jueves, 27 de febrero de 2020

"Ardientemente, velozmente" (3ra Parte)


Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo
Codogno 2018





Capítulo 4:
"Ardientemente, velozmente":
El ritmo del amor





Madre Cabrini deseaba sobre todo que no se perdiera el tiempo en inútiles consideraciones sobre los propios errores, le preocupaba que el precioso tiempo de Dios se perdiera en consideraciones narcisistas:

“Vamos, hijas, equivocarse, podemos equivocarnos todas, pero pongámonos ahora con todo empeño a correr por el camino de la perfecta observancia para complacer a nuestro Jesús y a su Divino Corazón.”[1]

No es que Madre Cabrini subestimase las demoras en el camino de la santidad y, aunque exhortaba a “no perder tiempo para hacerse santas enseguida porque el tiempo pasa y la eternidad viene[2], deseaba que:

“La paz de Dios siempre está con las Religiosas humildes, despegadas de todo y más de sí mismas, con aquellas que, a semejanza de Jesús, buscan correr como gigantes en el camino de su perfección, sin estar mirando si están en sembrados de espinas o de rosas, que para nosotras tiene que ser todo uno, basta que los lirios siempre nos acompañen.”[3]

Sin duda sentía la dificultad de tener una gran misión que llevar a cabo con un pequeño ejército de religiosas jóvenes, a veces desconcertadas por la crisis del crecimiento. Insiste:

“Sed palomas, hijas mías, pero buscad volar hasta donde llega el águila, la cual no se para ni en los cerros ni en los montes más bajos, sino que llega a las cordilleras, y allá, en la roca viva, se pone al refugio de las turbulencias y de las intemperies. Siempre unidas a Jesús, qué bien se está y cómo se trabaja sin cansancio, con todo el impulso propio de aquellos que gozan la verdadera libertad de los hijos de Dios por haberse dominado a sí mismos enteramente.”[4]

Porque:

“Nosotras, como Misioneras, tenemos que correr por todo el mundo para iluminarlo con la santa religión, pero no podemos si todavía no tenemos las alas de la sólida virtud.”[5]

También es por esto por lo que no se debe:

“perder tiempo con paradas, o inútiles consideraciones sobre sí mismo…”[6]

También la virtud de la obediencia requiere rapidez en la ejecución de la voluntad de Dios:

“la rapidez en la obediencia indica el ardor de vuestro amor, porque el pie y la mano corren veloces cuando el espíritu es ferviente.”[7]



[1] Cfr. Epistolario, Vol. 2°, Lett. n. 604
[2] Cfr. Epistolario, Vol. 4°, Lett. n. 1373
[3] Cfr. Epistolario, Vol. 3°, Lett. n. 1025
[4] Cfr. Epistolario, Vol. 3°, Lett. n. 848
[5] Cfr. Epistolario, Vol. 1°, Lett. n. 61
[6] Cfr. Epistolario, Vol. 2°, Lett. n. 742
[7] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 118

El capítulo completo lo encuentran en la carpeta "Material" o haciendo clic aquí.




miércoles, 19 de febrero de 2020

"Ardientemente, velozmente" (2da Parte)




Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo
Codogno 2018





Capítulo 4:
"Ardientemente, velozmente":
El ritmo del amor




Una preocupación de Madre Cabrini era que sus hijas perdiesen el tiempo en “frivolidades” que restan fuerza al impulso misionero:

“Nuestras lámparas estén encendidas… Nos queda poco tiempo, hijas, trabajemos deprisa que la recompensa está lista, y es tal cual la preparamos: Jesús está con nosotras, todo lo podemos; por nosotras solas caeríamos, pero con Dios todo lo podremos. Ánimo, hijas mías, no sea que alguna de vosotras desfallezca en la mitad del camino, perdiéndose en la oscuridad de un poco de orgullo o de ese hijo de la soberbia que es el abatimiento.”[1]

Las “frivolidades” son los pensamientos inútiles y las tentaciones que nos vienen por las cosas que dicen de nosotras y que nos pueden molestar:

“No debes pensar en estas cosas, que para una Misionera son frivolidades y todo tiempo perdido. Trabajemos más bien con ánimo generoso noche y día, contentas de morir un día en la brecha santa.”[2]

Para obtener esta libertad interior es necesario rogar al Espíritu Santo:

“Pensad en los Apóstoles en el Cenáculo y haced lo mismo estando unidas siempre con Dios e invocando al Espíritu Santo para que descienda en vosotras con sus siete dones y borre todos los defectos y las pasiones contrarias. Invocadlo tres veces al día con el Veni Creator o cualquier oración. Si descendiera verdaderamente en vuestras almas, podríais consideraros verdaderamente afortunadas, porque entonces seréis verdaderamente humildes, generosas, despegadas de todo lo sensible y más de vosotras mismas, seréis verdaderas Esposas fervientes de Cristo.”[3]

Las “tristezas inútiles” restan muchas energías, perturban el corazón, frenan el camino hacia Dios. La evangelización exige el compromiso de toda la persona:

