jueves, 4 de noviembre de 2021

Hna. Matilde - Episodio 7: "Matiguás" (Tercera parte)

Matiguás

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Llegaban a Matiguás voluntarios de todos los países y de las más variadas creencias e ideologías. La casa de la Comunidad era de puertas abiertas. Un muchacho italiano llegó también en ese momento. Marco Consolo cuenta cómo el contacto con aquella realidad y con las hermanas, le "cambió la vida para siempre".

Este es su testimonio:

"A través de amigos de la cooperación italiana conocí el proyecto de Matiguás. (...) Era una zona de frontera, difícil, (...) y yo era un joven internacionalista que quería vivir desde adentro la realidad rural. Fue así que hice una elección de la que jamás me arrepentí. Después de algunos días en Managua, ciudad que no me ha gustado nunca, me encontré subido a un viejo ómnibus repleto de gente, cerdos y gallinas, rumbo directo al norte, rumbo a ese pueblo que sería mi primer "escuela revolucionaria". (...) Habiendo ya bajado del bus pedí indicaciones para llegar a la casa de “las monjas” del lugar. La casa de las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús estaba justo delante del Instituto Técnico con orientación agropecuaria. Toqué la puerta y me abrió Matilde, la mayor de las hermanas de la pequeña comunidad cabriniana. Yo no tenía cartas de presentación, credenciales ni recomendaciones de ninguna jerarquía eclesiástica. Aún recuerdo la cara de incredulidad de Matilde al ver a ese muchacho que era yo, con una mochila al hombro y que un poco temeroso trataba de explicar, en un español muy elemental, que me había llegado hasta allí para dar una mano. Al principio me miró, seria y un poco estupefacta por mi aparición. Le expliqué mis intenciones y después de unos minutos, el entusiasmo le brotaba por los poros. Aún no sé si para ella eso fue una señal de la divina providencia, lo cierto es que inmediatamente me abrió la puerta de la casa, cosa que me dejó con la boca abierta. Fue así que de joven “mangia preti” (anticlerical), empecé a vivir con tres religiosas que me habían abierto su casa, su corazón, y me habían ofrecido un techo".

Marco no se equivocaba: la casa estaba abierta, como también estaba abierta la mente y la amplitud de espíritu. Matilde dice:

"Lógicamente, yo estaba en un momento de fe donde lo que más quería, era VER. Venían esos extranjeros, los italianos que eran del partido comunista, que llegaban y trabajaban; ayudaban con todas sus energías a salir de esas vidas. Vino una señora que era evangelista, pastora en Bélgica; ella también paró en casa. Llegó también un suizo... todos querían ayudar al pueblo a progresar y dejaban todo lo suyo para eso. La fe o la no fe no era impedimento, ahí todos éramos iguales. Ahí estábamos porque queríamos al hombre y, al fin y al cabo, queríamos a Dios. Comprendí bien a fondo que quien trabaja por la dignidad del hombre, trabaja para Dios. Lo dije más de una vez: yo nunca tomé un arma, no me afilié a los sandinistas. En nuestra casa nunca hubo armas a pesar de que corríamos peligro y había que defenderse si venían a atacarnos. No, nosotros estábamos ahí y estábamos en la línea de los sandinistas porque el sandinista estaba trabajando para el pueblo. Yo lo hablé con el Nuncio apostólico y él me lo dijo muy claramente: “Trabaje para el pueblo y no tenga miedo".

¿Qué diría la Santa Madre frente a estas reflexiones controvertidas y, seguramente, "revolucionarias" para muchos? En sus escritos hay infinitas respuestas que encajan perfectamente y que hacen que el carisma legado sea tan maleable como lo son las necesidades de los tiempos y las realidades históricas que las hermanas deben enfrentar en cada misión, con sus particularidades. Ella, mucho antes que Medellín, ya consideraba que la opción por los pobres de todo tipo, no solamente en lo que respecta a lo económico, era más que una cuestión política o social, sino una cuestión altamente teológica.

