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La Hna. Regina Casey partió de
Nicaragua muy contrariada. Ofreció a las hermanas distintos destinos y relevó a
la Hermana Regional de su rol, arguyendo que la había visto muy cansada. A
Matilde le ofreció la posibilidad de ir a Estados Unidos, cosa que rechazó de
plano. Ella misma pidió pasar un tiempo en San Rafaele, Italia.
Muchas hermanas no comprendían cómo, después de todo lo vivido en Nicaragua, el destino elegido era San Rafaele, casa de reposo para ancianas y de religiosas en no muy buenas condiciones. Matilde sabía que ahí, a pesar de lo que dijeran, encontraría lo que buscaba, curaría las heridas y tomaría decisiones definitivas.
"Un año y medio pasé en San
Rafaele. Me hizo muy bien el contacto con las hermanas mayores y con la
naturaleza. También estuve en contacto con comunidades de base. Me encontré con
unas voluntarias italianas que habían estado en Matiguás y que me invitaron a
participar de las reuniones. Fui un tiempo, trabajé con ellos y viví con las
hermanas. Una vez por semana había reunión en la sede, a cargo del padre Elio.
Un día me preguntó por qué no me quedaba definitivamente con ellos".
"Esta dichosa
noche,
aunque oscurece al
espíritu,
no hace sino para
darle luz
de todas las
cosas".
Noche Oscura 2N 9,1, San Juan de la Cruz.
"Fue una tentación grandísima:
quedarme en la congregación o irme y formar algo nuevo con los de las
comunidades de base. Creo que era el año 1987. En un momento tengo que viajar
de Milán a Torino y ahí me encuentro casualmente con el padre el padre Mauro,
el franciscano que había sido nuestro confesor y de mucha ayuda para nosotras
en Matiguás. Repito que fue absolutamente providencial porque podía hablar con
él de lo que me estaba atormentando por tentarme de ese modo. El sacerdote
estaba en el tren, sentado ahí, solo. Me senté con él y le conté de mi
tentación. Él me respondió: bueno... puede ser del Espíritu; tal vez te esté
pidiendo una cosa distinta. Y mi reacción fue instantánea: me enojé
espiritualmente con él. ¿Cómo podía decirme que yo saliera de la Congregación?
Yo lo quería mucho al padre Mauro. Todos los sábados venía a casa a celebrar
Misa, nos confesábamos con él. Se quedaba a desayunar con nosotras y siempre
hacíamos una reflexión juntos sobre lo que estábamos haciendo, trabajando, cómo
estábamos actuando frente a situaciones tan graves como las que pasaban en
Matiguás. No pude resistir que él me hablara así y ahí fue que dije: NO, yo no
dejo la Congregación, me quedo; me quedo. Y así fue, gracias a Dios".
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