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jueves, 11 de junio de 2020

"Todo lo puedo en Aquel que me conforta" (3ra parte)


Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo
Codogno 2018




Capítulo 6:
“Todo lo puedo en Aquél que me conforta”:
Perderse para encontrarse en Dios




La confianza debe ser una actitud constante que acompañe cada acto de nuestra vida y es el apoyo que hace ir hacia adelante, es un ejercicio de fe:

“Hacedlo con empeño y no os canséis por las dificultades que, naturalmente, se encuentran. Cuando os digan que no, tenéis que continuar mejor, como si dijeran que sí, y golpeando siempre el mismo clavo, al final entrará. Lo más importante es que vuestra confianza no disminuya, es más, debe crecer ante las dificultades, porque precisamente ese es el estilo de los santos. “Si tenéis fe como un grano de mostaza, transportaréis las montañas”. Ánimo pues, siempre adelante, por muchas que sean las dificultades, reíos de ellas y poned mayor empeño”.[1]

Pero la confianza no es un medio eficaz para el propio éxito sino en una mínima parte, porque a la larga las personas experimentan su propia debilidad y llegan a sentir la frustración del fracaso. La confianza a la que alude Madre Cabrini está unida al “celo devorador” por el Reino de Dios:

“¡Qué grato es al Espíritu Santo ver almas fervorosas que se empeñan en dilatar el Reino de Jesucristo!  Es un obsequio divino que nosotras le hacemos cada vez que inducimos a un pecador a su conversión; cada vez que insertamos en los corazones de los católicos un conocimiento, una idea más clara de Jesús. Trabajad, trabajad incansablemente sin cansaros por la salvación de las almas; porque la gracia de Espíritu Santo trabaja con vosotras, reza con vosotras, os comunica sus luces, sus gracias y sus tesoros.
Si sois verdaderamente celosas, os iluminará de veras con su luz divina, os asistirá en vuestras obras y trabajos, os sostendrá en los riesgos, os defenderá de los enemigos internos y externos y os confirmará en su virtud. Tened confianza, una gran confianza; fe y confianza, hijas mías, y oración constante, y el Espíritu Santo con su inmensa caridad se difundirá en nuestros corazones, en nuestras almas, para hacerlas fuertes de su misma fortaleza”.[2]

La confianza en el Corazón de Jesús es siempre portadora de valentía, de deseo de bondad, de optimismo.
Pero es particularmente esencial en las dificultades:

“Mientras seamos fieles a nuestra vocación, Jesús siempre estará en medio de nosotras, el pecho nos arderá y nos quemará el corazón de gran amor divino. Quizá, Jesús, alguna vez, probará nuestra fe y nuestro amor permitiendo la tentación y la tribulación; pero si somos fieles a nuestro juramento y si, confiadas, le invocamos, no olvidando que la fuente y la causa de todo bien está en medio de nosotras, Él pronto nos consolará y nos dejará inundadas de su luz y de celeste gozo”.[3]




[1] Cfr. Epistolario, Vol 3°, Lett. n. 983
[2] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 238-239
[3] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 368

El capítulo completo lo encuentran en la carpeta "Material" o haciendo clic aquí.


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