en la fuente del carisma, releído y revivido en la fidelidad dinámica a Dios, a la Iglesia y a la humanidad.”[4]

En este Capítulo se tenía ya conciencia de que los laicos estaban adquiriendo un sentido de pertenencia que se estaba desarrollando en varios niveles.



[1] Cfr. Capítulo General 1996

[2] 2Cor 4,7

[3] Mensaje del Papa Juan Pablo II para la apertura del Capítulo General 2002

[4] Cfr. Conclusiones Capitulares 2002




jueves, 17 de diciembre de 2020

Una espiritualidad eclesial para Laicos (8va parte)

 


Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo, Codogno 2018




Capítulo 14:


Una espiritualidad eclesial para Laicos

Según el espíritu de Santa Francisca Cabrini





Uno de los aspectos más fuertes en la espiritualidad laical cabriniana fue ciertamente el aspecto misionero entendido por las Misioneras como reparación, expresión del contexto propia de la espiritualidad del Sagrado Corazón, y por los laicos colaboradores cabrinianos como solidaridad con el sufrimiento del mundo. Incluso en este sentido el significado no está sólo en el hacer apostólico, sino también en el ser. Muchos laicos que participan en la misión cabriniana, no sólo son capaces de ir y compartir la vida de las Misioneras, sino también de sufrir la inseguridad y la pobreza que ésta conlleva.

La experiencia de Madre Cabrini ha influido en las actitudes de muchos laicos y laicas que han tenido contacto con su carisma directa o indirectamente. En los Capítulos Generales posteriores a 1990, la presencia de los laicos ha sido constante y en cada documento de las Misioneras del Sagrado Corazón hay una referencia clave de la misión con los laicos.

En las conclusiones del Capítulo General de 1996 ya se habla normalmente de Hermanas y laicos y se llega a referir a ambos con la nueva dicción: Familia Cabriniana, dedicando así una tercera parte de las Conclusiones Capitulares a la colaboración misionera de los laicos:

“La experiencia del pasado sexenio ha hecho emerger con fuerza que los laicos colaboradores y corresponsables, voluntarios y misioneros laicos Cabrinianos, son una presencia cualificada y una riqueza apostólica para la Familia Cabriniana.

Ellos son sujetos vocacionales que entran en interacción con todas las vocaciones eclesiales y con la vocación de las Misioneras del Sagrado Corazón y representan un potencial propulsor para la transmisión del carisma.”[1]

Con esto los colaboradores laicos son ya parte integrante de la misión cabriniana y, con ellos, todas las Regiones y Provincias evalúan y programan la misión, no sólo en las obras, sino también en el espíritu.



[1] Cfr. Conclusiones Capitulares de 1996




jueves, 10 de diciembre de 2020

Una espiritualidad eclesial para Laicos (7ma parte)


Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo, Codogno 2018



Capítulo 14:


Una espiritualidad eclesial para Laicos

Según el espíritu de Santa Francisca Cabrini





Se puede decir que cada nación y cada obra del Instituto de las Misioneras ha tenido algún laico o laica como amigo, colaborador, consultor o bienhechor. A veces estas personas laicas no eran católicas, pero eran personas de una gran altura moral que compartían los valores humanos y cristianos que están en la base de cualquier visión ética del mundo. Entre tantos colaboradores hay eminentes figuras de laicos profesionales, artistas, literatos; pero también personas no conocidas que humilde y simplemente han colaborado con la misión cabriniana, bebiendo, en su vida espiritual, de la misma fuente que las Misioneras: el carisma de Santa Francisca Cabrini.

Leyendo la correspondencia de la Madre, se puede observar que son muchas las referencias que hace en relación con las personas laicas por las cuales ella sentía gran estima y agradecimiento. Madre Cabrini acostumbraba a decir que el Sagrado Corazón le enviaba siempre un “San José” en momentos difíciles, cuando ella se encontraba en dificultad. Las mismas Misioneras, durante sus viajes, experimentaban la ayuda de personas incluso desconocidas que después de conocer la misión a la que se dedicaban, se comprometían a ayudar de diversos modos.

Pero es necesario hacer notar que hasta los años sesenta se hablaba más bien de colaboradores a diversos niveles, mientras que, después del Concilio Vaticano II, cambió el estilo de relación con los laicos y laicas los cuales se hicieron corresponsables de la misión.

