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jueves, 14 de noviembre de 2019

"Liberaos y alzad el vuelo" (10ma y última parte)






Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo
Codogno 2018




Capítulo 2:
“Liberaos y alzad el vuelo”
En el misterio de Dios





También la virtud de la caridad es parte de la dinámica del desapego:

“... el amor a Dios aumentará en vosotras y seréis un vasto incendio cuanto más despeguéis vuestro corazón y lo mantengáis suelto de todas las creaturas. El amor al prójimo, que es un rayo de la Divina Misericordia, lo poseeréis vosotras realmente cuando no exigiréis la calidad para vosotras, porque entonces vuestro amor será desinteresado y de la misma naturaleza de la que el querido Jesús tiene por vosotras”.[1]

El amor pone alas en los pies:

“Calentaos en el amor del corazón Santísimo de Jesús y, quién se sienta más árida, busque humillarse más, porque así se levantará de la tierra al cielo en el espíritu y allí encontrará la verdadera llama de amor digna de una buena religiosa”.[2]

En la caridad se pueden entender y desarrollar los votos de Castidad y Pobreza. En efecto, ¿qué otra cosa que el “desapego” de las ataduras desordenadas puede favorecer la donación incondicional a Dios? Castidad y Pobreza son precisamente expresiones de la libertad de espíritu de quien ha encontrado “la perla preciosa” (Cfr. Mt 13,46) y vende todo para poseerla:

“La perfección es un tesoro que se compra vendiéndolo todo”.[3]

Dios no es un sustituto de las muchas necesidades de nuestra naturaleza, sino que es un amor absoluto que da a cada uno una nueva capacidad de amar y de dedicación a los demás como único gran amor de su vida:

“Sin esfuerzo alguno custodiará su lirio aquella que, habiendo ordenado todos los afectos de su corazón, con el desapego de sí misma y de las creaturas, los han transformado en ángeles que vuelan, que vuelan continuamente desde ella al Creador por una mística escalera como la de Jacob, de la cual descienden siempre correspondidos y colmados nuestros afectos de Aquél que es todo nuestro bien y en ellos verdaderamente se complace”.[4]

Ciertamente cuando Dios atrae hacia sí a las personas, las hace crecer en el amor y las educa continuamente en su escuela.
El Papa Benedicto XVI expresa así la fuerza del amor que motiva cada aspecto de la vida cristiana:

“Si un hombre lleva en sí un gran amor, este amor le da casi alas, y soporta más fácilmente todas las molestias de la vida, porque lleva en sí esta gran luz; ésta es la fe: ser amado por Dios en Cristo Jesús. Este dejarse amar es la luz que ayuda a llevar las cargas de cada día. La santidad no es obra nuestra, muy difícil, más lo propio nuestro es sólo esta “apertura”: abrir las ventanas de nuestra alma para que la luz de Dios pueda entrar, no olvidar a Dios porque precisamente en la apertura a la luz se halla la fuerza, se halla la fuerza de los creyentes”. (catequesis del 16 de febrero de 2011) 



[1] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 81
[2] Cfr. Epistolario, Vol. 1°, Lett. 324
[3] Cfr. Pensamientos y Propósitos, pág. 217
[4] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 44-45


El capítulo completo lo encuentran en la carpeta "Material" o haciendo clic aquí



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