Capítulo 7:
Madre Cabrini busca, de alguna manera, revivir en sí misma y hacer vivir a sus Religiosas, la intuición femenina de María Santísima en las bodas de Caná, cuando la falta de vino (Cfr. Jn 2,1-12) induce al Señor al primer milagro. Ella misma se encontró muchas veces frente a la dramática situación de mujeres, niños, familias, emigrantes tratados como delincuentes (como en el caso de New Orleans donde fueron injustamente masacrados once italianos inocentes) y tuvo que dar respuestas inmediatas que hicieran cambiar la opinión pública infectada ya del prejuicio de que todo el mal procedía de los inmigrados italianos. Visitando las cárceles donde estaban encerrados (injustamente o con razón) centenares de inmigrados, las minas donde con frecuencia los mismos mineros perdían la salud o la vida, o recogiendo e instruyendo millares de niños de la calle, fundando institutos y hospitales para dotarles de su espíritu de acogida, de maternidad, de respeto; fue un modo elocuente de “imitar María Santísima”, Madre de todos:
“María Santísima es nuestra Madre de Gracia. Su misión no se extiende a una sola tierra o nación. Ella es Madre de todos y su Misión se extiende hasta los últimos confines del mundo; todas las almas le pertenecen, por todas se interesa, para todas vive, por todas trabaja, por todos sufre y ora. Allí donde encontramos a María, encontramos a la Misericordia.”[1]
También desde este punto de vista la visión de la mujer de Madre Cabrini es nueva con respecto al tiempo que ella vivía, como dice una vez más Juan Pablo II:
“Las mujeres consagradas están llamadas de un modo especial a ser, a través de su entrega vivida en plenitud y con gozo, un signo de la ternura de Dios hacia el género humano y un testimonio particular del misterio de la Iglesia que es virgen, esposa y madre.”[2]
Pero también era necesario dar una imagen alternativa de una mujer evolucionada sin la necesidad de confundirse con las corrientes feministas de las cuales la misma Santa conoció la ambigüedad, para presentar la expresión sabia del plan definitivo de Dios:
“Escribid en vuestra alma la vida de María, sus sentimientos, sus costumbres, su inmaculada pureza, sus acciones, sus pasos, sus palabras, su forma de actuar, su compostura. Suplicad a Jesús que grabe, con el fuego de su Corazón, a María en vosotras, que os haga imagen viva de su Madre Inmaculada.”[3]
La frase que Madre Cabrini repite con frecuencia exhortando a las Misioneras “a ser una pequeña inmaculada” quiere significar la peculiaridad propia de las personas iluminadas por Dios, poseídas y transformadas por su gracia, conscientes de pertenecerle y por ello empeñadas en realizar su Proyecto:
“María es el libro misterioso de vuestra predestinación a la gloria… María os habla claro, como un libro abierto; leed siempre en este libro de oro, en el que encontraréis siempre nuevas doctrinas, renovadas riquezas, gracias nuevas. Confiad a María todos vuestros afectos para que nunca se inclinen hacia las creaturas, sino que vuelen siempre como ángeles puros, intactos, al Corazón de Jesús.”[4]
[1] Cfr. Pensamientos y Propósitos, pág. 110-111
[2] Juan Pablo II, Exhortación Apostólica “Vida
consagrada”, 57
[3] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 186
[4] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 186