Textos
“Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único...
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se
salve por él.” (Jn 3,16-17)
“Padre… que no se haga mi voluntad, sino la tuya.” (Lc 22,42)
“… se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de
cruz.” (Flp 2,8)
“Ustedes saben que fueron redimidos... con la sangre preciosa de
Cristo.” (1Pe 1,18-19)
“Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, porque por tu santa cruz
redimiste al mundo.” (Celebración del viernes santo)
Reflexión
Son todos textos claves de la fe cristiana…
La pregunta es: ¿nos hemos dado cuenta de que son metáforas?
Porque si no, podrían llevarnos a pensar (y creer) que la voluntad
de Dios
es que su hijo muera en una cruz, asfixiado y chorreando sangre,
que en realidad Jesús no “quería”, pero terminó obedeciendo
y que, por lo tanto, la redención nos llega por su muerte, su sangre y por la cruz…
¿Qué sería la voluntad de Dios?
Creo que la voluntad de Dios es el “bien de todo” (otra metáfora),
me refiero a la realización, a la plenitud de todos y de cada
cosa, de todo lo creado.
¿Y cómo se concreta esto?
En el caso de nuestros hermanos que no pueden elegir (minerales,
vegetales, animales…),
ellos no tienen problema, les basta con “ser lo que son”…
En nuestro caso, se concreta con el compromiso con los valores del
Reino:
justicia, paz, verdad, cuidado… o sea, amando, que es nuestro modo
de “ser lo que somos”…
Lo que Dios quería de Jesús (su voluntad) es lo mismo que quiere
de cada uno de nosotros.
Fue justamente el compromiso hasta el extremo con esos valores
lo que lo llevó a Jesús a terminar como terminó y no por voluntad
de Dios,
sino por “voluntad” de los poderes de turno (religioso, político,
económico…)
Por eso es que no me agrada tanto la metáfora de la “obediencia a
la voluntad del padre”.
No creo que sea la mejor para describir el caso de Jesús.
Además, necesita de demasiada aclaración...
(la obediencia puede ser: ciega, servil, “debida”, por temor, por
conveniencia…)
Jesús, más que obedecer, identificó su propia voluntad con la de
Dios, la hizo suya…
su motor no fue la obediencia sino su convencimiento y compromiso
con el anuncio del Reino.
¿Y qué es lo que “salva”? ¿la muerte? ¿la sangre? ¿la cruz (un
elemento de tortura/muerte)?
¡Claro que no! Lo único que salva es el amor…
En todo caso, la muerte en cruz, la sangre derramada, son los
signos de la magnitud de ese amor.
Y ese amor salvador fue el que lo hizo trascender (resurrección,
ascensión… –otras metáforas−);
el mismo amor que, ahora, nos puede estar haciendo trascender a
todos (cada uno sabrá...)
Pablo Cicutti
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