MI RETIRO 
En los Santos Ejercicios, 24 sept. 1885 
El Corazón de Jesús, María,
  José y Francisco de Sales me ayuden a sacar provecho de ellos, a fin de
  alcanzar ese estado de perfección que Dios exige de mí. 
1.      
  Dios no falla nunca con su gracia, sino que la
  da siempre en medida suficiente para corresponder a las luces que nos concede
  para nuestra perfección. 
2.      
  A ninguna cosa, o circunstancia, o cargo o
  persona, debo inculpar si no vivo perfectamente, sino sólo a la mala voluntad
  que abusa del libre albedrío. 
3.      
  Dios me ha creado para sí y mi pensamiento
  debe estar siempre fijo en Él; ay de mí si lo detuviera siquiera un instante
  con complacencia en las criaturas o en sentimientos vanos. 
4.      
  Debo espiritualizar todo a fin de vivir la
  vida de la verdadera Esposa del Corazón de Jesús. Sólo los animales pueden
  vivir una vida material que atiende únicamente a lo que cae bajo los
  sentidos. 
5.      
  Debo querer lo que Dios quiere de mí, ni más
  ni menos, en toda hora, en todo momento, y quererlo realmente del modo que él
  quiere, y no permitir, por tanto, a mi corazón afligirse, entristecerse en
  las distintas circunstancias de la vida aun cuando parezca que todo está
  perdido. 
6.      
  En las tribulaciones, en los desprecios, en
  las vejaciones, debo procurar considerarlos como los medios más aptos para mi
  último fin, medios pensados y elegidos por Dios desde la eternidad. 
7.      
  Debo reflexionar con frecuencia sobre la
  sublimidad de la vocación religiosa para estar agradecida al Corazón
  Santísimo de Jesús por esta gracia, que puedo considerar como una nueva
  creación. 
8.      
  Feliz aquel día en que el Altísimo, con un
  rayo de su gracia, me dijo: –Sal de tu tierra y de tu familia, y vete a la
  tierra que yo te mostraré. 
Tierra feliz será, oh Dios, la
  vida religiosa, que realmente mana leche y miel, a la sombra de vuestra
  tienda, donde podrá gozar esa íntima unión con Vos que es el cielo en la
  tierra. 
9.      
  Nada había en mí para merecer tan sublime
  gracia como la vocación y, sin embargo, la bondad del Corazón Santísimo de
  Jesús quiso otorgármela por encima de todo, apelando no a su severa justicia,
  sino sólo a su misericordia, que de otro modo no hubiera podido dármela; por
  eso, cuánto debo agradecer a ese Corazón del amantísimo Jesús y cómo debe
  parecerme todo peso ligero y toda pena suave, cuando se trata de procurarle
  un poco de gloria mediante el Instituto, verdadera tierra de promisión. 
10.  
  Debo proponerme alguna práctica especial cada
  día en reconocimiento del don de la vocación, y desde ahora desearé que todas
  mis penas cotidianas y los tristes sucesos que muchas veces me oprimen el
  corazón sean prenda de gratitud para el Corazón Santísimo de Jesús. 
11.  
  A tal fin, procuraré tener siempre el rostro
  alegre y no manifestar a los otros la tristeza de mi alma, para ofrecer un
  holocausto menos indigno a Aquel que, siendo feliz en sí mismo, deja el
  cielo, por decirlo así, para amarme a mí, su criaturilla miserable. 
12.  
  Debo cultivar continuos afectos de
  reconocimiento hacia mi buen Jesús, que en toda mi vida me ha colmado de
  beneficios muy grandes y muy misericordiosos. 
Hoy, a la luz del Corazón de
  Jesús, veo todas las ayudas especiales, los gestos singulares de bondad con
  que me ha rodeado siempre, y me viene espontánea la más ferviente gratitud;
  pero debo sentirla también en la aridez y en la oscuridad, y aunque me
  parezca estar abandonada de Dios, prometo hoy para siempre rebatir semejante
  pensamiento como sugerido por mi enemigo para llevarme al desaliento e
  impedirme el poco bien que podría hacer. 
13.  
  Debo familiarizarme cada vez más con el
  pensamiento de la muerte, que me ayudará a caminar en todas las cosas
  directamente a Dios. 
14.  
  Rechazaré como sugerido por el demonio el
  temor de que Dios me vaya a abandonar en el momento de la muerte, porque esto
  desdice de esa bondad infinita que el Corazón de Jesús me ha mostrado y por
  la que debo sentir constante gratitud. 
15.  
  En las pruebas de la vida debo procurar a toda
  costa conservar viva la confianza en el Corazón Santísimo de Jesús para no
  caer en el desaliento. El que confía debidamente no se desanima nunca. 
16.  
  La falta de confianza deshonra a Dios porque
  indica que Dios nos ha fallado, cuando esto es imposible; somos siempre
  nosotros los que fallamos y los que ponemos impedimentos a las operaciones de
  la gracia; por tanto, de ahora en adelante, en lugar de desconfiar, tendré
  una humilde confianza, segura de que cuanto más reconozca mi miseria, más
  extenso será el campo donde podrá obrar la bondad del Altísimo. 
17.  
  Prometo, Dios mío, hacer todo del mejor modo
  posible para complacer a vuestro amabilísimo Corazón, y si alguna vez
  inadvertidamente faltase, mediante esta promesa quiero resarcir a vuestro
  amor vilipendiado y hacer tantos actos de humildad y adoración cuantas hayan
  sido mis faltas. Aceptad, amantísimo Jesús mío, cada deseo mío que por
  vuestra bondad despertáis en mi alma, cada impulso que me dais como
  verdaderos actos de tiernísimo amor de vuestra verdadera Esposa. 
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