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lunes, 1 de noviembre de 2021

Hna. Matilde - Episodio 7: "Matiguás" (Segunda parte)

Matiguás

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La gente del pueblo vivía en un estado de paz aparente, superficial podría decirse. Los más acaudalados tenían fincas arriba y en las afueras: eran somocistas. Los más pobres eran mano de obra muy barata; unos pocos llegaban a tener alguna vaca y una pequeña porción de tierra: eran sandinistas. La aparente armonía en la que se vivía dejaba de serlo cuando se desataban las luchas en la montaña. En épocas de combate los correos iban y venían todo el tiempo. Matiguás era un punto neurálgico y de referencia histórica, pues ahí cerca, Augusto César Sandino había comenzado la revolución muchos años antes.

El pueblo que buscaba la liberación estaba liderado por los sandinistas, pero la Hna. Ana Gilma cuenta que el 80% de los habitantes, respondía al somocismo. La vecindad de la casa de las hermanas estaba formada en su mayoría por los contrarios a la revolución, los comúnmente conocidos como "contras". No así los más jóvenes, sobre todo los de menores recursos, que decididamente eran soldados dispuestos a todo, incluso a entregar la propia vida por una Nicaragua libre e igualitaria.

"Es muy difícil ver al pueblo que quiere ser libre y que en su seno está dividido. Es difícil equilibrar el destino de los más jóvenes que saben que su único futuro es la pobreza y encuentran el camino alternativo en la lucha armada. Se arriesgaba mucho, es verdad, pero estaban consiguiendo la posibilidad de educarse de tener acceso a algunos servicios de salud fundamentales, como las vacunas. Empezaban a ver los beneficios. No era una cosa armada así nomás. Hacía años que la revolución venía preparándose, que estaban concientizándose. En el momento más caliente de la revolución yo me acerqué a la comitiva y me ofrecí. Les dije que tenía un método para alfabetizar, el famoso método Bleger que había usado con las alumnas de Caballito, pero ellos tenían ya buenos libros traídos de Cuba. Un material muy bien editado. Todo estaba preparado, nada era improvisado y lo primero que hicieron fue encarar la alfabetización. Estuvieron veinte años preparándose mientras el dictador Somoza seguía matando a cuanto joven podía. Obviamente no íbamos a estar con la guerra, pero con las cosas que eran para el bien del pueblo, sí, ¡claro que sí! Estábamos con el pueblo, pero jamás tocamos un arma".

Nuevamente, Matilde poniéndose en la piel de los que luchan por conseguir una vida digna. No está reñida la vida religiosa con ese compromiso, y al lado de ella, Ana Gilma y Nieves se solidarizaban con el pueblo, y cuando uno se solidariza con la búsqueda de la justicia hace que la solidaridad se transforme en la ternura de los pueblos.

Para la Misionera del Sagrado Corazón encarnarse en la realidad de la historia buscando la perspectiva ultraterrena a través de la oración, es comprender el proyecto divino, dejarse abrazar por Dios en la realidad que la circunda.

La consigna de aquel momento era: entre cristianismo y revolución no hay contradicción; y otra: sin la participación de la mujer, no hay revolución.

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jueves, 28 de octubre de 2021

Hna. Matilde - Episodio 7: "Matiguás" (Primera parte)

 

Al norte, en el departamento de Matagalpa, a 180 km. de Managua, está Matiguás. Enclavada en la llanura, en las primeras estribaciones de la Cordillera Dariense, era en los años 80, una zona de frontera peligrosa y con combates permanentes. La ciudad tendría por entonces unos cinco mil habitantes.

