De septiembre de 1897 (Última parte)
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Cuanto más te contemplo, Jesús mío, más me resulta inexplicable tu
bondad. Tú estás siempre en el principio de tus grandes dones. Ah sí. Tú eres
la fuente de las innumerables gracias, dones y beneficios hechos en el cielo y
en la tierra. ¿Y quién podrá enumerar nada más que las gracias y los dones que me
has concedido a mí y a la obra de tu Divino Corazón? Oh amor, Tú das siempre y
estás siempre en el principio..., siempre das y siempre eres insaciable en dar.
Oh, tus tesoros son para el Instituto...; sí, porque Tú has abierto un
manantial, la fuente de las gracias. Ah, no temeré ya, no, no; siempre confiaré
porque Tú eres grande y magnánimo con tus almas amantes. Tú no tienes medida
con ellas; a ellas das la llave de tus tesoros. Oh amor, oh amor, oh Jesús. ¿Cómo
eres Tú? Yo te comprendo y, sin embargo, no te comprendo; pero adoro
profundamente tu majestad, bendigo tu misericordia, amo tu bondad, te amo a ti.
Sí, te amo, te amo mucho, mucho, mucho.
Con tu gracia, oh amantísimo Jesús, yo correré detrás de Ti hasta el
fin de la carrera, y esto para siempre, para siempre. Ayúdame, Jesús, porque
quiero hacerlo ardiente, velozmente. La verdadera virtud no tiene límites, sino
que crece siempre, sobre todo la caridad, que es la virtud de las virtudes, el
origen de todas las demás. Oh caridad, virtud excelsa, tú tienes por mira un
objeto infinito y serías infinita si pudieras albergarte en un corazón de
infinita capacidad.
No puedo corresponder al amor infinito de mi Amante, pero mi amor puede
crecer en la perfección, con tal que yo me adhiera al Amor que me ayuda a
amarle cada vez más. Mi amor, pues, puede crecer siempre, haciéndose cada día
más excelente, porque es el Espíritu mismo de Dios el que me eleva sobre mi
misma. Oh Amado mío, qué bueno eres y cuánta generosidad por tu pobre criatura.
Mi amor, por mucho que aumente, no es más que una florecilla del campo comparado
con el tuyo, y, sin embargo, Tú te dignas mirarlo con ojos de predilección y
andas loco de amor detrás de él. Pero ¿qué ocurre… Oh mi Dios y mi Todo, ¿cómo
eres Tú?… Toda palabra del amantísimo Jesús es de una importancia incalculable;
toda indicación del Esposo es una ley para el alma amante, que parece tener
alas en los pies para volar adonde el Esposo vuele. Oh qué bien se está cerca
de Cristo..., y qué júbilo para el alma amante poder cumplir sus deseos a costa
de cualquier sacrificio... Ya no cuentas penas y dolores, porque el amor es fuerte
como la muerte. La bendición del Santo Padre es prenda segura de la bendición
de Dios; cuánto gozo causan al alma las palabras de ese santo anciano. A un
ángel dudaría en creer, temiendo una ilusión, pero al Papa le creo y por eso
producen gran tranquilidad a mi alma sus palabras, con las cuales busco
consolarme y asegurarme. Creo no tener otro deseo, salvo el de servir mejor al
amado Jesús. Ascensiones in corde suo disposuit.