Tal como habíamos anticipado, seguimos enriqueciendo el Camino de Formación Cabriniana "Centenario".
En esta oportunidad, les compartimos un texto de la Hna. María Barbagallo, que incluimos en el Anexo 1: "Celestial Patrona de los Emigrantes".
Francisca
Javier Cabrini
Una santa entre los emigrantes
La figura de Santa
Francisca Cabrini está hoy emergiendo con mayor fuerza porque es la Santa
Patrona de todos los emigrantes. De hecho, nuestro tiempo está experimentando
un dramático flujo migratorio e inmigratorio en todas partes del mundo. Y
quizás sentimos la necesidad de tener una santa como Madre Cabrini, que nos
infunda el coraje y la genialidad que junto a su santidad fueron sus
características.
Pero la figura de Madre
Cabrini no es solamente una figura que nos pueda consolar, es una figura –
estímulo que nos enseña cómo el ser cristiano no es una situación cómoda y
tranquila. Es una lucha, un combate contra las fuerzas del mal que, también en
su tiempo, se desencadenaba contra aquellos principios morales que eran más o
menos vividos también por el pueblo. Luego las consecuencias más graves la
sufrieron los emigrantes, ciertamente era una razón más para combatir con las
fuerzas del bien. La secularización, junto muchos aspectos positivos, en su
forma más degenerativa llevaba a la gente a perder las prácticas de la religión
y por eso a conducir una vida privada de significados válidos.
Esta situación
denunciada también por la Iglesia. “En estos últimos tiempos se ha hecho de
todo para levantar un muro de división entre la Iglesia y la sociedad civil. En
la constitución y el gobierno de los estados, no se tiene en cuenta (para nada)
la autoridad del derecho sagrado y divino, en el intento de excluir, toda
influencia religiosa en la convivencia civil.” (León XIII, Annun Sacrum). Este
mismo Papa había convencido a Madre Cabrini de cambiar su rumbo misionero.
Ella, en realidad, deseaba ir a China y, como sabemos, cuando Monseñor
Scalabrini le hizo conocer la situación de los emigrantes italianos, fue León
XIII a darle coraje diciéndole: “No al
Oriente, sino al Occidente” y Francisca aceptó y no pensó más en la China;
había comprendido que el proyecto de Dios para ella era ése.
La preocupación de
Madre Cabrini era la misma que la del Papa León XIII. También el pueblo se
estaba alejando de la fe y no era sólo una cuestión religiosa, las personas
perdían el significado profundo de la vida y la calidad de la convivencia civil
se deterioraba. Su trabajo por los emigrantes fue ciertamente con la finalidad
de devolver la esperanza y la dignidad de su pueblo y hacer que se reconozcan
los derechos de los más débiles, a defenderlos contra los prejuicios y la
marginación, pero fue también y sobre todo un compromiso para reafirmar los
valores cristianos que se estaban perdiendo. Así escribía a las alumnas del
Magisterio de Roma: “El mundo de hoy que
parece que retrocede a grandes pasos hacia el paganismo es una vergüenza, ante
el progreso gigantesco en las ciencias, en el comercio; ha olvidado el valor de
la oración y ¡cómo no la conoce más! Y esto sucede porque, con un sentimiento
pagano, el hombre se ha hecho un dios de sí mismo y de las criaturas, y ha
perdido la noción de las relaciones entre las personas y de aquéllas que deben
existir con Dios” (Madre Cabrini, “Viajes”, Edición 1957, Pág. 298).
En sus largos viajes
transoceánicos, en los barrios más pobres de las grandes ciudades
norteamericanas, en los hospitales, encontraba a miles de italianos; hombres
desconfiados que habían soñado con el bienestar, obligados a trabajos pesados. “… Aquí – dice Madre Cabrini – a los trabajadores italianos les son
reservados los trabajos más pesados…” Encontraba a mujeres ocupadas en las
tareas más humildes de la ciudad y se preocupó para que fueran adecuadamente
instruidas y formadas, y niños por las calles que aprendían las trágicas
maneras de la supervivencia, y comprendió que su estrategia pastoral debía ser
la educación en todo nivel.
Por esto abrió
escuelas, pupilajes, orfanatos y centros de asistencia y se atrevió a fundar
hospitales para que los italianos pudiesen expresar su malestar, en su propia
lengua y así tuvieran un tratamiento médico adecuado. Sus criterios educativos
estaban siempre más orientados a formar
buenos cristianos y buenos ciudadanos.” Madre Cabrini tenía la certeza de
que, de hecho, la educación pudiera ser el medio privilegiado para dar una base
ética y cristiana a la sociedad. Con la escuela le fue posible dar respuestas
significativas a una sociedad que veía la inmigración de los italianos como la
invasión de una masa de ignorantes en búsqueda de dinero o un salvoconducto de
sus problemas. Madre Cabrini demostró que el trabajo serio y responsable de los
inmigrantes, la educación cristiana y moral que se impartía a sus hijas era una
riqueza cultural y económica para el país de acogida.
¿Por qué sobre todo la
educación? Porque no era suficiente hablar o efectuar algunas entrevistas sobre
la gravedad de la situación: era necesario educar, formar, hacer un llamado a
la conciencia de las personas, provocar un cambio profundo de mentalidad no
sólo en los italianos que debían dar una nueva imagen de sí mismos, pero
también en los ciudadanos que los hospedaban, en las instituciones, en las
personas que gobernaban. Las batallas más duras de Madre Cabrini las combatirá
en las oficinas, en Italia y en el extranjero, en las Curias con los
Arzobispos, en “Propaganda Fide” en el Vaticano, en las visitas a políticos,
administradores, gobernantes, banqueros, Obispos, párrocos y Cardenales… Quiere
no sólo suscitar interés por el problema sino una nueva mentalidad hecha de
respeto, de aceptación, de implicancia y, sobre todo, de acciones concretas.
Hoy quisiéremos tener
el rostro misionero de Santa Francisca Cabrini que fundamentó su pedagogía
evangelizadora en el Amor al Sagrado Corazón de Jesús, del cual supo depender
para recibir la fuerza y las gracias necesarias para afrontar las
contradicciones que la realidad le ponía de frente. La fuerza de la fe le fue
fundamental para contribuir a la humanización de las estructuras sociales y
para responder a los desafíos de su tiempo. El mensaje de Madre Cabrini es
sustancialmente éste: partir del Corazón de Cristo para llegar al corazón de la
humanidad.
Sor María Barbagallo, M. S. C.