“que devora con su rapidez el camino de la santidad y del verdadero fervor.”[4]

… de su alma en continua comunicación con Dios, de su mente que “sabe encontrar siempre nuevos medios para la gloria de Dios[5], de su corazón que está totalmente “vuelto hacia Él”:

“¿Y por qué hija pierdes el tiempo en vanas tristezas, ahora que es tiempo precioso para pensar en la salvación de las almas de nuestros queridos pecadores? Destierra enseguida toda melancolía, no pienses más en ti misma, no te pares en tantas reflexiones que más que inútiles son perjudiciales, mira siempre adelante sin volver atrás la mirada y mira en qué cima de perfección te espera tu amado Esposo Jesús. Él te quiere despojada de todo, absorta únicamente en procurar su mayor gloria en los breves días de tu existencia. ¿Por cuatro días que nos quedan para qué perderse en melancolías como los que no piensan más que en sí mismos y como si todo hubiese de acabar en esta vida? ¡Ah, no, por caridad, no nos perdamos en esto! Ni siquiera deseemos que sea breve nuestro peregrinar en este valle, porque aún no conocemos el valor infinito de cada minuto empleado para gloria de Dios... Lleva pues tu cruz, pero alegremente, hija mía, y piensa que Jesús te ama inmensamente y tú para corresponder no te pierdas en tantos deseos, sino acepta cada día lo que se te presenta con toda serenidad.”[6]

Incluso las energías del cuerpo deben ser una herramienta valiosa y un canal de transmisión al servicio de Dios:

“Vamos, ánimo; corred, no os retraigáis, porque seríais tachadas de vírgenes negligentes, más bien necias, descuidando todas las buenas oportunidades que el Instituto os ofrece para cooperar en la salvación de las almas, y por consiguiente, de acopiar méritos que en el cielo os harán disfrutar de un inmenso y desmesurado peso de gloria.”[7]

Recomienda calurosamente a la maestra de novicias:

“Tenga cuidado de que en ninguna se den contratiempos, alegres o tristes, porque éstos no son dignos de una religiosa, sino sólo de lo mundano, de quien no ha eliminado de sí misma los obstáculos de la unión con Dios, esto es: 1° la culpa que remuerde; 2° los sentidos que no quieren mortificarse; 3° la necesidad de la estima ajena; 4° una multitud de imaginaciones que inquietan y afligen. El alma de la religiosa que se ha sentido llamada por Dios con su Sulamita debe dejar el feo carro de cuatro ruedas para seguir fiel al fidelísimo Jesús y, si hace esto, sentirá tal paz y alegría, probará tal impulso en su alma, que le hará exclamar: basta, Dios mío, basta, que es demasiada la alegría y la vehemencia que siento.”[8]

A otra religiosa que se dejaba implicar en pequeñas “tonterías” le advierte:

“No, por caridad, hija mía, no perdamos tiempo que bastante hemos perdido ya frívolamente, pero el poco tiempo que nos queda, hagámoslo precioso con la práctica de verdaderas y sólidas virtudes recias que verdaderamente nos dominen…”[9]

En la misma carta dice: “el tiempo pasa veloz y la eternidad se acerca”:

“Ánimo, pues, mis hijas amadas, corred con prisa por el camino del mismo Dios trazado en vuestra santa observancia, no os detengáis más en el camino, porque el tiempo es breve cuando es precioso, y no está en vuestro poder el día de mañana.”[10]



[1] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 103
[2] Cfr. Epistolario, Vol. 2°, Lett. n. 557
[3] Cfr. Epistolario, Vol. 1°, Lett. n. 189
[4] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 88
[5] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 277
[6] Cfr. Epistolario, Vol. 1°, Lett. n. 104
[7] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 159
[8] Cfr. Epistolario, Vol. 2°, Lett. n. 43
[9] Cfr. Epistolario, Vol. 1°, Lett. n. 627
[10] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 189

El capítulo completo lo encuentran en la carpeta "Material" o haciendo clic aquí.



viernes, 14 de febrero de 2020

"Ardientemente, velozmente" (1ra Parte)




Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo
Codogno 2018





Capítulo 4:
"Ardientemente, velozmente":
El ritmo del amor




“Correré por la senda
de tus mandamientos
cuando me ensanches el corazón”.
(Sal 118,32)


Escuchar la voz de Dios que habla al corazón de cada persona que se deja formar y transformar por su gracia, por Los criterios del Evangelio y la misión de Jesucristo, implica un compromiso inmediato con el proyecto que Dios tiene: la salvación del mundo. De nada serviría el amor, la dedicación y la búsqueda de su voluntad, si todo esto no se convirtiera en servicio a Dios, en respuesta inmediata, gozosa y ferviente, con el deseo de hacer posible el anuncio del Reino que, en primer lugar, tiene que convertir el corazón para hacerlo apto al anuncio evangélico. Y esto, Madre Cabrini lo quiere hacer “ardientemente, velozmente”.
En el salmo 118, 32, leemos: “Correré por la senda de tus mandamientos, cuando ensanches mi corazón”. Ninguna frase mejor que esta se adapta a la experiencia misionera de Santa Francisca Cabrini.
El “correr”, verbo de acción, es muy apropiado al ritmo que ella tiene, al punto de hacerle decir:

“Con tu gracia, amado Jesús, yo correré detrás de Ti hasta el fin de la carrera, y esto para siempre. Ayúdame Jesús, porque yo quiero hacerlo ardientemente, velozmente.”[1]

Esta carrera es la vida de la misionera movida por la pasión del Reino de Dios, de la caridad que urge (cfr. 2Cor 5,14), de la necesidad de llevar la luz y la paz a la oscuridad de los conflictos del mundo.

