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La Hermana Nieves era la jefa de enfermería del hospital. La Congregación había comprado un jeep, cosa que facilitó mucho llegar a los lugares más alejados y usarlo también para trasladar a quien lo necesitara, pues en el hospital no había ambulancia. Si alguna mujer iba a dar a luz y la situación era peligrosa, Nieves la cargaba en el jeep y la llevaba al hospital de Matagalpa.
Hospital de Matagalpa |
Nunca, jamás se tenía en cuenta si era sandinista o contra, tampoco en el caso de los heridos, nunca se miraba de que bando era. A la hora que fuere, de día o de noche, cuando la venían a buscar, ella salía. Algunas veces, una de las hermanas la acompañaba. Muchos no entendían esa actitud nuestra de no mirar la ideología, sino la persona y la necesidad. Obviamente, por la personalidad fuerte y decidida como la de Matilde, siempre había corrillos y sospechas que terminaban en acusaciones y amenazas. Ella cuenta que esas amenazas, cuando no salían de la misma Nicaragua, llegaban desde afuera.
"Desde una radio de Honduras, una vez, escuchamos que decían: que se cuiden Matilde y Nieves, que cruzan la montaña llevando soldados heridos. Una vez me quisieron llevar presa. Hicieron una reunión en la parroquia. Llamaron al representante de educación, que vendría a ser como un supervisor mío. Me mandaron a llamar. Yo estaba cenando. Vinieron a buscarme diciendo que había gente del pueblo reunida con el sacerdote y que me estaban esperando porque querían hablar conmigo. Me subieron a una camioneta; les pregunté si eran de la policía somocista, nosotros somos demócratas, me dijeron. Cuando llego a la parroquia donde estaban reunidos me dijeron que habían estado los padres de familia y que habían manifestado que estaban en desacuerdo con lo que yo estaba haciendo en el colegio y que exigían mi renuncia. Mientras los que estaban presentes me decían esto, yo miraba a mi alrededor. Se dieron cuenta que estaba contando cuántas personas había; eran veinte personas y el total de los alumnos era de ciento cincuenta. Me dijeron que antes de que yo llegara eran muchos más. A eso, yo respondí que me hubiesen llamado desde el principio, así podía escuchar todas las opiniones y que yo no veía que allí hubiese alguien con alguna autoridad. Me advirtieron que tuviera mucho cuidado. Lo mismo que me decían desde la radio de Honduras".
Una vez más frente a la adversidad, y
en este caso, una “adversidad armada", no solamente como estructura, sino
también con actitudes amedrentadoras, fusiles, y encarnizada por el fanatismo.
Ante ese terrible flagelo que es el fanatismo que corroe el ánimo, la mente y
el sentido común de las personas, Matilde no se amedrentó. Los enfrentó con esa
mirada imbatible que demuestra inteligencia, una mirada clara y mansa, pero que
desarma, porque la inteligencia y el bien desactivan, finalmente, cualquier
amenaza e injusticia.
Ella y las hermanas de la comunidad
siguieron trabajando en lo suyo, firmes. Al lado del pueblo y en las
situaciones más extremas.
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