Octubre 1900
Santos
protectores. La Virgen Inmaculada, los Ángeles especiales y las Santas Ánimas
del Purgatorio.
Venite ad me omnes qui laborati estis et ego reficiam
vos.
La paz y la
tranquilidad de los Ejercicios Espirituales es tan dulce y suave, que hace
probar un Paraíso anticipado en la unión íntima con el Corazón Santísimo de
Jesús.
El Evangelio de
Jesucristo y el Evangelio de la Cruz. En ellos nos enseña Él, el modo de alcanzar
nuestra salud espiritual, o sea, la santificación. La santidad en privarse de
todo cuanto atrae a la naturaleza y en aceptar valerosamente lo que la
crucifica. Crucificándonos así, en breve tiempo estaremos perfectamente curados
de todas nuestras enfermedades espirituales. Quien huye de esta máxima no tiene
el espíritu de Jesucristo. Quien, por el contrario, tiene el valor de seguirla
con todo su vigor sanará ciertamente.
Privarnos,
pues, de todo cuanto atrae a nuestra naturaleza, absolutamente y sin reservas.
Por medio de la
Profesión Religiosa hemos puesto en la cruz al hombre viejo, clavándolo con los
clavos de los Santos Votos; pero eso no basta si no deseamos darle
definitivamente la muerte. La santidad la tendremos sólo cuando el hombre viejo
quede destruido, porque entonces sólo seremos libres de vivir una vida
verdaderamente sobrenatural.