Capítulo 2:
“Liberaos y alzad el vuelo”
En el misterio de Dios
También en el natural apego a
cuanto se realiza con tantos sacrificios, Madre Cabrini opone un muro de
contención. Le dice a una Religiosa preocupada por la dificultad de una obra:
“No debes preocuparte demasiado por la obra,
que si el Corazón Santísimo de Jesús la quiere, irá bien a pesar de todos los
obstáculos y, si no la quiere, vosotras no dejaréis de preocuparos por su
gloria de otra manera. Yo siempre tengo en qué ocuparme y mucho, no temáis y no
apeguéis el corazón a ninguna de las obras que se os han confiado, solamente
trabajad con entusiasmo hasta que la obediencia os mande salir de allí, sólo
esto es el verdadero espíritu del que debe estar animada la verdadera
Misionera.
Aquí el bien que se hace es bastante
abundante cada día, pero si Jesús no quisiera esta obra yo la dejaría enseguida
para emprender otra. Quiero lo que quiere el Sagrado Corazón y nada más, así
llegaremos a la perfección y seremos doblemente bendecidas, también en aquellas
obras que en el presente tenemos entre las manos”.[1]
En el progresar de la fe está el
progresar de la esperanza que tiene como ejemplo a Abraham, el místico. “La
vida mística es un camino de fe radical y existencial. Es el camino de Abraham,
que abandonó su país y la casa de su padre para ir a la tierra que Dios le
había indicado. Abraham creyó a Dios y esto le fue acreditado como justicia”
(Rm 4,3). Él creyó en Dios y en él fueron bendecidas todas las naciones de la
tierra... Creyó a Dios y por Dios, y espero en Dios y por Dios. Creyó porque
creyó y esperó porque esperó. “Apoyado en la esperanza creyó contra toda
esperanza y así se convirtió en padre para muchos pueblos” (Rm 4,18).[2]
Las alas de la “confiada
esperanza” que Madre Cabrini propone a sus hijas aludiendo al desapego no sólo
del pecado sino también de las consecuencias del pecado, son también las alas
que conducen a la misión. Volar significa también estar preparadas para ir
hacia los demás y llevar el Reino de Dios.
Y significa estar atentas a la
voz del Esposo y escuchar en el encuentro con Él sus enseñanzas, aprendiendo en
su Escuela la sabiduría del Reino.
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