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jueves, 21 de noviembre de 2019

"Suene, suene tu voz..." (1ra Parte)


Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo
Codogno 2018




Capítulo 3:
"Suene, suene tu voz…":
En la escuela del Sagrado Corazón de Jesús





“Tenía una hermana de nombre María,
que, sentada a los pies del Señor,
escuchaba su palabra”.

(Lc 10,39)



La experiencia espiritual de Santa Francisca Cabrini nació en el contexto de la espiritualidad del Sagrado Corazón y se desarrolló y completo en su experiencia espiritual personal madurada en la vida misionera. Remitiendo en otro apartado un estudio en profundidad sobre los aspectos de esta espiritualidad asumidos por Madre Cabrini, es bueno señalar algunos que constituyen la espiritualidad del Sagrado Corazón y que son recurrentes en Madre Cabrini.
El Sagrado Corazón es el centro de todo.  escribe el Padre Charles A. Bernard, especialista en la teología del Sagrado Corazón citando a otros expertos: “Según la presentación del diccionario de los símbolos, “el corazón, órgano central del individuo, corresponde en modo muy general a la noción de centro” y, por su parte, el símbolo de centro resulta fundamental: es el origen de donde irradia la energía; en su dimensión cósmica en el Principio, el Real absoluto; el eje del mundo se articula sobre él; en su dimensión antropológica es fuente de vida; en la persona es el lugar secreto de la libertad y del amor. Conforme a las leyes de la actividad simbólica, no es necesario que aquel que contempla los símbolos tenga conciencia clara de su significado para participar de su dinamismo”[1]. Sería interesante ver hasta qué punto la Santa de los emigrantes ha hecho referencia explícita a la espiritualidad inherente al Sagrado Corazón, de Jesús cuando dice:

“Tratad de tener vuestro espíritu fijo en Dios, y haced, en lo que esté de vuestra parte, que vuestro corazón se pose en Él como su centro.”[2]

Nuestra reflexión quiere ver la experiencia cabriniana de modo intuitivo,  así como  la vivió ella misma y como la transmitió a su Instituto. Según el autor citado anteriormente, la centralidad del Corazón de Cristo se refiere al misterio pascual, centro de la historia de salvación, misterio que se expresa en la Cruz y, por lo mismo, al misterio del Corazón traspasado (Cfr. Jn 19,34) al cual Madre Cabrini hará continua referencia.
Otra simbología que emerge de la espiritualidad del Sagrado Corazón se refiere a los “ríos de agua viva” (Cfr. Jn 7,37-38) y los teólogos frecuentemente se refieren al texto de Ezequiel sobre el “corazón nuevo” (Ez 36,26) y al texto de Jeremías (Jr 31,33). Bernhard Haring comenta:

La imagen de los “ríos de agua viva”, que brotan del Corazón traspasado de Jesús, para luego derramarse sobre los corazones de los creyentes, forma parte del patrimonio de la historia de la devoción al Sagrado Corazón. Con la apertura del Corazón del Redentor, que ha latido de amor y ha sufrido por nosotros hasta el último respiro, se concluye el primer acto de la glorificación del Padre y de Jesús en el misterio pascual, a los que sigue la gloriosa resurrección del señor y el envío del Espíritu Santo. Los creyentes beben en la fuente de la salvación el gran regalo de La redención, el Espíritu Santo, que hace a nuestro corazón capaz de amar y lo enciende con la llama del amor que arde en el Corazón de Jesús. “El amor de Dios ha sido derramado en abundancia en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5,5) prometiéndonos la plenitud del Espíritu Santo como don específico hecho a los creyentes, Jesús nos invita expresamente a apagar nuestra sed en Él. La primera cosa que se nos pide es apagar nuestra sed de amor redimido y redentor en la fuente de la salvación. Es el mismo Jesús quién nos invita: “Quien tenga sed, venga a mí y beba” (Jn 7,37). El Espíritu Santo y el ministerio salvador de la Iglesia prolongan continuamente el eco de tal invitación y, quien lo entiende y bebe en el río de la salvación, a su vez debe transmitirlo a los demás.”[3]



[1] P. Charles Bernard, “Il cuore di Cristo e i suoi simboli”, ed. C.d.C., Roma 1982, pág. 92
[2] Cfr. “La Stella del Mattino”, pág. 116
[3] B. Haring, “Il Sacro Cuore di Gesú e la salvezza del mondo”, pág. 106-108




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