Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo, Codogno 2018
Capítulo 14:
Una espiritualidad eclesial para Laicos
Según el espíritu de Santa Francisca Cabrini
Finalmente en el 2005 se convocó en Codogno una Comisión Internacional de laicas y laicos corresponsables de la misión que redactaron una primera síntesis de Espiritualidad Laical Cabriniana. En este documento se lee:
“Como
laicos cabrinianos, arraigados en el Sagrado Corazón de Jesús, nos
comprometemos a responder a la llamada del Evangelio para llevar el amor de
Cristo a cada uno de nosotros y a los más necesitados. Intentamos cumplir
fielmente este encargo mediante las misiones, ministerios y creando relaciones
solidarias con los demás. El fundamento de estos actos de bien es nuestra
relación auténtica y creciente con Dios en la persona de Jesucristo. Cuanta más
presión ejercen las culturas en nuestro tiempo sobre nuestras expectativa,
tanto más debemos esforzarnos para encontrar tiempo de escuchar la Palabra de
Dios y para reflexionar, leyendo las Escrituras y los textos espirituales, y
compartiendo nuestra fe.
Como
Santa Francisca Cabrini también nosotros tenemos que poner las raíces en la
realidad de nuestro tiempo. Nuestra espiritualidad está asociada a cada
acontecimiento, acción y persona de nuestra tierra, caminando con Dios en
nuestra Espiritualidad Cabriniana, con: “en una mano la Biblia y en la otra el
periódico”. Así como nos beneficiamos de muchos aspectos de la modernidad,
también debemos ser diligentes en reconocer, poner nombres y resistir a las
fuerzas que no proceden de Dios y que nos impiden desempeñar nuestro fiel
servicio.
Es
nuestra convicción, como lo era para Madre Cabrini, que el Espíritu de Dios es
una presencia viva y operante en nosotros que se revela en lo cotidiano. Es Espíritu
de Dios nos habla en los momentos felices y en los momentos tristes y nuestro
recorrido requiere una escucha continua para discernir atentamente qué pasos se
requieren de nosotros en cada situación.
Una
actitud de discernimiento continuo nos lleva a tomar decisiones diarias con un
inteligente optimismo cristiano. En nuestro atuendo de peregrinos inspirados,
preparados y valientes, bajo la guía del Espíritu Santo, discernimos la
utilización de nuestros recursos, energía, tiempo, dotes y recursos financieros
para responder a las diversas necesidades que encontramos. Valoramos los
diversos dones que nos distinguen al uno del otro y nos esforzamos por
utilizarlos responsablemente.
Somos constructores de relaciones a todos los niveles, en nuestras familias, comunidades, parroquias y ministerios. Con la ayuda de Dios somos portadores de esperanza, buscamos el bien de los demás en todas las situaciones con optimismo, animando a los demás y conservando un espíritu lleno de entusiasmo que proviene de saber que Dios guía nuestra vida y que nosotros somos sus discípulos, portadores de la Buena Nueva del Evangelio.”[1]
Así el espíritu de Santa Francisca Cabrini, difundido en la historia de las Misioneras del Sagrado Corazón, va haciéndose camino, realizando el ideal misionero que animó a la misma Santa. Sus palabras dirigidas a las alumnas del Magisterio en Roma en 1906, parecen escritas para la Familia Cabriniana de hoy:
“¡Si por lo menos pudiera llegar la voz de la Religión a todos esos pobrecillos y les enseñara a santificar, a ennoblecer tan fatigoso trabajo, a hacerlo fructuoso para la eternidad! De aquí veis la responsabilidad tremenda de quien intenta arrebatar a las clases trabajadoras el don de la fe, quitándole toda esperanza de vida futura, apagando en sus corazones la caridad para con Dios. En cuanto son eliminados estos principios sobrenaturales y los dictámenes de nuestra santa fe, ¿qué queda sino embrutecimiento y el desahogo de las más innobles pasiones? Rezad para que aumente el número de los operarios evangélicos y que éstos sean celosos y de buen espíritu, para que sus esfuerzos sean capaces de detener el materialismo, la incredulidad que, como éter sutilísimo se infiltra por doquier haciendo un daño grande, inmenso, irreparable. Orad para que todos los fieles, dóciles, escuchen la voz del Vicario de Jesucristo, Pío X, el cual, consciente de estos grandes males que intentan hacer derrumbarse a la sociedad desde sus cimientos, se ha propuesto restaurar todas las cosas en Cristo. Fuerte en la fortaleza de Dios, asistido como está por el Espíritu Santo, él no dejará de cumplir en la Iglesia la alta misión para la que Dios le ha elegido; pero, al mismo tiempo, cuántas fatigas debe pasar, cuántas preocupaciones, cuántas penas angustian su corazón, preocupan su mente en el arduo cumplimiento del deber… Que por lo menos se vea confortado por el amor y la obediencia de sus hijos y encuentre en todos esa cooperación que cada uno debe prestarle necesariamente; esta cooperación hará posible que se cumplan los santos designios del Papa y que se detenga este aluvión de males que amenazan con cubrir el mundo.”[2]