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jueves, 12 de marzo de 2020

El "celo devorador" (1ra Parte)




Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo
Codogno 2018






Capítulo 5:
El "celo devorador":
Todo a la Mayor Gloria del Corazón SS. de Jesús




“Esta es la vida eterna:
que te conozcan a ti, único Dios verdadero,
y a tu enviado Jesucristo.
Yo te he glorificado en la tierra,
llevando a cabo la obra que me encomendaste”.
(Jn 17,3-4)



Como se ha reiterado tantas veces, en la enseñanza de Madre Cabrini no hay lugar para las cosas abstractas, para las palabras sin hechos, para las discusiones estériles y sin efectos. El fin de cada pensamiento y de cada sentimiento tenía que ser el celo por la salvación de las almas:

“El celo por la salvación de las almas debe llenar totalmente mi corazón como Salesiana Misionera del Sagrado Corazón de Jesús.”[1]

Tampoco hay lugar para una santidad etérea, hecha de aspiraciones engañosas o de sueños heroicos, cuando no se es capaz de aceptar la voluntad de Dios, siempre, en lo cotidiano, en la aceptación madura del trabajo diario.

“No importa hacer cosas grandes y excepcionales, sino que todo consiste en hacer bien lo que Jesús quiere de nosotras, en el modo en que lo quiere y en las circunstancias que Él quiere.”[2]

E incluso una atención obsesiva a la propia perfección, con la mejor voluntad de agradar a Dios, es algo que vale la pena, pero sólo si va acompañado de lo que ella llama

“celo devorador para la Mayor Gloria de Dios y para la salvación de las almas.”[3]

Este celo devorador acompañó siempre la obra cabriniana y el compromiso de sus Hijas. Las Religiosas, especialmente la primera generación y parte de la segunda, tenían tan claro este objetivo, que no había ocasión que no sirviera para este propósito. Siguiendo las enseñanzas de Madre Cabrini, las Misioneras maduraron en gran profundidad espiritual, con fuertes virtudes cristianas y heroica capacidad de ofrecerse a sí mismas para la salvación de las almas. Madre Cabrini conocía las necesidades de la Iglesia de su tiempo y quería ayudar con sus pocas fuerzas:

“Su santidad León XIII, mirando desde lo alto de su trono a la cristiandad, las llagas que la afligen, los males que deben eliminarse y el bien que se debe promover, no ha encontrado nada mejor que confiar el mundo al Corazón de Jesús con solemne consagración, a aquel Corazón Divino, llama del amor ardiente, víctima de expiación por nuestros pecados y cuya ofrenda no puede dejar de ser bienvenida en el cielo, mientras el mismo Padre eterno ha declarado hallar en Él sus complacencias.
Misioneras del Corazón de Jesús, responded al grito que ha salido del Vaticano y vibra a través de los espacios en los más remotos territorios, grito al que no hay corazón que no haya respondido. El mundo consagrado al Corazón de Jesús ¡quién sabe cuántas gracias lloverán sobre él! Secundad el impulso que el Vicario de Cristo os ha dado. Generosas, ardientes de caridad, disponeos a llevar, como lo habéis prometido en vuestra consagración, el conocimiento del Corazón de Jesús hasta los últimos confines de la tierra y a llamar afortunado a aquel día en que se os dará sufrir mucho por una causa santa. Buscad nuevas reclutas para vuestras filas, pero que sean almas generosas que se midan por la generosidad del Corazón de Jesús, el cual como buen capitán, las conducirá por caminos empinados y abruptos, frecuentemente les dará ocasión de combatir y, en la posesión de su Reino gozoso que es el reino de paz y alegría, les dará a gustar un sabor dulce como lo es el señor para aquellos que le han amado y servido.”[4]



[1] Cfr. Pensamientos y propósitos, pág. 69
[2] Cfr. Pensamientos y propósitos, pág. 190
[3] Cfr. Pensamientos y propósitos, pág. 160
[4] Cfr. Epistolario, Vol 3°, Lett. n. 987





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