La revolución sandinista había entrado en Managua el 19 de junio de 1979 para terminar con la sangrienta dictadura de la dinastía Somoza. Hoy vemos que Daniel Ortega resultó un fraude, tan sanguinario y perverso como el peor de los dictadores, pero en esa época, la esperanza estaba puesta en él que, de uno u otro modo, era una de las cabezas del movimiento. A partir de ese mismo año, Nicaragua se había transformado en terreno de experimentación de una modalidad de lucha llamada "guerra de baja intensidad". Este era el nombre dado por la administración Reagan desde los Estados Unidos, aliados de las dictaduras centroamericanas a ese tipo de conflicto. La guerra de baja intensidad consistía en establecer embargo económico, cerco diplomático y agresiones militares. Violencia y destrucción eran los elementos básicos. Por otro lado, las Fuerzas Sandinistas de Liberación Nacional habían inspirado su movimiento en el tipo de lucha implementado por Fidel Castro y el Che Guevara en Cuba; este movimiento revolucionario basaba su fuerza en la lucha armada rural y en la subestimación de la resistencia urbana.

Estos sistemas siempre acarrean para los pueblos que los padecen, enormes costos en vidas humanas, agudización del sufrimiento de los más pobres como resultado de la pérdida progresiva de la economía autóctona y problemas de abastecimiento de todo tipo a causa del bloqueo. Al pueblo de Nicaragua el enfrentamiento armado le costó más de 50 mil muertes, la destrucción de gran parte de su estructura y la obstaculización del desarrollo que la revolución quería impulsar.

Matiguás fue una de las poblaciones que se vio más afectada. La producción cafetera prácticamente se perdió, y la lechera, que era otra de sus magras fuentes, desapareció.

La Comunidad del lugar se había formado ya. Las Hnas. Felicia y Gloria trabajaban en la evangelización, y Nieves, como enfermera, estaba a cargo de la parte de salud.

La congregación de sacerdotes regenteaba el Colegio San Francisco. Durante la revolución, cayó una bomba y destruyó casi la totalidad del edificio; el fuego se llevó los libros de administración, los registros y todo quedó en medio de un desastre. Fue entonces cuando los sacerdotes le pidieron a las Misioneras del Sagrado Corazón que se hicieran cargo del Colegio mientras ellos comenzaban la construcción de un nuevo edificio.

Colegio San Francisco de Asís en Matiguás

Los católicos del lugar eran casi todos partidarios somocistas, también lo eran los profesionales. La comunidad de los franciscanos estaba, evidentemente, dividida. El que más cercano estaba al pueblo pobre y a los ideales de la revolución era un cura italiano llamado Mauro Iacomelli, comprometido a fondo con la lucha social.

Fue en esa época cuando Matilde llegó a Matiguás. La habían destinado como superiora de la comunidad y para que asumiera la dirección del Colegio.

Las Hermanas de la región, en ese momento liderada por la Hna. María Barbagallo, consideraron la situación y decidieron que lo conveniente sería darle al colegio una orientación agraria. Ya habían tenido la experiencia en La Inmaculada de Diriamba. Así nació el CBP, Ciclo Básico de Producción, con especialidad en ganadería.

La zona era rica en la producción de café, pero el suelo arcilloso nunca había permitido el crecimiento de una buena pastura. A pesar de eso, algo podía hacerse con la cría de ganado vacuno.

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lunes, 25 de octubre de 2021

Hna. Matilde - Episodio 6: "Nicaragua" (Segunda parte)

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"Un domingo iba yo a la segunda Misa en la catedral de Diriamba. Por la misma vereda venía un señor que había asistido a la primera celebración. Cuando estamos frente a frente me mira cargado de odio y me dice, poniéndose muy cerca de mi cara: ¡comunista! Así eran las cosas, de tal modo que cuando la secundaria pasó a ser con orientación agrotécnica, mucha gente sacó a sus hijos del Colegio. Lo consideraron un acto con inclinación política".

