El hermoso día de San Miguel de
1902 (Quinta parte)
MI RETIRO ESPIRITUAL EN CODOGNO
¿Qué me puede dar la criatura sin el Creador? Yo quiero sólo a mí
Jesús, y lo quiero todo y únicamente en todas las cosas, porque Él es mi
querido Esposo amantísimo, que ha pensado en mí durante toda la eternidad y me
ha circundado en el tiempo presente de mi breve carrera de tantas premuras, de
inefables finezas, para preservarme de los mil peligros que habrían podido
hacerme naufragar. ¡Oh mi Jesús y mi Dios, cuánta bondad! En mi ignorancia no
siempre he conocido tus sabias disposiciones, pero detesto esta deuda mía cada
día más bajo el rayo de tu luz. Hazme conocer cada vez más, ¡oh Jesús amable!,
la finura de tus amable les disposiciones, porque yo quiero tender al fin para
el que me has creado, con la perfecta indiferencia que pueda, al menos de lejos,
honrar la obediencia de tu Corazón Divino a las disposiciones del Padre. Heme
aquí en tus Manos santísimas; ¡oh Jesús!, haz de mi cuanto quieras. Trátame
como te plazca, pues a mí me basta con dar gusto a tu Corazón Divino y poder
consolarlo de alguna manera por las faltas mías y de todos los pecadores,
carísimos hermanos míos.
¡Oh Jesús!, ¡oh Jesús!, ¡oh Jesús! ¿Cómo eres Tú? Haz que te conozca
cada vez más y que aprenda de una vez de tu amor a amarte como debo y a
sacrificarme con hechos en todas las ocasiones.
¡Oh Jesús amantísimo!, ¡oh Rey pacífico de mi corazón! Vos sois todo
mío, y yo soy toda vuestra; Vos venís a mí, pero ¡oh milagro Divino!, mientras Vos
venís a mí, soy yo quien entro en Vos y toda me circundáis.
¿Qué temeré yo? Ni la vida, ni la muerte, ni ninguna persecución. Poseída
por mi Dios soy bastante rica y estoy bastante segura. Mas yo, que soy polvo y
cenizas, miserable pecadora, no podré creer tanta bondad y honor, pero Misericordias Domini in aeternum cantabo.