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jueves, 27 de mayo de 2021

Hna. Virginia - Episodio 3: Entre dos mundos (5ta parte)

 


Para Virginia el tiempo era siempre escaso y el ocio o el descanso, una pérdida.

"Ya habrá tiempo de descansar en el Paraíso”.

Eso respondía siempre que alguien le decía que la veía exhausta o que tenía que tomarse un tiempo de reposo.

Y ya lo decía la Madre:

"Trabajemos hijas, trabajemos mucho que es una pena que haya una Misionera que ame el descanso aunque sea un poco. El lugar de descanso de la Misionera está reservado en el Paraíso, no en la tierra. Sería una desgracia que la Misionera se tomase un descanso en la tierra". (Carta 747, Bue nos Aires, 24/2/1896, pág.605, Tomo 2).

Al pie de las responsabilidades asumidas, haciéndose cargo de cada detalle y conociendo a cada persona, cada familia, cada necesidad, llegaba al barrio apenas empezado el día. Sabía quiénes eran los padres que salían a trabajar y dejaban durmiendo a sus hijos. Virginia entraba a las viviendas, los despertaba, incitaba a los hermanos mayores a ocuparse de los más chicos y los esperaba en la escuela controlando estrictamente la asistencia y recurriendo a una fuerte reprimenda para con quienes no cumplieran.

No era distinta con los adultos. Con los varones que bebían o eran golpeadores con sus hijos y con las mujeres, se plantaba y los exhortaba imponiendo siempre respeto. ¡Gastar dinero en bebidas cuando la casilla tiene piso de tierra y techo de cartón y los chicos andan descalzos! Hacía falta mano fuerte, carácter inflexible y un seguimiento estricto para que, aunque fuera lento el resultado, la misión progresara, la gente fuera entendiendo que merecía una vida digna y de ejemplo para los menores.


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