“Lo que podemos hacer hoy no lo dejemos para mañana. Para mañana Dios le ha preparado otras gracias al alma fiel.”[2]

Pero es también la urgencia de acoger la voluntad de Dios en la propia vida y de ejecutarla en seguida, con fervor:

“Haz Jesús que yo corra veloz tras tus huellas sometida y seducida por tu amor. Las grandezas y las riquezas de los inmensos mares desaparecen ante el profundo y admirable misterio de tu amor.”[3]

Es la conciencia urgente del “tiempo que pasa”:

“La vida es breve, unos días y nos hallaremos en el umbral dela eternidad; ¿cómo quisiéramos entonces haber pasado los años de nuestra vida religiosa?”[4]
 “… sed buenas, haceos santas a costa de cualquier sacrificio, pero pronto, que el tiempo de vida es breve y en menos que se piensa se va.”[5]

Por esto el tiempo, como el talento del Evangelio (Mt 25,15), debe ser empleado sin demora “porque es una preciosa moneda[6]. La misión de Madre Cabrini se articula en esta triple dimensión: el Reino de Dios, el deseo de ejecutar su voluntad y la importancia de utilizar bien el tiempo que Dios nos concede.

“Dulce Jesús… ilumina mi mente, da luz a mi inteligencia; tu gracia me socorra, a fin de que yo recorra alegremente los senderos de tus amables órdenes…”[7]

y añade hablando del alma religiosa que:

“para esta bella alma consagrada a Dios, cualquier indicación de Jesús tiene una importancia incalculable; ella no sólo ejecuta cuanto continuamente le manda, sino que busca prever con júbilo sus deseos; tiene como alas en los pies para volar donde la voluntad celestial la requiere…”[8]

Decía en su segundo viaje a Nueva York:

“Si el Corazón de Jesús me diera los medios para construir un barco, fundaría entonces sobre el mar la nave “Cristóforo” (portadora de Cristo) y recorrería todos los mares con una comunidad, grande o pequeña, para ir llevando el nombre de Jesucristo a todos los pueblos que todavía no le conocen o le han olvidado.”[9]

El deseo de llegar a todos los pueblos le induce a soñar con poder construir un navío. Y respaldada por la bendición del Santo Padre pudo decir:

“yo corro confiada por todas partes, el temor nunca sorprende mi espíritu, por difícil que encuentre el camino y por muchos obstáculos que se me pongan delante.”[10]

Este es “el amor en efervescencia” que obra en ella y que debe obrar en cada Misionera para gloria de Dios:

“Trabajad con ardor, y el ferviente amor os hará actuar con fortaleza y esplendor… Y así es precisamente como la Religiosa, sostenida y llevada por su Amado, hace a cada hora obras grandes con una rapidez y facilidad admirables.”[11]

La gracia que llena el alma de su fuerza, provoca primero el deseo de cumplir las órdenes divinas y después el impulso de comunicar a otros la experiencia vivida:

“Un ardiente deseo me lleva a volar con gran entusiasmo a la perfección de vuestra ley…”[12]

por eso pide la gracia de poder hacerlo:

“Dilata, Jesús amado, las fibras de mi ser, y haz que yo me pueda lanzar mejor hacia Ti, haz que pueda trabajar mucho por Ti y que pueda conducir a muchas almas a tu Divino Corazón.”[13]

E insiste:

“Deseo conocer todos mis defectos y corregirlos, deseo vestirme de las bellas virtudes religiosas, deseo recorrer tus admirables caminos. Tú, Jesús amado, eres como un gigante que corre por el camino y yo quiero seguirte.”[14]

Pero:

“El monte de la perfección está alto, pero se llega con buena voluntad y valentía; ¡qué bella es la cima de aquel monte! Deprisa, deprisa para llegar.”[15]



[1] Cfr. Pensamientos y propósitos, pág. 183
[2] Cfr. Pensamientos y propósitos, pág. 107
[3] Cfr. Pensamientos y propósitos, pág. 196
[4] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 101
[5] Cfr. Epistolario, Vol. 1°, Lett. n. 85
[6] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 69
[7] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 163
[8] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 163
[9] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 25
[10] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 366
[11] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 410-411
[12] Cfr. Pensamientos y propósitos, pág. 129
[13] Cfr. Pensamientos y propósitos, pág. 130
[14] Cfr. Pensamientos y propósitos, pág. 124
[15] Cfr. Epistolario, Vol. 2°, Lett. n. 425