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jueves, 19 de noviembre de 2020

Una espiritualidad eclesial para Laicos (4ta parte)

 

Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo, Codogno 2018



Capítulo 14:

Una espiritualidad eclesial para Laicos

Según el espíritu de Santa Francisca Cabrini





Sin embargo Madre Cabrini, despertando los talentos de las personas, comprendía que no todos podían tener vocación a la vida religiosa y les motivaba a ser misioneras con su profesionalidad, sus talentos y sus capacidades.

En la fundación del Hospital Columbus de Chicago confió en la profesionalidad del Dr. Murphy como Director General, sin exigirle otra cosa que su deber y una estrecha observancia del Reglamento:

“Cuando llegué, el distinguido profesor Murphy, presidente del Hospital, me preguntó cómo había encontrado a mis niños. Con esto quería aludir a los muchos doctores que allí trabajan día y noche. Con satisfacción por mi parte y por la suya, pude responderle que estaba contenta. Y eso que aquí no se trata de niños, sino de médicos y cirujanos de todas las edades, algunos de ellos verdaderas celebridades mundiales. Es una maravilla ver cómo todos se someten al reglamento que yo, después de haber estudiado bien las condiciones del país, les he impuesto y que exijo que se observe estrictamente.”[1]

Un ejemplo significativo de su capacidad para evaluar los talentos de los demás, lo tenemos en las relaciones que Madre Cabrini tuvo con Doña Elena Arellano[2], una rica señora que ayudó a la Madre en la fundación de Nicaragua y que parecía que quisiera entrar entre las Misioneras del Sagrado Corazón como Religiosa. Madre Cabrini, conociéndola, en un primer momento la animó a entrar, podría llegar a ser una buena Misionera; pero luego dejó de animarla, viendo que Elena Arellano podía ser misionera permaneciendo como una laica libre.

Así escribe a la superiora de Granada:

“¿Y Doña Elena? ¿está decidida a entrar ahora? Si tiene una sola duda todavía, es mejor que espere un poco. Dile que parece que será mejor esperar a ver si puede reubicar a los padres primero, porque una vez entrada no debe pensar más en nada, excepto en su perfeccionamiento espiritual. Por tanto que lo piense bien y cuando, después de serias reflexiones se sienta inspirada a abandonar todo: parientes, amigos, relaciones y hasta las obras buenas que podría hacer, entonces podrá entrar; de otra forma, es mejor que espere. Si después, un día hubiera decidido precisamente abandonar todo otro pensamiento y decidiera entrar, recordad que no tiene que pensar en el interés ni saber nada de los intereses, si o se derrumbaría ella misma y tal vez también el Instituto. Esto es una llamada para ti en todo caso. Yo no estoy todavía completamente convencida de que haya abandonado todo intento de pensar en otras cosas, porque he visto demasiados cambios en pocos meses y si tú estás atenta, verás que, tal vez todavía es así; que los pensamientos de una semana no son los mismos que los de la otra.”[3]

De hecho, después de haber insistido todavía durante algún tiempo, Madre Cabrini se convenció de que Doña Elena Arellano era más indicada para vivir como laica cristiana. Después del destierro de las Misioneras, la señora continuó con su obra de beneficencia y de formación, recurriendo a diferentes estrategias para garantizar la educación católica en Nicaragua frecuentemente dirigida por gobiernos de tendencia masónica.



[1] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 575

[2] Elena Arellano (1836-1911): Noble dama nicaragüense que ayudó a Santa Francisca Cabrini en la fundación de Nicaragua en 1891. No pudiendo hacerse religiosa, se dedicó a las obras de caridad, ayudando a todas las Congregaciones Religiosas masculinas y femeninas que llegaron a Nicaragua, compartiendo con ellas sufrimientos y esperanzas, y también sus recursos económicos, su inteligencia y su creatividad apostólica. Está en curso la documentación para la causa de beatificación.

[3] Cfr. Epistolario, Vol. 2°, Lett. n. 560




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