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jueves, 7 de noviembre de 2019

"Liberaos y alzad el vuelo" (9na Parte)






Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo
Codogno 2018




Capítulo 2:
“Liberaos y alzad el vuelo”
En el misterio de Dios




También en el natural apego a cuanto se realiza con tantos sacrificios, Madre Cabrini opone un muro de contención. Le dice a una Religiosa preocupada por la dificultad de una obra:

“No debes preocuparte demasiado por la obra, que si el Corazón Santísimo de Jesús la quiere, irá bien a pesar de todos los obstáculos y, si no la quiere, vosotras no dejaréis de preocuparos por su gloria de otra manera. Yo siempre tengo en qué ocuparme y mucho, no temáis y no apeguéis el corazón a ninguna de las obras que se os han confiado, solamente trabajad con entusiasmo hasta que la obediencia os mande salir de allí, sólo esto es el verdadero espíritu del que debe estar animada la verdadera Misionera.
Aquí el bien que se hace es bastante abundante cada día, pero si Jesús no quisiera esta obra yo la dejaría enseguida para emprender otra. Quiero lo que quiere el Sagrado Corazón y nada más, así llegaremos a la perfección y seremos doblemente bendecidas, también en aquellas obras que en el presente tenemos entre las manos”.[1]

En el progresar de la fe está el progresar de la esperanza que tiene como ejemplo a Abraham, el místico. “La vida mística es un camino de fe radical y existencial. Es el camino de Abraham, que abandonó su país y la casa de su padre para ir a la tierra que Dios le había indicado. Abraham creyó a Dios y esto le fue acreditado como justicia” (Rm 4,3). Él creyó en Dios y en él fueron bendecidas todas las naciones de la tierra... Creyó a Dios y por Dios, y espero en Dios y por Dios. Creyó porque creyó y esperó porque esperó. “Apoyado en la esperanza creyó contra toda esperanza y así se convirtió en padre para muchos pueblos” (Rm 4,18).[2]
Las alas de la “confiada esperanza” que Madre Cabrini propone a sus hijas aludiendo al desapego no sólo del pecado sino también de las consecuencias del pecado, son también las alas que conducen a la misión. Volar significa también estar preparadas para ir hacia los demás y llevar el Reino de Dios.
Y significa estar atentas a la voz del Esposo y escuchar en el encuentro con Él sus enseñanzas, aprendiendo en su Escuela la sabiduría del Reino.



[1] Cfr. Epistolario, Vol. 2°, Lett. 479
[2] William Johnston, Teología mística, ed. Appunti di viaggio, Roma, 2001, pág. 211-212


El capítulo completo lo encuentran en la carpeta "Material" o haciendo clic aquí



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