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jueves, 7 de mayo de 2020

El "celo devorador" (9na Parte)



Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo
Codogno 2018




Capítulo 5:
El "celo devorador":
Todo a la Mayor Gloria del Corazón SS. de Jesús




El celo devorador tiene otras expresiones importantes: además de la oración, el culto a la Eucaristía. Al inicio del mes de junio de 1895, Madre Cabrini se encuentra de viaje de New Orleans a Panamá. El mes dedicado al Sagrado Corazón le inspira espléndidas reflexiones que aclaran todavía mejor su ímpetu misionero y el celo por la salvación de las almas que ella siente:

“Este es el mes del amor y el amor nos debe transformar completamente. Pero ¿cuáles son los medios necesarios para obtener esta feliz transformación? Lo primero es acercarse con espíritu de humildad y confianza al Sagrado Corazón de Jesús; en segundo lugar dejar obrar en nosotros su gracia, siguiendo sus impulsos con fidelidad y constancia. En la oración y en el impulso de nuestra alma, el buen Jesús, por la bondad de su Divino Corazón, nos iluminará repetidamente para que podamos reconocer nuestras fealdades y miserias, y no debemos huir asustadas por el conocimiento de nosotras mismas, sino que con humildad rogaremos a Jesús que se digne librarnos de nuestras miserias. No nos desanimemos por vernos tan lejos de la perfección del santo Amor, porque Jesús, que desea comunicárnoslo, también está dispuesto a ayudarnos en nuestro esfuerzo. Le basta con que recurramos a Él con sincera voluntad de corresponder a su gracia y nos confiemos totalmente a su amor.”[1]

Sobre la oración han sido ya aportadas algunas referencias y, como se ha dicho, la oración era el alma de la actividad apostólica de Madre Cabrini. No se trataba de rezar algunas horas al día, sino de “hacer siempre todo con Jesús”. En el espíritu de San Pablo: “Y todo lo que de palabra y obra realicéis, sea todo en el nombre de Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de Él” (Col 3,17). Con la oración, la misionera llega mucho más lejos que con el pensamiento y la obra:

“La oración es la misteriosa escalera de Jacob, que desde la tierra se eleva al cielo y por la cual ascienden y descienden los ángeles elegidos para asistirnos; transmiten a Dios nuestros votos, gemidos y suspiros, descendiendo después de aquel trono altísimo con resultados de gracia y misericordia para nosotros. Sí, la oración abre los cielos, cierra el infierno, abre las cárceles del purgatorio, abre los tesoros celestiales, detiene la indignación de Dios, calma su cólera, lo vuelve bondadoso y clemente con sus creaturas. La oración atrae hacia la tierra las celestiales bendiciones, cambia la suerte humana, hace felices y prósperas las naciones y sostiene a las familias Religiosas. Con la oración, la Misionera del Sagrado Corazón puede hacer el bien a todos y cumplir fielmente su misión… Sus riquezas no tienen número, sus gemas son inestimables, sus margaritas son brillantísimas; recogedlas todas y que ninguna se os caiga jamás de las manos: sabed atesorarlas.”[2]

La oración por excelencia en este estilo de espiritualidad, se expresa en la celebración eucarística y en la adoración al Santísimo Sacramento que son los pilares sobre los que se fundamenta la oración cabriniana. De esto se deduce que Madre Cabrini recibía el verdadero alimento de su espíritu misionero en la Eucaristía:

“En el secreto de los Santos Tabernáculos, el amoroso Corazón de Jesús está observando todas nuestras necesidades y para ayudarnos no espera otra cosa que vernos a sus pies muy confiadas para unir nuestras plegarias a las suyas.”[3]

En estos coloquios eucarísticos se encuentra la síntesis cabriniana: acción-contemplación, oración-vida, pasión por Dios y pasión por la humanidad. La actividad apostólica no es una simple carrera para hacer el bien sostenida por la satisfacción del corazón, es un empeño estresante, cargado de contradicciones y de desilusiones. El encuentro con Jesús eucarístico es un verdadero consuelo para quien tiene fe, porque se sumerge en el misterio de Dios que adorado en sí mismo y en la propia interioridad, se hace real en el misterio eucarístico:

“Corramos, hijas, corramos a menudo al Tabernáculo, como el ciervo sediento corre a la fuente de aguas vivas. Mientras vivamos en este destierro, lejos de la patria celestial, no nos demos paz si no nos estrechamos al Corazón de aquel que amamos ardientemente, como verdaderas Esposas y Misioneras de su divino Corazón. Vayamos siempre al divino Corazón, pensemos en Él, corramos hacia Él, suspiremos por Él únicamente y siempre, porque la vehemencia del amor de Jesús por nosotras, los prodigios de invención de su amante Corazón para con nosotras, son algo maravilloso. Correspondámosle y digámosle a menudo: ¡Oh, amor único de mi alma, Tú me iluminaste con tu luz, y yo te conocí; Tú me atrajiste con caridad suave y yo vine a Ti, y te sirvo; Tú dijiste a mi corazón: “ámame” y yo, afortunada, te amo y siempre quiero amarte más; Tú me amas sin mí, porque eres Dios, y yo no puedo amarte sino contigo, porque soy tu creatura. Yo bebo en la fuente de las aguas que vienen de Ti, te deseo, contigo pienso en Ti, contigo soy tuya, porque eres mío! ¡Mi amado todo lo puede, todo lo sabe, todo lo posee! Él es inmortal, incircunscripto, inmutable, incomprensible, inefable, inestimable y su bienaventuranza es eterna.”[4]



[1] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 226-227
[2] Cfr. Pensamientos y Propósitos, pág. 220-221
[3] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 228
[4] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 229

El capítulo completo lo encuentran en la carpeta "Material" o haciendo clic aquí.




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