Con la mirada en el futuro
Sr. Eliane Azevedo, MSC
Entrever el futuro de la Misión cabriniana en la Iglesia y en
el mundo
es soñar con los pies en el presente, echando un vistazo al
pasado
y con la mente, el corazón y la voluntad abiertos al mañana.
En tiempos de grandes cambios y ante los retos de un mundo
complejo y plural, nosotras, Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús y los
laicos/as cabrinianos, estamos llamados a dar una respuesta evangélica,
redescubriendo el significado más profundo de ser “discípulos misioneros de
Jesús en el carisma cabriniano para que todos
tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10).
Ante la realidad de cada país, hay preguntas existenciales y
misioneras que tocan la esencia de nuestras vidas: “¿Qué mañana? ¿Qué futuro?”
Preguntas apoyadas por la fe-palabra, por la fe-experiencia y por la
fe-práctica. Preguntas que pueden abrir nuevos horizontes de vida en la misión,
haciendo revivir el deseo de beber en las
fuentes de la profecía, fieles a la centralidad de la Palabra de Dios como
referente del camino hacia el futuro.
Religiosas y laicos/as que comparten el carisma cabriniano,
necesitan hacer suyas las nuevas sensibilidades, en busca del verdadero
significado de la vida dada, mediante la escucha de la Palabra de Dios y los
signos de los tiempos.
Pero, ¿qué es el futuro?
La palabra “futuro”, del latín “futurae”, se refiere al intervalo de tiempo que comienza después
del presente, y a algo que sucederá y que no tiene un fin definitivo. El ser
humano, por naturaleza, es un ser futurista, proyectado hacia el futuro. La
palabra “futuro” sugiere una línea de reflexiones sobre el pasado, el presente
y el futuro mismo. Hacia el futuro está dentro de nosotros y nosotros somos el
pasado, presente y futuro. Esta integración temporal es un punto de partida
para las diversas reflexiones, y favorece una extensión de nuestra mente para
el uso de las informaciones y las experiencias de vida que conducen a la toma
de decisiones responsables en el presente con vistas al mañana.
Pero, ¿de qué futuro estamos hablando?
Un futuro que es el resultado de las decisiones del presente,
teniendo en cuenta que siempre habrá una tensión entre el presente y el futuro.
Pero el futuro implica planificar y actuar de manera responsable con el objetivo
de que todos mejoren. El futuro depende de la imagen que la persona o la
institución tenga de sí mismo y de los esfuerzos que haga para llegar adonde
quiere llegar. Este es un proceso dinámico, creativo, que requiere el valor de
abandonar una mentalidad de “posesión”, cerrada en estructuras del pasado, y
comenzar un camino lleno de opciones y decisiones por encima de los intereses
individuales.
¿Qué puedo hacer para que el futuro sea
mejor?
Vivir el presente, aquí y ahora, con sabiduría, cultivando la
capacidad de gestionar de forma inteligente el pasado y preparando el futuro
con esperanza. Los sabios abren sus mentes a una amplia gama de informaciones,
reflexiones y posibilidades, aprenden con humildad la manera de hacer opciones
y tomar decisiones responsables que promueven la cultura del encuentro y una
vida digna para todos.
El mundo de hoy está viviendo un momento de grandes
transformaciones y cambios marcados por las nuevas plataformas de comunicación,
las nuevas tecnologías y también por el individualismo, el consumismo y otros
aspectos que influyen directa e indirectamente en la vida misionera cabriniana,
desafiando su profetismo en la realidad actual.
El Papa Francisco en su Exhortación Apostólica confirma los
valores que sostienen la vida de los cristianos en medio de tanta incertidumbre
contradicciones, pobreza, exclusión, degradación ecológica y humana. Se dirige
a religiosos y laicos con el deseo de despertar en ellos una respuesta
evangélica con realismo y esperanza.
Así, con los ojos fijos en Jesús, se aprende a construir el
futuro en el presente. Ciertamente, de este aprendizaje nacerán los frutos de
la alegría del Evangelio que despierte al mundo a una sana convivencia que
promueva una comunión mística.
Para el futuro es necesaria una base espiritual que recuerde
el pasado con gratitud, que viva el presente con pasión y que abrace el futuro
con esperanza.
Se han entregado muchas vidas, se ha avanzado mucho y, en el
Año del Centenario Cabriniano, las Hermanas y los Laicos celebran con
agradecimiento a Dios el carisma fundacional del Instituto de las Misioneras
del Sagrado Corazón de Jesús; intentan crecer en el valor misionero del
presente y esperan el futuro a la luz de la esperanza cristiana, conscientes de
que de la muerte nace la vida, de la experiencia de la cruz brota la madurez,
de la lucha surge la victoria, y de la oscuridad de la fe llega la luz
verdadera.
Como cristianos, por el Bautismo estamos llamados por Dios a
aprender a ver el futuro con fe, también para las personas que nos rodean, y
con la esperanza profética que da frutos para toda la humanidad.
El Papa Benedicto XVI hablando de la esperanza cristiana, era
consciente del poder antropológico de la esperanza; afirmaba que el verdadero
objetivo de la esperanza no es la vida eterna, sino la vida feliz La dimensión
divina y humana de Jesús expresa los valores de la fe, la esperanza, el amor y
la felicidad como frutos de una experiencia de oración con el Padre y de una
mirada contemplativa de la realidad. El camino que conduce al futuro nos invita
a la alegría de vivir la experiencia de Dios y el encuentro con los hermanos,
aprendiendo cada día a asumir la responsabilidad en la vida y en la misión.
