Capítulo 5:
El "celo devorador":
Todo a la Mayor Gloria del Corazón SS. de Jesús
La
evangelización no es sólo el anuncio del amor de Dios, es la participación viva
en este amor que impregna todas las acciones de la vida; aun cuando el anuncio
explícito no pueda realizarse por tantos obstáculos que se pueden encontrar, el
amor se propaga a través del testimonio, los gestos, la amistad, el servicio,
la oración y, ciertamente, el sacrificio:
“Sí,
mis queridas hijas, que Dios sea el principio, el medio, el fin de nuestras
acciones diarias y, entonces, mientras damos, como verdaderas Misioneras del
Divino Corazón, grande y continua gloria a Dios, conseguiremos en cada momento
tesoros de gracia. Cuando trabajamos, o enseñamos, o comemos, o dormimos, o
navegamos, que todo se haga en el nombre de Jesús y por su Divino Corazón.
Recordadlo siempre, y enseñadlo a todos los que debáis instruir: la pureza de
intención en las acciones constituye la vida y el valor de las mismas y es el
modo de abrir una mina inagotable de incalculables bienes que encontraremos un
día escritos en el libro de la vida.”[1]
El
“dulce aroma de la virtud” es un
medio de evangelización que de por sí bastaría para atraer el Corazón de Cristo
a la gente alejada:
“Difundid,
pues, hijas, el dulce aroma de la virtud y con su perfume embalsamad las ciudades
cercanas, para salvar a todos como verdaderas Misioneras y, mientras tanto,
atraeréis al Instituto una buena cantidad de jóvenes que, hechas hermanas vuestras,
estarán dispuestas para estas misiones donde hay madura mucha mies y no hay
obreros. Que al menos las segadoras del Evangelio, las Esposas de Cristo,
Misioneras de su Divino Corazón, puedan acudir aquí a salvar tantas almas
dotadas de gran fe, pero privadas de doctrina.
Sí,
hijas, sólo vuestro buen ejemplo, vuestra vida de abnegación y de virtud podrá
atraer a un gran número.”[2]
De
hecho, la mayor gloria de Dios se realiza en personas que dedican toda su vida
a su amor misericordioso, cuando éste entra en los criterios del Reino:
“En
mis acciones, palabras y sufrimientos, buscaré siempre la mayor gloria de Dios.
La misma perfección a la que por obligación debo incesantemente aspirar,
procuraré con toda prontitud que esté siempre animada por el único y nobilísimo
fin de la gloria de Dios.”[3]
Sigue
diciendo en sus Propósitos:
“Yo
soy ceniza y polvo, yo soy tierra y sólo tierra, bendecida por mi Dios, en Él,
con Él y por Él, puedo ser el campo místico de su gloria.”[4]
[1] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 373-374
[2] Cfr. Epistolario, Vol 2°, Lett. n. 474
[3] Cfr. Pensamientos y Propósitos, pág. 197
En todo lo que hago sirvo al Señor , Bendigo al Sagrado Corazón por inspirarme cada día , gracias hermanas en Cristo Jesús !
ResponderEliminar