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jueves, 5 de marzo de 2020

"Ardientemente, velozmente" (4ta y última parte)


Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo
Codogno 2018





Capítulo 4:
"Ardientemente, velozmente":
El ritmo del amor





Pero donde Madre Cabrini bate todos los records del verbo “correr”, es en las fundaciones. Sus cartas están llenas de “hacedlo pronto”, porque aquella ocasión puede esfumarse, porque el correo parte, porque si se pierde el tren o aquel autobús se debe esperar a otro día, porque los hijos de las tinieblas son más astutos que los de la luz, porque la obra debe comenzar y no están las Hermanas, porque se necesita pedir enseguida aquel permiso, encontrar aquel dinero, curar enseguida a aquella Hermana, salir de inmediato a una nueva misión:

“Pronto, pronto, hijas, no hay tiempo que perder, sois Misioneras, derramad el suave perfume de vuestro nardo en toda la casa y, con las oleadas de sus aromas celestiales, tratad de purificar la tierra infectada de pestilencias y mortales exhalaciones.”[1]

Sin embargo, el ritmo frenético se concilia bien con una gran paz interior que, al mismo tiempo que reconoce que necesita actuar deprisa, no debe ser un “desahogo de la naturaleza”, ni una inquietud excesiva causada por una ansiedad desmedida. La necesidad es buscar la gloria de Dios:

“... tengo prisa, tengo por ahí cientos de cosas que hacer para ir tras las bendiciones del Sagrado Corazón de Jesús.”[2]

También la actividad tiene que estar regulada por la recta intención y el discernimiento necesario para saber si el actuar corresponde a lo que Dios quiere. El “correr” se rige sobre todo por la voz de la obediencia:

“Fortalece, ¡oh Jesús! mi débil e inestable voluntad, para que enérgicamente quiera lo que Tú quieres, y sepa rechazar lo que a Ti no te gusta; custodia tú mismo mi tabernáculo que en otro tiempo te consagré.”[3]

El deseo urgente en el corazón es el que hace exclamar a Madre Cabrini:

“si pudiera alargar los brazos y abrazar el mundo para dártelo.”[4]

El ritmo del amor de Madre Cabrini siempre está regulado por la obediencia. En su trabajo, en las dificultades, en las desilusiones, se presentan ante ella las directrices fundamentales de su actuar: la voluntad de su Señor, la salvación de las almas, la voz de la obediencia. Correr o “volar” incluso cuando las cosas van mal, no pensar mucho en las decepciones, como dijo tras el exilio de Nicaragua:

“debemos permanecer aquí con las alas listas para volar cuando nos exilien, porque es muy probable.”[5]

Y este horizonte representa la visión de la Misionera del Sagrado Corazón:

“Por más difícil que sea una obra, yo la pongo en el Corazón Adorable de mi dulce Jesús y entonces con seguridad descanso tranquila, aún estando lejos, sabiendo bien que Él sabe hacer las cosas y completa cualquier obra que yo deseo para su gloria. Sobre el campo yo trabajo con toda mi alma, pero cuando la obediencia me lleva lejos de allí, para ir a trabajar a otra parte, cuya mies ya está madura, yo desconfiaré del primero; porque, amando tanto a mi amado Jesús, confiaré que les dará mucha ayuda y entusiasmo a nuestras queridas Hermanas para lograr llevarlo a cabo.”[6]

Correr por el camino de la voluntad del señor es posible al ritmo del amor que no desgasta, porque participa de una fuerza que es Dios, también porque la meta se hace cada vez más clara: confiar ciegamente en el Sagrado Corazón de Jesús…

“que guía el barco del Instituto cuando se sienta en la popa el Corazón de Jesús.”[7]

y hacer todo a la mayor gloria del Corazón Santísimo de Jesús.



[1] Cfr. Epistolario, Vol. 1°, Lett. n. 423
[2] Cfr. Epistolario, Vol. 5°, Lett. n. 1877
[3] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 163
[4] Cfr. Pensamientos y propósitos, pág. 91
[5] Cfr. Epistolario, Vol. 2°, Lett. n. 712
[6] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 412
[7] Cfr. Epistolario, Vol. 2°, Lett. n. 713

El capítulo completo lo encuentran en la carpeta "Material" o haciendo clic aquí.





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