Madre Cabrini ve y pisa por primera vez tierra Argentina en la cumbre límite con Chile
“Cuando el buen Jesús quiso, llegamos a la Cumbre que es
la cima más alta que se pueda pasar, en las cercanías del volcán Aconcagua, y
allí se hizo una breve parada, que yo hubiera deseado larga. ¡Qué espectáculo majestuoso! ¡Qué paisaje encantador! ¡Parece ver todo el mundo de una sola
mirada! Allí está el confín entre Chile y la Argentina…
… Deseábamos gozar de la vista del mar, pero ya descendía la niebla, y
venía a quitarnos vista tan encantadora…
… La hotelera nos recibió con materno corazón; en seguida nos hizo sentar
a la mesa, donde ya estaba preparada la comida, que gustamos mucho, y que
sirvió para confortarnos un poco, después del frío soportado. Al final de la
comida, llamaron uno por uno a los pasajeros, o, mejor dicho, al jefe de cada
familia a una mesa, donde había un gran registro, en donde cada uno debía dejar
anotadas sus impresiones… a mi turno, consigné, en ese libro, una de las
impresiones más hermosas y afectuosas de mis viajes; lo que causó no poca
maravilla a todos, y el hotelero dijo que era la primera vez, que una persona
hablaba bien del paso de la Cordillera, especialmente en esa estación en que
hay peligro; y mucho más se admiró, porque quien había escrito no era un hombre…
… A las 7 del día siguiente,
estábamos ya en la estación, y tomamos el pequeño tren Transandino, y costeamos
siempre el río Mendoza, atravesando de nuevo estupendos montes y valles, hasta
llegar por la tarde a Mendoza, la primera y más bella ciudad, que se encuentra
en la Argentina cuando se viene de Chile…” (Entre
una y otra ola, 327-332).
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