Por eso, cuando la formación de las Hermanas incluyó también a los laicos colaboradores, se pudo observar que muchos de ellos ya tenían una sintonía con el carisma de Madre Cabrini y estaban capacitados para llevar adelante ellos mismos las obras cabrinianas con el mismo estilo. El lenguaje mismo de las Misioneras se actualizaba, haciéndolo más comprensible también para los laicos, los cuales, en las decisiones que debían tomar en las obras a ellos confiadas, usaban criterios conforme al espíritu de Santa Francisca Cabrini. Se observó una vez que un administrador de la obra de West Park, en los Estados Unidos, no había aceptado emprender algunas iniciativas que habrían traído mejores beneficios económicos, porque “no correspondían” a los fines y criterios cabrinianos.



jueves, 3 de diciembre de 2020

Una espiritualidad eclesial para Laicos (6ta parte)

 





Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo, Codogno 2018





Capítulo 14:

Una espiritualidad eclesial para Laicos

Según el espíritu de Santa Francisca Cabrini





Lo que las Misioneras iban aprendiendo de su colaboración con los laicos era su capacidad profesional, su competencia, la conciencia de la función que ellos desempeñaban y frecuentemente su puntualidad y honestidad, junto a los valores humanos y cristianos de los que podían ser portadores. Y los colaboradores laicos iban aprendiendo de las Misioneras algo que era una parte fundamental del carisma: la gratuidad, el servicio sincero y humilde sin esperar recompensas, el desapego de las obras en las cuales habían empeñado tantas energías, la responsabilidad misionera apostólica en hacer de modo que todo estuviera orientado hacia la mayor gloria de Dios.

Estos aspectos los podían conocer los colaboradores laicos día a día, viendo los sacrificios de las Misioneras, sus rezos continuos, su compromiso que no estaba pensado para conseguir dinero, carrera o prestigio. En cierto sentido esto permitió a las obras cabrinianas tener un estilo que los colaboradores laicos iban asumiendo sin darse cuenta.

Por tanto, la Congregación pudo tener en todos los tiempos magníficas figuras de colaboradores laicos que, aunque prestaron su servicio profesional remunerado, sin embargo descubrieron en el trabajo profesional también una dimensión espiritual y misionera en armonía con cuanto dice el Concilio Vaticano II en la Constitución Pastoral “Gaudium et Spes” sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo, en el n. 67:

“Es para el trabajador y para su familia el medio ordinario de subsistencia; por él el hombre se une a sus hermanos y les hace un servicio, puede practicar la verdadera caridad y cooperar al perfeccionamiento de la creación divina. No sólo esto. Sabemos que, con la oblación de su trabajo a Dios, los hombres se asocian a la propia obra redentora de Jesucristo quien dio al trabajo, una elevadísima dignidad trabajando con sus propias manos en Nazaret.”[1]

Una figura de colaborador laico comprometido en la misión de Madre Cabrini fue el Arquitecto Thomas Leroy Warner.

Mr. Thomas Leroy Warner había regalado la gran estatua de Madre Cabrini que en 1947 era puesta en la Basílica de San Pedro en Roma. Era una eminente figura de bienhechores del Instituto de las Misioneras y una magnífica figura católica. Las Misioneras lo recuerdan como un hombre piadoso y generoso que demostró su gratitud al Instituto no sólo dirigiendo gratuitamente todos los trabajos del hospital, sino regalando luego la estatua. Su generosidad con el Instituto era debida a una gran devoción a Santa Francisca Cabrini. En efecto, por intercesión de la Santa, Mr. Warner había obtenido la curación de su esposa.

Madre Antonietta della Casa obtuvo para él una condecoración pontificia: la encomienda de San Gregorio y el mismo día, el señor Warner fue recibido por el Santo Padre. Después de la construcción del hospital, recibió de Madre Antonietta el encargo de empezar el Santuario de Santa Francisca Cabrini, próximo al hospital Columbus de Chicago. Visitó Italia, Francia y Alemania para tomar motivos artísticos para el Santuario. Después prefirió el arte italiano. Se hallaba en Florencia la mañana del 6 de septiembre de 1952 y, acompañado de Mons. Enrico Pitzki, capellán de la Casa Madre de Roma, fue a misa a la iglesia de Todos los Santos donde comulgó y, después de recitar el Rosario entero, volvió al hotel. Allí estaba tratando negocios importantes cuando de repente se sintió mal debido a un ataque repentino de angina de pecho y, en breve, asistido por el sacerdote, murió. Llevaba consigo la reliquia de Santa Francisca Cabrini y había dejado en buen camino la construcción del Santuario.

De él Madre Antonietta decía que era “un óptimo católico, de costumbres intachables y desinteresado”.

Interesante es también la figura de un gran personaje de China de los primeros años del 1900: Lo-Pa-Hong. Un ilustre católico y comprometido en la sociedad y en la Iglesia por dar a conocer a Dios en las poblaciones paganas. Este señor ayudó a las Misioneras del Sagrado Corazón en su misión en China durante aquellos difíciles años en los cuales China estaba liquidando su milenaria dinastía para entrar en una nueva forma de gobierno: el comunismo de Mao. Visitaba frecuentemente a las Misioneras comprendiendo sus dificultades y sosteniendo su ideal misionero y educativo. El señor Lo-Pa-Hong fundó obras de caridad, ayudó a muchos misioneros y misioneras a situarse en China, tanto con sus bienes económicos como con su prestigiosa personalidad pública. Murió mártir y hoy está en proceso la causa para reconocer sus heroicas virtudes.



[1] Véase también Chistifidelis Laici, n. 43