Las hermanas, sobre todo las nicaragüenses y las guatemaltecas, pero también las que no eran centroamericanas, no se amedrentaron. Siempre, la tierra de misión se convierte en la propia patria. Las necesidades se veían venir y había que poner el hombro. Los varones iban a los combates, las fuerzas de "la contra" tenían cerradas las fronteras con Honduras y El Salvador y no podía entrar a Nicaragua mano de obra para recolectar el maíz. Las mujeres tomaron la posta y con ellas, las Hermanas. Codo a codo con el pueblo, acopiando todo lo que se podía para evitar una hambruna que, como siempre en tiempos de guerra, es una amenaza más. Entonces, la oración se lleva al campo de trabajo, el Angelus se reza viendo caer el sol entre los surcos, con el sudor de todo el día pegado a la piel y a veces, con las balaceras como telón de fondo. La comunión es con el pueblo mismo, con las mujeres curtidas que acarrean a sus hijos entre los cafetales.

"La Hermana María Barbagallo era la Regional. Ella estaba atenta y trabajando en todo, en la vacunación, en la educación, en la recolección del café. Salió al campo con otras hermanas para la colecta del café y del algodón. Se fue a cosechar porque había que cubrir la mano de obra faltante. Era una necesidad económica para el país levantar la cosecha. Nosotras íbamos por el bien del pueblo. Había que estar al lado, había que hacer eso. Son opciones que van forjando un estilo de devoción, de unión con Dios, de ver su voluntad de tal forma que no se puede eludir".

Colegio La Inmaculada en Diriamba

Diriamba y el Colegio La inmaculada fueron preámbulo y, al mismo tiempo, punto de quiebre. A partir de ahí Matilde sintió que su espíritu misionero volvía a dar un giro y esta vez, definitivo.

"En mi vida consagrada, todo lo vivido en Nicaragua, especialmente en Matiguás, fue un despertar misionero totalmente distinto. Distinto a la catequesis, a los colegios... a todo".



jueves, 21 de octubre de 2021

Hna. Matilde - Episodio 6: "Nicaragua" (Primera parte)

 

Así fue que en febrero de 1979 Matilde llegó a Nicaragua.

Estaban las hermanas trabajando en la redacción de los Documentos en Roma y la Madre General habló con Matilde. Le comunicó que su pensamiento era mandarla a Nicaragua para que se hiciera cargo del seguimiento de las Junioras. La consulta en realidad era para saber si estaba dispuesta a ser parte activa del equipo de formación en Centro América.

"Con toda delicadeza la Madre General me preguntó cómo reaccionaría mi mamá, ya con una cierta edad, frente a un cambio así. Le dije que ella no diría nada porque, con dos hijas religiosas, tenía muy claro que se trataba de una misión. También le dije que, sin embargo, yo sabía que la formación no era lo mío. Nunca quise tener esa responsabilidad porque sabía que eso no era para mí".

El traslado se hizo igualmente. Pasó un tiempo en Diriamba, pero muy poco trabajando en la formación. Sí, en cambio, tomó la dirección del Colegio La Inmaculada, y trató de poner un poco en orden, como si esto fuera siempre su destino, la economía de la región. La Hermana María Barbagallo era regional en ese momento. Creyeron que era conveniente darle un giro a la educación con la que se formaba en La Inmaculada y la transformaron en escuela agrotécnica. Era un tiempo políticamente muy convulsionado. El movimiento sandinista tomaba mayor fuerza y los combates armados se sucedían en distintos pueblos y ciudades nicaragüenses.


Matilde recuerda que:

"Estando en Diriamba, nos quisieron dar armas y enseñar a manejarlas. Yo les dije que no, ¡ni loca! En ese momento, la mayor parte de las personas se preparaba para eso, estar armados para defenderse. Algunos, aunque no adherían totalmente al sandinismo, se acercaron al movimiento porque les ofrecían educación y salud. Se organizaban, y en ese momento creyeron sinceramente saber lo que era la libertad”.

