MI RETIRO 
en los Santos Ejercicios de este año 1884 
día 15 de agosto 
1.      
  Paratum cor meum, Deus, paratum cor meum. Sí,
  está preparado mi corazón, Dios mío; hablad, decidme lo que queréis; estoy
  dispuesta a cualquier sacrificio para crecer en vuestro amor y para procurar
  vuestra gloria. Corazón de mi Jesús, me abandono en ti. Habladme, instruidme,
  iluminadme. 
2.      
  Yo soy de Dios y debo servir a Dios. El bien
  que hago es Dios el que lo obra en mí; como el niño que escribe porque otro
  le conduce la mano y después sólo puede considerar suyas las manchas que la
  mano torpe e ignorante le hizo derramar a pesar del cuidado del maestro, así
  yo en todas mis obras no tengo de mío más que la miseria de las mismas,
  presente en ellas por mi total ignorancia y perversa naturaleza. ¿Podré
  entonces gloriarme por algún éxito que Dios me permite? 
Sería una monstruosidad de amor
  propio. 
3.      
  Si Dios es mi Dueño y puede hacer de mí lo que
  él quiera, puede consolarme y atribularme sirviéndose de las causas que a él
  le plazcan, y yo, como su perfecta esclava, estoy obligada a quedar
  indiferente de cualquier modo que quiera tratarme, y a alegrarme tanto en lo
  amargo como en lo dulce, teniendo presente que el Corazón de mi buen Dios es
  todo ternura para mí y que todo lo que permite lo hace siempre para mi mayor
  bien. 
Gracias a ti, mi buen Dios,
  porque me afliges en aquellas cosas en las que yo deseaba y me parecía justo
  esperar ayuda. Perdóname por tantas veces en que no me he doblegado
  inmediatamente a tu voluntad. 
4.      
  Doblegarse en aquellas cosas que repugnan a la
  naturaleza, al entendimiento, es verdadero mérito; pero plegarse en aquello que
  agrada a la naturaleza y halaga al amor propio constituye poco o ningún
  mérito, y muchas veces se amontona leña para el purgatorio. 
5.      
  Para conocer si cumplo bien de ahora en
  adelante la voluntad de Dios, me fijaré en este indicio: conservar externa e
  internamente una continua alegría dulce y serena conforme al carácter de
  verdadera Esposa de mi Jesús Crucificado. 
6.      
  Para no caer en pecado es preciso desconfiar
  siempre de nosotras mismas, de las virtudes que el amor propio nos hace creer
  que poseemos, y confiar puramente en la ayuda de Dios. 
7.      
  Mi vida no es ya mía, sino del Instituto, y
  estoy obligada, por tanto, a conservarla lo más sana posible, obedeciendo
  dócilmente cuando me aconsejan cuidarme y tener cautela; así en viernes, en
  lugar de no beber vino trataré de reprimir cuatro o cinco veces el amor
  propio. 
8.      
  Las culpas de las que estamos arrepentidas
  aparecerán cubiertas de perlas en el último día. 
9.      
  Sin el cumplimiento de las prácticas de piedad
  es imposible estar libres de defectos. 
10.  
  La obra de piedad más importante es el examen
  de conciencia, particular y general. No lo descuidaré nunca, a fin de poder
  humillarme continuamente. 
11.  
  Es preciso vigilar incesantemente el amor
  propio, porque sabe bien disfrazarse bajo forma de mayor bien, sobre todo en
  materia de obediencia, y no da tregua hasta hacernos caer en alguna falta
  externa o interna. 
12.  
  No debemos tener por grandes aquellas cosas
  que nos parecen tales, sino aquellas que agradan al Señor, aunque sean
  pequeñas y despreciables. San José y María no realizaron grandes cosas, pero
  en su humildad agradaron inmensamente al Altísimo hasta el punto de hacerse
  presente en medio de ellos. Oh María, oh San José, por vuestra inmensa virtud
  unidme estrechamente a Jesús, a fin de que mi alma tenga paz. 
13.  
  El alma que sigue a Jesucristo debe ser
  inalterable en cualquier circunstancia, en cualquier acontecimiento, por
  triste o alegre que sea. Si obra de otro modo, inquietándose o alegrándose
  según el cambio de las cosas, no tiene aún en sí el espíritu de Dios, sino el
  del amor propio, tan perjudicial en el camino de la perfección. 
14.  
  Es muy bueno invocar al Espíritu Santo con
  frecuencia para que dirija nuestro espíritu y nos ilumine en el camino recto. 
15.  
  Antes de corregir, es bueno reflexionar un
  instante sobre el modo mejor de hacerlo; entonces actuará la gracia. 
16.  
  Cristo en el Huerto nos enseña el modo de
  soportar los sufrimientos y el abandono total de todo consuelo humano. 
17.  
  Antes de recurrir a las criaturas en nuestras
  penas debemos recurrir a nuestro buen Jesús, si él no nos da consuelo suficiente,
  no va contra la perfección el dirigirnos luego hacia las criaturas que
  representan a Dios. Pero el alma, esposa de Jesús, ¿podrá decir que su Amado
  no le da suficiente consuelo? Sería un error grandísimo, imperdonable. Aunque
  el buen Jesús nos trate como quiera, aunque nos ponga bajo la prensa de la
  tribulación, El es siempre el objeto de nuestra predilección, y si El no nos
  bastase sería una mala señal. 
Libradme, oh Jesús amantísimo,
  de tan gran desgracia; os lo suplico con todo el corazón, con toda el alma. 
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1Cor 2,3 
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2Cor 12,1 
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