Después de la fuerte experiencia
nicaragüense y de la lucha espiritual en San Rafaele, Matilde regresó a
Argentina. Pasó unos días en la casa de su familia y luego fue destinada a la
comunidad de Capilla del Monte. Pareciera que en su propio país, la provincia
de Córdoba le tuviese como destino experiencias fundamentales.
Llegar de Centroamérica a Argentina
ha sido siempre traer un cartel de tercermundista y, automáticamente, ser
recibida con cierta "prudencia". No fue una situación ajena a
Matilde. En ese tiempo, era provincial Elda Vega. Le pidió a Matilde que la
dejase meditar un tiempo sobre el destino que debería darle. Mientras tanto,
después de saludar a su familia, pasó la Pascua en Capilla del Monte. Era
consciente de la situación y sabía, de antemano que no sería destinada a ningún
colegio.
La Provincial tenía idea de instalar
la casa Provincial en Córdoba y empezar ahí a apoyar misiones parroquiales ya
establecidas.
A 70 km de Capilla está la ciudad de
Unquillo. Ahí, el párroco que estaba desde hacía muchos años había levantado
una institución llamada Casa del Niño. La idea era colaborar con él en esa obra
y Matilde sería la persona adecuada. Ante la sugerencia, Matilde pidió pasar la
Pascua con las hermanas, estar un tiempo en la comunidad y recién después, ir y
ver sobre el terreno de qué se trataba.
El Padre Aguilera, fundador de la
obra, según lo que la provincial le iba diciendo, antes de la llegada de
Matilde, entusiasmado con la idea de que una comunidad se instalara en Unquillo
para ayudarlo, había comenzado a construir una casa destinada a albergar a las
hermanas que fuesen.
Finalmente, Matilde llegó a Unquillo.
Pasó su primera noche en un cuartito
del primer piso que no estaba acondicionado para habitación. Las ratas eran los
habitantes naturales, pero no le hicieron mella en el ánimo. Era el lugar
destinado a acopiar las donaciones de ropa que llegaban y no para otra cosa.
La llegada fue más bien desoladora.
Nadie había avisado. El sacerdote no estaba y las personas encargadas no la
esperaban. Matilde comió un sándwich que había llevado y se dedicó a mirar el
lugar de modo de ir haciéndose una idea de qué se trataba.
Al día siguiente el sacerdote recibió
a Matilde y la puso al tanto de la misión y sus expectativas. Las primeras
jornadas fueron más bien de reconocimiento, y con su mirada siempre aguda,
Matilde se dio cuenta de que la misión era verdaderamente válida, pero que, si
la Congregación iba a destinar una comunidad, no era conveniente hacerse cargo
también de la parte administrativa. El sacerdote tenía su modo de llevar las
cosas, y en ese aspecto, era sumamente desordenado. Así se lo hizo saber a la
provincial. El Padre Aguilera no llevaba registro de nada: lo que recibía lo
daba, y cuando no tenía, no daba. También dejó muy claro que no iba a vivir en
otro lado que no fuese el mismo en el que estaban los chicos.
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