De cualquier manera, Matilde siempre tuvo la mirada atenta, no dejó nunca de ser observadora aguda y siempre puso en oración las cosas que se le presentaban. Varios testimonios de quienes convivieron en esa época afirman que muchas hermanas y también sacerdotes y religiosos, estaban muy comprometidos con la causa de la revolución y que, incluso el convento y lo que parecía ser auténtica vocación, fue usado para trabajar desde ese lugar seguro como correo. ¿Hasta dónde podía uno estar seguro? Estar junto al pueblo y compartir los deseos de libertad y de progreso que la revolución traía era una cosa, pero involucrarse hasta llegar a niveles que entraban en conflicto con la vida consagrada, entrañaba un peligro tanto para quien lo hacía, como para la comunidad a la que pertenecía. Familiares de algunas hermanas participaron activamente de la revolución y llegaron a estar encarcelados. Ha pasado que algunas religiosas entre las más jóvenes desaparecían durante días y después regresaban sin dar explicación alguna. Nadie preguntaba nada. Suele ocurrir que tener información, se vuelve más peligroso. Al respecto, Matilde es prudente, no da nombres, tampoco lo afirma taxativamente; dice que “podría haber sido así". Cuenta, ella y también otras hermanas que eran de la comunidad, que los tiroteos eran frecuentes por las noches; que había movimientos raros por las calles e incluso frente al Colegio. Pero no dice más. Deja en claro, sí, que había mucha gente que tenía los ojos puestos en la comunidad, sobre todo la gente de mayor poder adquisitivo y más conservadora, partidaria de la dictadura somocista.

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lunes, 18 de octubre de 2021

Hna. Matilde - Episodio 5: "A cargo de la Provincia" (Segunda parte)

 

En ese tiempo, salió una moratoria para las jubilaciones; todavía estaba en la Comunidad de Caballito la Hermana María Escudero, quien hace muchos años entró a la clausura; le pedí que fuera apoderada junto conmigo y poco a poco, conseguimos sacar la jubilación de veinte hermanas; nos ocupamos también en tramitar la de otras que ya no estaban en el Instituto, que habían salido. Providencialmente, y a pesar de que en su momento fue para muchas motivo de escándalo, con lo que ingresó gracias a esos haberes jubilatorios, pudimos salir adelante, porque las hermanas cobraron con muchos retroactivos. Me tuve que ocupar de eso porque no había otra forma de sostener las misiones. También se vendió la casa vieja de Villa Mercedes que estaba a dos cuadras de la Iglesia principal. Era una edificación antigua, con paredes de barro y se empezó con los trabajos en el Sagrado Corazón. El dinero que se obtuvo se puso en el banco. En la Argentina estaba empezando un período político muy difícil. Perón había muerto y su mujer había asumido la presidencia. Uno de los padres de Caballito, de suma confianza, me aconsejó un tipo de inversión que, sabiendo quién me estaba asesorando, hice. Él conocía por su trabajo mucho del tema. Después de eso, inmediatamente, tuve que viajar a Italia. El asesoramiento fue tan acertado que cuando regresé, encontré que la suma que habíamos invertido se había triplicado. Este señor me había dicho que no era momento de hacer plazos fijos ni de dejar el dinero quieto, sino de comprar bonos nacionales. En Roma estuve bastante tiempo, no sé, creo que un mes. La Hermana Constantina era la ecónoma en ese momento y con ella habíamos comprado esos bonos a cincuenta pesos cada uno, a mi regreso, habían subido a ciento cincuenta. La Hermana Luján estaba en Capilla del Monte y con dificultades para pagar a las maestras: el dinero que se había obtenido sirvió para eso y para otras cosas que había que cubrir”.


Como en toda época de crisis institucionales, las aguas se dividen. La Provincia Argentina vivió momentos de correntadas turbulentas ciertamente dolorosas. Hay hermanas que recuerdan cómo algunas comunidades, como la de Santa Rosa Centro, dejaban a Matilde esperando en la calle sin abrirle la puerta. Las cosas se llevaban a nivel personal y algunos colegios se atrincheraron como territorios particulares. Pero conflictos hubo en la primera comunidad de los apóstoles y seguirá habiendo, sin dudas, hasta el fin de los tiempos. Fue muy difícil conciliar las posturas de las Hermanas en esa época. Matilde enfrentó desplantes y acusaciones que, como ella misma cuenta, llegaron hasta la misma Madre General. Armaron también especie de "tribunales internos" en los que se juzgaban sus actitudes y determinaciones como Provincial.

