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El Ciclo Básico de Producción estaba
pensado para formar gente que administrara mejor los recursos
agrícola-ganaderos de la región, pero en época de guerra los objetivos varían y
se da prioridad a las necesidades. El alimento era la opción principal.
Matilde recuerda que:
"Había un sacerdote jesuita nicaragüense que había escogido como misión dedicarse al campesinado de Centroamérica. Me acuerdo que un día vino de Rio Blanco, eran las dos de la tarde. Llegó a casa y me dijo: Matilde, tengo hambre. No es que en casa hubiera demasiado. Lo que tenga, me dijo, lo que tenga. Le preparé unas papas hervidas con un poco de aceite y un huevo frito. Una vez, él mismo, viajando para Managua me dijo: siembre maíz, siembre frijoles; se viene una hambruna, hay que tratar de cubrir por todos los medios la gran necesidad que va a haber. Le hice caso, pedí terreno y sembramos todo lo que él me aconsejó. Era un sabio en ese tema; conocía muy bien lo que pasaba, y siempre que nos encontrábamos me repetía que si no sembraba, no íbamos a tener qué comer. Hay que recoger el café, insistía: hay que sembrar; ¡cuidado, que no se deje de lado la siembra de las cosas básicas de la alimentación! Nosotros lo hicimos ahí, pero la primera cosecha se nos arruinó por falta de experiencia del técnico que mandaron de Matagalpa. Eso fue muy triste. Había que fumigar el maíz, de lo contrario se iba a arruinar y él fumigó en exceso y se quemó todo, se arruinó toda la cosecha. La gente se nos burlaba, decían: ¡Mirá la monja con sus chicos, mirá cómo cosechan! Todo estaba perdido. Me sentí tan mal, con tanta rabia, que preparé el bolso y a dedo me fui a Managua en la parte de atrás de una camioneta, recibiendo todo el aire para que se me fuera la rabia y todo el encono que tenía. Era el proyecto burlado. María Barbagallo sintió lo mismo que yo. Uno cree que va a ayudar a los nicaragüenses, y ellos se burlan".
Había una pregunta que horadaba el corazón de las hermanas y que María Barbagallo en su autobiografía, expresa con precisión:
"En mi corazón surgía con
frecuencia una pregunta: ¿pero por qué es que esta gente no nos ama? (...)
Habían pasado casi diez años que estábamos en esa misión; no habíamos ahorrado
sacrificios, oraciones, ideas, dinero, iniciativas ni personas. Habíamos enfrentado
todo tipo de dificultades. Habíamos defendido a la pobre gente, primero de los
mortales ataques de la dictadura y después, de las presiones de los
sandinistas, más aún, de la pastoral opresiva de los padres-patrones; habíamos
tratado de encontrar un estilo nuevo basado en la convocatoria, la persuasión,
la participación activa. Le habíamos dado a ese pueblo una escuela auténtica,
gratis, limpia, eficaz, con programas y contenidos verdaderos. Habíamos puesto
a disposición de todos nuestras energías, nuestra casa, nuestros recursos.
Nunca hicimos distinción entre ricos y pobres aun cuando nuestra inclinación
era hacia los más pobres; habíamos tratado de mediar en las diferencias, de
sanar las grietas, de participar en la vida del pueblo sin pretender nada. No
habíamos ganado nada, más bien habíamos entregado y casi perdido a las más
valiosas hermanas pagando el alto precio de esa experiencia. Creímos haber
amado a ese pueblo obstinado, testarudo y difícil. Pero ¿por qué no fuimos
correspondidas?" Misionera, Aventuras, fe y pasiones de una religiosa de
nuestro tiempo, Hna. María Barbagallo, Liberal libri, 1998.
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