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jueves, 30 de abril de 2020

El "celo devorador" (8va Parte)



Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo
Codogno 2018




Capítulo 5:
El "celo devorador":
Todo a la Mayor Gloria del Corazón SS. de Jesús




En sus Propósitos Madre Cabrini anotaba:

“Cuando no son escuchadas las palabras, recurramos a la oración. Digamos al Corazón de Jesús que Él toque los corazones de las creaturas, y ¡cuánto mejor que nosotros la hará Él!”[1]

Este sufrimiento puede turbar cuando se ve la urgencia y las pocas fuerzas que tenemos. Visitando los indígenas de Centro América, Madre Cabrini sentía la tristeza de no poder quedarse con ellos:

“Y un sentimiento de íntima pena me oprimía el corazón al no poder, por el momento, quedarme entre ellos y dedicarme su cultura espiritual e intelectual por falta de misioneras. Actualmente son ya más de cuatrocientas las Misioneras del Sagrado Corazón que trabajan noche y día en Estados Unidos y, sin embargo, son como un manojo de espigas en un campo inmenso. ¡Que el Sagrado Corazón de Jesús nos conceda el que, para mayor gloria suya y salvación de las almas por Él redimidas, vengan muchas almas generosas a enrolarse en nuestras filas bajo la bandera del Sagrado Corazón! Hay campo aquí para todas, para cualquier actividad, para todos los talentos, para todas las inclinaciones. Aquella que se consagra a Jesús como Misionera suya, dispuesta desplazarse hasta los últimos confines de la tierra para llevar su nombre, aún con el sacrificio de los más queridos afectos y de la misma vida, es verdadera heroína, en cuyo corazón está viva la llama de la caridad. Ella no atrofia su propio corazón, ni pone bajo la ceniza la vívida chispa de inteligencia con la que Dios le ha dotado; al contrario, la llama encendida en el corazón se convierte en verdadero volcán de caridad que todo lo incendia: esa chispa se hace una brillante antorcha de cuya luz huyen las tinieblas, y las almas errantes descubren el camino. Feliz aquella que pueda presentarse ante el tribunal de Dios seguida de un gran número de almas salvadas por mediación suya.”[2]

Un fruto del cielo devorador es precisamente el desarrollo de las capacidades naturales puestas al servicio del Reino. La concienciación que Madre Cabrini ha tratado de realizar en las personas que comparten su ideal en sintonía con lo que dice el Evangelio (cfr. Mt 25,14-30), es la realización de sí misma que, admitiendo su propia incapacidad, crea las condiciones para un compromiso gozoso y cordial:

“Él demanda con justicia que nosotras pongamos a fructificar estos talentos para que produzcan cuanto deben. El campo de nuestras almas en el que se siembra la buena semilla de trigo no tiene en todas la misma fertilidad; unas no pueden hacer más que diez, otras veinte o sesenta y uno, otras hasta cien. Estos grados de fertilidad son un regalo que Dios se complace en repartir a las almas, según el designio que tiene sobre cada una. Pero acordaos bien que a nosotras concierne el sacar de este regalo de Dios, el provecho que Él tiene derecho a esperar, y es nuestra culpa, y esto nos debe avergonzar, si la ganancia no responde a la medida de los talentos, ni la mies a la fertilidad del terreno por falta de cooperación.”[3]

El secreto será siempre el amor que impulsa a la acción desde dentro. Un amor basado en el Corazón de Jesús y por lo tanto constante y perseverante, incluso en la insatisfacción. Madre Cabrini sabe que tiene que apoyar a las Hermanas en el celo e insiste:

“A la obra pues, hijas, lanzad en medio de estas legiones de jóvenes el grito de alarma ¡a la mayor gloria del Corazón de Jesús! Mostradles los intereses de este Corazón Divino esparcidos por toda la tierra, almas que a Él le han costado tormentos y muerte y se pierden por falta de alguien que les conduzca por el recto camino, mentes desviadas por el error y que una palabra animada del espíritu divino, puede vislumbrar la búsqueda de la verdad y miles de otros sagrados intereses que las almas amantes del Corazón de Jesús tienen que tomarse en serio.”[4]



[1] Cfr. Pensamientos y Propósitos, pág. 69
[2] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 557-558
[3] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 193-194
[4] Cfr. Epistolario, Vol 3°, Lett. n. 987

El capítulo completo lo encuentran en la carpeta "Material" o haciendo clic aquí.





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