Evidentemente, fue una obediencia que debió acatar, pero que no le había caído grande como ella dice. Fue, justamente, asumir por obediencia una responsabilidad en una época particularmente complicada; un servicio que no todas aceptaron o comprendieron la forma de prestarlo, sobre todo, algunas hermanas establecidas en comunidades desde mucho tiempo, con carácter fuerte y con la costumbre de manejar las cosas muy a su manera, particularmente en el aspecto económico. Todo esto fomentaba más fricciones que espíritu de colaboración y de acuerdo.



jueves, 14 de octubre de 2021

Hna. Matilde - Episodio 5: "A cargo de la Provincia" (Primera parte)

 

Concilio Vaticano II

Después del Vaticano II la vida religiosa, entre otros cambios fundamentales, empezó a abrirse más al contacto con el exterior. Empezaron tiempos conflictivos para el Instituto. Las directivas de la Sagrada Congregación para Religiosos invitaban a revisar con detenimiento las Reglas y a comenzar el “aggiornamento”, lento, pero respetuoso y sostenido de costumbres tan arraigadas. En ciertos sectores del Instituto, no solamente de las Misioneras, si no de todas las demás congregaciones, había resistencia; seguía instalado el miedo al cambio que ya se había visto en las comunidades que eran visitadas por las hermanas enviadas a supervisar. Por un lado, era grande el temor a que el carisma fundacional se deteriorara y por otro, sobre todo en las generaciones más jóvenes, se acentuaba la esperanza de que el cambio trajese un aire revitalizador que, por el contrario, volviese a la amplitud de espíritu que había tenido la Santa Madre. Esto, si bien no provocaba divisiones, como mínimo, creaba un clima de disenso. Habían empezado a correr los años 70.

La Hermana Flora era por entonces Provincial. El Capítulo General la eligió como Asistente por América Latina y su destino fue Roma. En su lugar, la Asamblea de la Provincia Argentina, nombró a Matilde. Ella cuenta este tiempo de esta manera.

"Aceptar ser Provincial fue para mí un acto de obediencia. Obediencia a algo que me cayó grande. Yo no me sentía cómoda en el tipo de relaciones sociales en las que era preciso hablar y asumir compromisos de interacción, sobre todo con las comisiones de padres y eso. Había cosas que ya estaban establecidas; los padres de familia empezaban a tomar parte en la administración. Yo había puesto mis objetivos en otros aspectos de la misión y verdaderamente me costó mucho. No todos los laicos que se acercaban tenían buenas intenciones; éramos muy nuevas en este cambio y era difícil detectar quién venía con otros intereses; de hecho, hubo algunos fraudes; los más importantes fueron económicos. Recé mucho y tomé la decisión de no seguir el libreto que ya estaba establecido. Lo sabía, y en efecto, esto causó conflictos muy serios dentro de la Provincia. Tomé las cosas en mis manos, me hice cargo sobre todo de la parte económica y empecé a hacer los balances generales yo misma ayudada por la secretaria del Colegio de Caballito. Esto fue motivo de mucho sufrimiento para mí y entiendo que también para otras hermanas que pensaban distinto. Cuando viene para la visita a la Provincia la Madre General, la Hermana Regina Casey, me preguntó si era verdad que yo, como Provincial, me ocupaba solamente de las cosas materiales, del dinero, y no de las hermanas. En realidad, esa era la acusación que se me hacía. Le dije que en parte era verdad y que debía hacerlo porque había recibido una Provincia con una caja de trescientos pesos y ni un centavo más. Tenía la gran responsabilidad de sostener los colegios: Capilla del Monte, Regina Coeli... las comunidades, y me vi obligada a poner gran parte de la energía en sacar esa situación adelante. Yo nunca dudé en que tratar de sacar adelante la Provincia, aliviar las necesidades de los colegios y las comunidades era, al mismo tiempo, ocuparme también de las hermanas.

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