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lunes, 6 de diciembre de 2021

Hna. Matilde - Episodio 8: "El regreso" (Primera parte)

 

Después de la fuerte experiencia nicaragüense y de la lucha espiritual en San Rafaele, Matilde regresó a Argentina. Pasó unos días en la casa de su familia y luego fue destinada a la comunidad de Capilla del Monte. Pareciera que en su propio país, la provincia de Córdoba le tuviese como destino experiencias fundamentales.

Llegar de Centroamérica a Argentina ha sido siempre traer un cartel de tercermundista y, automáticamente, ser recibida con cierta "prudencia". No fue una situación ajena a Matilde. En ese tiempo, era provincial Elda Vega. Le pidió a Matilde que la dejase meditar un tiempo sobre el destino que debería darle. Mientras tanto, después de saludar a su familia, pasó la Pascua en Capilla del Monte. Era consciente de la situación y sabía, de antemano que no sería destinada a ningún colegio.

La Provincial tenía idea de instalar la casa Provincial en Córdoba y empezar ahí a apoyar misiones parroquiales ya establecidas.

A 70 km de Capilla está la ciudad de Unquillo. Ahí, el párroco que estaba desde hacía muchos años había levantado una institución llamada Casa del Niño. La idea era colaborar con él en esa obra y Matilde sería la persona adecuada. Ante la sugerencia, Matilde pidió pasar la Pascua con las hermanas, estar un tiempo en la comunidad y recién después, ir y ver sobre el terreno de qué se trataba.

El Padre Aguilera, fundador de la obra, según lo que la provincial le iba diciendo, antes de la llegada de Matilde, entusiasmado con la idea de que una comunidad se instalara en Unquillo para ayudarlo, había comenzado a construir una casa destinada a albergar a las hermanas que fuesen.

Finalmente, Matilde llegó a Unquillo.


Pasó su primera noche en un cuartito del primer piso que no estaba acondicionado para habitación. Las ratas eran los habitantes naturales, pero no le hicieron mella en el ánimo. Era el lugar destinado a acopiar las donaciones de ropa que llegaban y no para otra cosa.

La llegada fue más bien desoladora. Nadie había avisado. El sacerdote no estaba y las personas encargadas no la esperaban. Matilde comió un sándwich que había llevado y se dedicó a mirar el lugar de modo de ir haciéndose una idea de qué se trataba.

Al día siguiente el sacerdote recibió a Matilde y la puso al tanto de la misión y sus expectativas. Las primeras jornadas fueron más bien de reconocimiento, y con su mirada siempre aguda, Matilde se dio cuenta de que la misión era verdaderamente válida, pero que, si la Congregación iba a destinar una comunidad, no era conveniente hacerse cargo también de la parte administrativa. El sacerdote tenía su modo de llevar las cosas, y en ese aspecto, era sumamente desordenado. Así se lo hizo saber a la provincial. El Padre Aguilera no llevaba registro de nada: lo que recibía lo daba, y cuando no tenía, no daba. También dejó muy claro que no iba a vivir en otro lado que no fuese el mismo en el que estaban los chicos.

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