José acogió a María sin poner condiciones
previas. Confió en las palabras del ángel. «La nobleza de su corazón le hace
supeditar a la caridad lo aprendido por ley; y hoy, en este mundo donde la
violencia psicológica, verbal y física sobre la mujer es patente, José se
presenta como figura de varón respetuoso, delicado que, aun no teniendo toda la
información, se decide por la fama, dignidad y vida de María. Y, en su duda de
cómo hacer lo mejor, Dios lo ayudó a optar iluminando su juicio».
Muchas veces ocurren hechos en nuestra vida
cuyo significado no entendemos. Nuestra primera reacción es a menudo de
decepción y rebelión. José deja de lado sus razonamientos para dar paso a lo
que acontece y, por más misterioso que le parezca, lo acoge, asume la
responsabilidad y se reconcilia con su propia historia. Si no nos reconciliamos
con nuestra historia, ni siquiera podremos dar el paso siguiente, porque
siempre seremos prisioneros de nuestras expectativas y de las consiguientes
decepciones.
La vida espiritual de José no nos muestra una
vía que explica, sino una vía que acoge. Sólo a partir
de esta acogida, de esta reconciliación, podemos también intuir una historia
más grande, un significado más profundo.
…
José no es un hombre que se resigna
pasivamente. Es un protagonista valiente y fuerte. La acogida es un modo por el
que se manifiesta en nuestra vida el don de la fortaleza que nos viene del
Espíritu Santo. Sólo el Señor puede darnos la fuerza para acoger la vida tal
como es, para hacer sitio incluso a esa parte contradictoria, inesperada y
decepcionante de la existencia.
La venida de Jesús en medio de nosotros es un
regalo del Padre, para que cada uno pueda reconciliarse con la carne de su
propia historia, aunque no la comprenda del todo.
Como Dios dijo a nuestro santo: «José, hijo
de David, no temas» (Mt 1,20), parece repetirnos también a
nosotros: “¡No tengan miedo!”. Tenemos que dejar de lado nuestra ira y
decepción, y hacer espacio —sin ninguna resignación mundana y con una fortaleza
llena de esperanza— a lo que no hemos elegido, pero está allí. Acoger la vida
de esta manera nos introduce en un significado oculto. La vida de cada uno de
nosotros puede comenzar de nuevo milagrosamente, si encontramos la valentía
para vivirla según lo que nos dice el Evangelio. Y no importa si ahora todo
parece haber tomado un rumbo equivocado y si algunas cuestiones son
irreversibles. Dios puede hacer que las flores broten entre las rocas. Aun
cuando nuestra conciencia nos reprocha algo, Él «es más grande que nuestra
conciencia y lo sabe todo» (1 Jn 3,20).
…
Entonces, lejos de nosotros el pensar que
creer significa encontrar soluciones fáciles que consuelan. La fe que Cristo
nos enseñó es, en cambio, la que vemos en san José, que no buscó atajos, sino
que afrontó “con los ojos abiertos” lo que le acontecía, asumiendo la
responsabilidad en primera persona.
La acogida de José nos invita a acoger a los
demás, sin exclusiones, tal como son, con preferencia por los débiles, porque
Dios elige lo que es débil (cf. 1 Co 1,27), es «padre de los
huérfanos y defensor de las viudas» (Sal 68,6) y nos ordena amar al
extranjero. Deseo imaginar que Jesús tomó de las actitudes de José el
ejemplo para la parábola del hijo pródigo y el padre misericordioso (cf. Lc 15,11-32).
Francisco,
Carta Apostólica “Con corazón de Padre” (fragmento)
19 de
marzo, día de San José
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