Capítulo 6:
“Todo lo puedo en Aquél que me conforta”:
Perderse para encontrarse en Dios
El abandono en la Providencia de Dios
requiere un gradual “dejarse a sí mismo”, o sea, un camino de adecuación a la
voluntad de Dios, como se ve en todos los escritos de Madre Cabrini. En este
“perderse”, enseña Madre Cabrini que está el secreto de reencontrarse como
criaturas nuevas, sostenidas por otra visión de la vida, la evangélica en la
cual el mismo Dios toma las riendas de nuestra historia introduciéndonos en un
contexto del Reino más amplio:
“Las
almas amigas de Dios que más se distinguen en la práctica de las virtudes
religiosas, son las mejores admiradoras de la filial confianza en aquel que
todo puede. La desconfianza en la ayuda de Dios no procede de la humildad.
Amad, amad mucho a Jesús, hijas, tened gran humildad, firme fe e ilimitada
confianza, y así podremos contar con vosotras, cuantas seáis en número, otras tantas
verdaderas hijas del Instituto os verán como verdaderas Misioneras del Sagrado
Corazón de Jesús, lo glorificaréis ahora y siempre por todos los siglos”.[1]
El desapego, el abandono a la voluntad de
Dios, la escucha humilde de su voz, son actitudes que preparan para vivir una
profunda experiencia de Dios de un modo que puede asustarnos, pero la confianza
en el Corazón de Jesús suple este miedo porque hace cargar sobre Jesús la cruz
de la propia incapacidad. En efecto, Madre Cabrini quisiera ayudar las Misioneras
a entender esto con su misma experiencia:
“Mira
Jesús, mira cómo me barquichuela debe luchar contra las inmensas olas de las
dificultades, de los peligros; vigila Jesús sobre ella y haz que nunca se
sumerja. Yo siento una gran confianza en Ti y una profunda tranquilidad
desciende a mi corazón y me da seguridad en el abandono a tu Divino Corazón”.[2]
[1] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 99-100
[2] Cfr. Pensamientos y propósitos, pág. 119
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