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Un punto de inflexión en la comunidad
religiosa nicaragüense fue la visita papal. Juan Pablo II llegó a Nicaragua
abriendo la esperanza en el corazón del pueblo, sobre todo, del pueblo que
había luchado en la revolución. El resultado no fue el esperado. El Santo Padre
se fue sin querer escuchar al entonces presidente Daniel Ortega. Las hermanas,
que habían viajado a Managua para saludarlo en la despedida, quedaron azoradas
ante esta actitud y al día siguiente, se reunieron con la regional. Tenían
miedo de que debido a esto, el gobierno revolucionario sandinista reaccionara en
contra de las congregaciones religiosas y los atacaran o los expulsaran del
país. La Hermana Francisca Alcácer, una de las más comprometidas con el
movimiento tercermundista, salió de Managua. Se escondió por el temor de que
todo explotara en algo terrible. Todas las hermanas de la región estaban ahí,
reunidas, y la Hermana María Barbagallo, que era la regional, les pidió que
individualmente expresaran lo que habían sentido y cómo habían vivido ese
acontecimiento. Cada una habló y después de escucharlas, estaban todas en la
comunidad de Ducualí, les dijo que lo único que se le ocurría, como eso había
sido visto en todas partes, también en Roma, es que la Madre General podía
mandarlas a llamar a todas. Podía pasar cualquiera de las dos cosas, ya fuera
que viniese de parte de los sandinistas o de la Congregación. Les propuso entonces
escribir a la Madre General, cada una en particular, lo que sintiese. Tanto si
querían salir del país, como si querían quedarse. Todas escribieron. Todo fue
puesto en un sobre cerrado que se mandó por valija diplomática a la Madre
General. Algunas hermanas, se supo después, habían expresado su voluntad de
salir de Nicaragua porque ya no podían soportar la situación. No sabían qué
hacer. No podían más ni intelectual ni espiritualmente.
El temor radicaba en el hecho de que,
a Roma, llegaban informaciones no del todo veraces y que además, eran
reforzadas por las versiones que llegaban de Estados Unidos, manifiestamente
partidario de "la contra". La Superiora General quiso comprobar con
sus propios ojos la realidad pero, una visita rápida, las versiones oídas y la
entrevista con un cardenal en Managua que acusó a las hermanas de sandinistas y
le hizo escuchar una grabación de una de las hermanas que así lo delataba, fue
el golpe final. Espiaban y seguían a las hermanas comprometidas con el pueblo.
(Confr. Missionaria..., Hna. María Barbagallo, pág. 92ss).
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