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El muchacho italiano (Marco Consolo) que llegó con la mochila y el anticlericalismo al hombro da testimonio una vez más:
"Matilde era la directora del colegio y el motor de la pequeña comunidad religiosa. Las tres hermanas eran corajudas y me han enseñado muchísimo. Me enseñaron qué es el respeto mutuo, el coraje, la dedicación, la perseverancia y la comunión en los valores. Trabajaban sin descanso, codo a codo con el pueblo. Tierra, salud, instrucción, alimentación sana para todos. Su fe no estaba reñida con los objetivos sandinistas. Entre cristianismo y revolución no hay contradicción. Lo he palpado con mis propias manos por casi más de un año. He comprendido que en ese momento había una mística, laica para mí, religiosa para ellas, que nos unía en comunión. Matilde coordinaba, animaba, buscaba apoyo, no ahorraba esfuerzo alguno para que el proyecto fuera hacia adelante. Por primera vez en mi vida pasé muchos meses en silencio. Preguntaba y escuchaba buscando interpretar los nuevos códigos, señales y líneas de lectura mientras me empapaba de todo eso. Le debo mucho a Matilde, las muchas noches en que hablábamos por horas en la escuela, andando por las calles o en el patio de la casa, bajo los árboles de mango. Ella me hablaba del rol que la Congregación estaba teniendo en relación con el desarrollo social, a pesar de las críticas del sector más conservador que, obviamente, no miraba con buenos ojos la opción por los pobres encarnada en el trabajo misionero como testimonio de fe cristiana."
Pero nada era al azar ni por capricho ni buscando reconocimiento para sí misma. Marco da este testimonio desde su mirada política partidaria, pero la Hermana Ana Gilma que estaba en la comunidad y que veía las cosas desde otra óptica, dice:
"Mi impresión sobre Matilde por entonces, y que se fue acrecentando con el tiempo, es que ella es una mujer libre, en el pleno sentido de la palabra libre. Una mujer de espíritu libre, de ideas muy claras y objetivos bien definidos y por esos objetivos, ella da la vida. No son unos objetivos cualesquiera, son muy rezados. Ella es cabriniana y media, es religiosa y media; es una persona que no está atada a las estructuras, a las normas; siempre va más allá con su compromiso".
Y otra vez Marco demuestra cómo Matilde siempre buscaba reconfirmar aquello que, en oración, había decidido.
"La recuerdo como una mujer pragmática, profundamente humana, con una energía fuera de lo común: jamás se detenía, nada la detenía y era un estímulo para todos. Ella, nacida en Argentina, sentía en carne propia los dolores y las alegrías del pueblo de Matiguás. Un día, vino a visitarnos Peter Marchetti, un jesuita muy comprometido, especialista en economía, teólogo muy respetado, norteamericano de nacimiento, pero centroamericano por adopción. Colaboraba con el gobierno sandinista en la reforma agraria y en el desarrollo rural. Era un día especial. Matilde estaba muy emocionada; preparó jugos de fruta y aparecieron galletitas, casi imposibles de encontrar en épocas de guerra, escasez y bloqueo. Nos quedamos horas hablando con Marchetti.
Peter Marchetti |
Matilde escuchaba y pedía opinión, ávida como
siempre. Buscaba, sobre todo, confirmación de que su fe religiosa no estaba
para nada reñida con su elección a favor de la opción por los más pobres. Aquel
día, al final de la jornada, me dije a mí mismo: hoy también hemos asistido a
la universidad. Aún sigo sintiendo un agradecimiento profundo para con Matilde
y con las demás hermanas cabrinianas por haberme enseñado tanto sin pedirme
nada a cambio. Un agradecimiento sincero por haberme ayudado en la difícil
tarea de construir conciencia y no perder la memoria".
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