Capítulo 3:
"Suene, suene tu
voz…":
En la
escuela del Sagrado Corazón de Jesús
“Tenía una hermana de nombre María,
que, sentada a los pies del Señor,
escuchaba su palabra”.
(Lc 10,39)
La experiencia
espiritual de Santa Francisca Cabrini nació en el contexto de la espiritualidad
del Sagrado Corazón y se desarrolló y completo en su experiencia espiritual
personal madurada en la vida misionera. Remitiendo en otro apartado un estudio
en profundidad sobre los aspectos de esta espiritualidad asumidos por Madre Cabrini,
es bueno señalar algunos que constituyen la espiritualidad del Sagrado Corazón
y que son recurrentes en Madre Cabrini.
El Sagrado
Corazón es el centro de todo. escribe el Padre Charles A. Bernard,
especialista en la teología del Sagrado Corazón citando a otros expertos: “Según
la presentación del diccionario de los símbolos, “el corazón, órgano central
del individuo, corresponde en modo muy general a la noción de centro” y, por su
parte, el símbolo de centro resulta fundamental: es el origen de donde irradia
la energía; en su dimensión cósmica en el Principio, el Real absoluto; el eje
del mundo se articula sobre él; en su dimensión antropológica es fuente de vida;
en la persona es el lugar secreto de la libertad y del amor. Conforme a las
leyes de la actividad simbólica, no es necesario que aquel que contempla los
símbolos tenga conciencia clara de su significado para participar de su
dinamismo”[1].
Sería interesante ver hasta qué punto la Santa de los emigrantes ha hecho
referencia explícita a la espiritualidad inherente al Sagrado Corazón, de Jesús
cuando dice:
“Tratad de tener vuestro espíritu fijo en
Dios, y haced, en lo que esté de vuestra parte, que vuestro corazón se pose en Él
como su centro.”[2]
Nuestra reflexión
quiere ver la experiencia cabriniana de modo intuitivo, así como la vivió ella misma y como la transmitió a su
Instituto. Según el autor citado anteriormente, la centralidad del Corazón de
Cristo se refiere al misterio pascual, centro de la historia de salvación,
misterio que se expresa en la Cruz y, por lo mismo, al misterio del Corazón
traspasado (Cfr. Jn 19,34) al cual Madre Cabrini hará continua referencia.
Otra simbología que emerge de la espiritualidad
del Sagrado Corazón se refiere a los “ríos de agua viva” (Cfr. Jn
7,37-38) y los teólogos frecuentemente se refieren al texto de Ezequiel sobre
el “corazón nuevo” (Ez 36,26) y al texto de Jeremías (Jr 31,33).
Bernhard Haring comenta:
La imagen de los “ríos de agua viva”, que brotan del Corazón
traspasado de Jesús, para luego derramarse sobre los corazones de los
creyentes, forma parte del patrimonio de la historia de la devoción al Sagrado
Corazón. Con la apertura del Corazón del Redentor, que ha latido de amor y ha
sufrido por nosotros hasta el último respiro, se concluye el primer acto de la
glorificación del Padre y de Jesús en el misterio pascual, a los que sigue la
gloriosa resurrección del señor y el envío del Espíritu Santo. Los creyentes
beben en la fuente de la salvación el gran regalo de La redención, el Espíritu
Santo, que hace a nuestro corazón capaz de amar y lo enciende con la llama del
amor que arde en el Corazón de Jesús. “El amor de Dios ha sido derramado en
abundancia en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”
(Rm 5,5) prometiéndonos la plenitud del Espíritu Santo como don específico
hecho a los creyentes, Jesús nos invita expresamente a apagar nuestra sed en
Él. La primera cosa que se nos pide es apagar nuestra sed de amor redimido y
redentor en la fuente de la salvación. Es el mismo Jesús quién nos invita:
“Quien tenga sed, venga a mí y beba” (Jn 7,37). El Espíritu Santo y el
ministerio salvador de la Iglesia prolongan continuamente el eco de tal
invitación y, quien lo entiende y bebe en el río de la salvación, a su vez debe
transmitirlo a los demás.”[3]
[1] P.
Charles Bernard, “Il cuore di Cristo e i suoi simboli”, ed. C.d.C., Roma 1982, pág.
92
[2] Cfr.
“La Stella del Mattino”, pág. 116
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