Capítulo 7:
En la espiritualidad cabriniana lo importante es la confianza en María Santísima como Madre del Consuelo para los pueblos afligidos, para los momentos oscuros de la vida, para la lucha que siempre se debe mantener contra los poderes del mundo:
“Sin embargo, los engaños del espíritu maligno son muchos y por eso hay que desconfiar de sí mismo y estar en guardia ante todo principio de seducción aunque sea remoto. Para mantenerme segura contra cada escollo desconfiaré continuamente de mí misma, de mi fuerza y de mi supuesta virtud, suplicando continuamente la ayuda de mi Jesús y de la Virgen Inmaculada, mi Madre de las Gracias, para que me ayuden, me inspiren, me conforten y me conduzcan siempre por el camino recto.”[1]
Y recomienda:
“No
os desaniméis si os veis deficientes, que eso procede del orgullo y de la
excesiva confianza en sí misma, corred a María y después cada vez seréis más
generosas.”[2]
“María es nuestro refugio, el baluarte seguro en los peligros, la medicina de nuestros males, nuestra ayuda, nuestra luz, nuestra guía. Confiemos, confiemos siempre en esta poderosa Reina que por fortuna para nosotras, es nuestra especial Madre.”[3]
Madre Cabrini aconsejaba también para sus
propias instituciones pedir la protección de María y promover continuamente la
devoción entre las jóvenes y los niños, por eso todos los centros educativos
cabrinianos eran muy fervientes de las congregaciones marianas. Así los jóvenes
podían encontrar en María una guía y un modelo desde niños.
La insistencia en la imitación de las virtudes de María Santísima, así como de la virtud en general, era una forma de educación ética que debía formar el comportamiento según el mensaje evangélico. Las virtudes teologales, sobre todo: la fe, la esperanza y la caridad, eran la base de toda la formación cristiana y de la relación con Dios y con el prójimo:
“Pedid siempre a Dios que reavive vuestra fe, fortalezca vuestra esperanza y encienda en vuestro corazón la caridad. Con fe viva no faltaréis de esperanza; animadas de fe viva y de confiada esperanza en Dios, no podréis no amarlo, y vivificadas de estas tres virtudes, avanzaréis fácilmente en el camino de la perfección.”[4]
El sólido sistema de la pedagogía de Madre
Cabrini hace referencia a “la casa construida sobre la roca” (cfr. Lc 6,47).
Una pedagogía basada en la persuasión, la motivación serena y sin
restricciones, y también sobre la base de fuertes virtudes cristianas que
tienen en María Santísima el modelo más adecuado.
Por lo tanto, las virtudes cristianas son la base del comportamiento ético de acuerdo a la Carta de San Pablo donde habla de la vida según “el Espíritu” (cfr. Gal 5,16-26), un camino ascético que dispone para ir al encuentro con Dios más auténtico, a “la libertad cristiana” que da la fuerza de hacer “grandes cosas con Dios”, pero siempre sostenida por la confianza en Dios:
“Quien
faltase de confianza sería semejante a una casa sin cimientos, a una torre de
piedras simples, sin base y sin cemento, las cuales caerían al mínimo empujón u
oscilación de la tierra.”[5]
[1] Cfr. Pensamientos y Propósitos, pág. 132
[2] Cfr. Epistolario, Vol 1°, Lett. n. 294
[3] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 443
[4] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 111
[5] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 100
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