Creo que el futuro cabriniano está tomando forma con la
audacia de religiosas y laicos que desarrollan el Carisma y lo dejan como
herencia a la humanidad. Esta herencia es un proyecto de vida que tiene como
principio básico el amor misionero de Jesús, cuyo objetivo es el compromiso de
la solidaridad evangélica, como expresión de una vida de fe en la acción del
Espíritu de Dios y en la protección maternal de la Madre de todas las Gracias.
Este futuro generado por este presente, llama a todos a recorrer el camino de
la mística, de la profecía y de la esperanza creativa. De esta manera, el
futuro así entendido ayuda a asumir una opción preferencial por los pobres,
centrándose en relaciones fraternas humanizantes y en la creación de redes en
continuo proceso de reconfiguración de la vida consagrada cabriniana y de
maduración del sentido de pertenencia de los laicos en la actividad misionera
del Instituto y de la Iglesia.
La misión, como razón de ser y de obrar del Instituto de las
Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús en el mundo, es compartir el amor de Jesucristo en el mundo, como discípulos
misioneros comprometidos en la promoción de la vida humana y socio-ambiental.
Este significado se expresa en los pensamientos de Madre Cabrini: “Si el Corazón de Jesús me concediera los
medios para construir un barco, entonces fundaría sobre el mar la “casa
Cristóforo” (portadora de Cristo) y surcaría todos los mares con una comunidad,
pequeña o grande, para llevar el nombre de Cristo a todos los pueblos…”
Mirando la misión soñada por Madre Cabrini y su realización,
nos damos cuenta de que ella era una mujer de su tiempo, contemplativa, de gran
visión cristiana, que realizó muchos viajes que aún hoy dan frutos en la
historia de la humanidad. Madre Cabrini supo mirar al futuro en busca de
estrategias para generar las condiciones que pudieran traer beneficios a los
inmigrantes y a todas las personas, proyectando una misión más allá de las
fronteras, teniendo en cuenta la realidad, con objetivos realistas y buscando
los medios para lograr lo que había programado. Pero no permaneció anclada en
su presente. Entrevió el futuro y luchó para convertirlo en realidad. En su
posición de líder del Instituto de las Misioneras del Sagrado Corazón, demostró
su capacidad de motivar a las Hermanas y guiarlas en la comunión misionera; fue
una promotora inteligente al presentar el proyecto del Instituto en diversos
países con una mirada de esperanza. Por eso fue proclamada “Misionera de la
Nueva Evangelización”.
Todo lo que Madre Cabrini realizó tuvo
consecuencias para el futuro del Instituto: “Para la mayor Gloria del Sagrado Corazón de Jesús”. Todo lo que nosotros,
religiosas y laicos, hagamos en el presente, tendrá consecuencias en el futuro
de nuestro Instituto, en la Iglesia y en el mundo.
La visión -imagen del futuro deseado por el Instituto- es ser
una institución religiosa misionera conocida por sus actividades de defensa y
promoción de la vida (en el ámbito de la salud, educación cultura, proyectos
sociales y pastorales), realizadas con fidelidad creativa al Carisma cabriniano
e integradas en la Espiritualidad del Sagrado Corazón de Jesús.
Los valores fundacionales de nuestras acciones en el presente
y para el futuro son “la misericordia y la compasión” el amor sensible a las
necesidades de las personas; la “sencillez dialogante”; una manera de ser y de
vivir más cerca de las personas, en busca de una vida mejor para todos. También
es necesario vivir la “justicia solidaria”, tener una conciencia crítica de la
realidad, promover una cultura de relaciones justas y fraternas, para
contribuir a la unidad de todos. Y también: el “espíritu comunitario”, el compromiso
de vivir y promover la experiencia de comunión en la diversidad, la ética en la
construcción del bien común; la “responsabilidad” del don que recibimos de Dios
para cuidar de lo que Él pone en nuestras manos.
De esta manera, inmersas en la realidad socio-cultural,
caminamos hacia el futuro repitiendo el lema paulino, vivido por la Madre
Cabrini: “Todo lo puedo en aquél que me
da la fuerza” (Flp 4,13).
Confiamos que, “este es
el tiempo favorable” (2Cor 6,2), y reconocemos el poder de la Palabra de
Dios en nuestra vida y en la misión. “He aquí que estoy a punto de hacer algo
nuevo” (Is 43,19). En todo damos gracias a Dios.
Con María cantamos un Magnificat cabriniano para el futuro:
“El Señor ha hecho
grandes cosas en nosotros, santificado sea su nombre.
El Señor fortalece
nuestros pasos en la vida del presente para el futuro.
El Señor nos abre los
ojos y los oídos para realizar acciones de solidaridad en apoyo de los que más
sufren de la sociedad.
El Señor sostiene
nuestros pies y nuestras manos para seguir adelante anunciando el proyecto de
vida de Jesús misionero.
El Señor abre
nuestros labios para cantar la alegría y la felicidad de anunciar la Buena
Nueva a todos.
Nuestro corazón se
alegra en Dios, nuestro Salvador y luz de nuestra vida en el pasado, presente y
futuro.
El Señor ha hecho y
hace en nosotros grandes cosas.
Bendita sea su
presencia revitalizante en nosotros, religiosas y laicos en el carisma
cabriniano, para compartir el amor de Cristo en el mundo en el que vivimos”.
La esperanza en el mañana se realiza en la vida de hoy y, por
lo tanto, ¡caminemos con los ojos fijos en Jesús! ¡Nuestro futuro está en las
manos de Dios!