martes, 23 de julio de 2019

Misión en Uganda: Testimonio de la Hna. Albertina


Las palabras y las imágenes corresponden a un mensaje que la Hna. Albertina le envió hace unos días a la Hna. Stella Maris.

El video está en portugués, pero se entiende muy bien.


jueves, 18 de julio de 2019

"Levantar un templo en el propio corazón" (3ra Parte)








Hna. María Barbagallo, Levantaos y alzad el vuelo
Codogno 2018



Capítulo 1:
“Levantar un templo en el propio corazón”
El camino de la interioridad





La oración y el silencio ayudan a componer nuestra fragmentariedad:

“Recogeos a menudo en el templo místico de vuestro corazón, para rectificar vuestras intenciones y donar vuestros afectos a Jesús”[1].

Y esto ayuda a realizar la unidad interior Según dice Lanza del Vasto[2]:

Recobra el control de ti mismo, hombre.
Cierra los ojos,
Deja las herramientas, los deseos y las preocupaciones,
saborea el silencio, reconstruye la unidad.
Entonces tal vez hallarás a Dios en el fondo de ti mismo.

S. F. Cabrini explica que:

“Será oída la oración cuando en ella se aúnen el hombre exterior y el hombre interior, el cuerpo y el alma, concordando con auténtica mortificación del cuerpo al alma, y ambas luego se pondrán de acuerdo con un tercero que se llama espíritu, de modo que para orar se reúnan y se unan juntamente el cuerpo con sus sentimientos, el alma con la imaginación: memoria, entendimiento y voluntad y entonces Cristo en medio de ellos, unidos en su nombre, ayudándoles a orar con eficacia. Pero quien esté desunido, esto es, el cuerpo puesto en oración, el alma desordenada y el espíritu vagabundo, pendiente de mil ansiosos pensamientos inútiles y vanos, nunca podrá decir que ha rezado verdaderamente”[3].

La unidad a la cual se llega con ayuda de la gracia, es un ejercicio de fe que coincide con el significado del silencio profundo, de la oración sencilla, de la compostura en la posición, de la devoción, sabiendo que Dios está dentro de nosotras, por eso debemos tener nuestro espíritu:

“Siempre dispuesto a la oración en todo tiempo y lugar, trabajando, caminando, comiendo, hablando, sufriendo, gozando, orando, habitualmente y siempre”[4].

Como dice San Pablo: “... orad incesantemente” (Ef 6,18).

El camino de la unificación de sí mismo es un camino de purificación por el desorden y la fragmentación al que nos acostumbramos sin darnos cuenta. Esta profundidad es necesaria porque la oración:

“... hecha con fe recupera lo perdido, redime el tiempo pasado, compone todas las cosas”[5].

Y hace posible alcanzar la unidad dentro de nosotros mismos. Necesita el “recogimiento de las potencias del alma”, allí Dios obra según sus designios. El conocimiento al cual se debe aspirar para el camino hacia la interioridad sea auténtico, es propio de personas transparentes que Madre Cabrini llama “sencillas”, leales, sin rodeos ni pretensiones, ni ambiciones desmesuradas:

“Esta excelencia del alma es la que la hace capaz de ciencia y sabiduría, de virtud y de gracia, de felicidad y de gloria… esta alma puede sumergirse en Dios y en Él lo encuentra todo”[6].




[1] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 105, n. 28
[2] Giuseppe Giovanni Lanza del Vasto (1901-1981) fue un filósofo, poeta y escritor italiano
[3] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 200-201
[4] Ibídem, pág. 277
[5] Ibídem, pág. 175
[6] Ibídem, pág. 61

El capítulo completo lo encuentran en la carpeta "Material" o haciendo clic aquí.




jueves, 11 de julio de 2019

"Levantar un templo en el propio corazón" (2da Parte)





Hna. María Barbagallo, Levantaos y alzad el vuelo
Codogno 2018



Capítulo 1:
“Levantar un templo en el propio corazón”
El camino de la interioridad




El camino de la interioridad necesita otros soportes, entre ellos: el silencio y la oración:

“... la oración y el silencio interior son de extrema necesidad al alma, la cual, ocupada en lo externo con mis preocupaciones, busca hablar, ver oír y darse a demasiadas cosas, aunque sean buenas; es necesario tomarse ese descanso místico que sirva para restaurar la debilidad que las ocupaciones le hayan causado y adquirir nuevas fuerzas para obrar de modo espiritual... en el silencio y en el reposo se asimila bien la Palabra y la inspiración divina, y esto sirve para hacernos robustas, fuertes y valientes y avanzar así a grandes pasos por el camino de la verdadera virtud[1].

Y es propiamente en el silencio donde:

“...el alma aprende y conoce que no necesita salir de sí misma para encontrar a su amado Jesús, mientras lo tiene en ella como en su propio trono y tabernáculo. El alma entonces bebe a grandes sorbos en el misterioso silencio de la herida del Corazón Santísimo de Jesús”[2].

“... es allí donde se aprende esa oración interna y de corazón tan sublime y rica en méritos, porque nos eleva en cada instante y en cada operación”[3].

Otras veces Madre Cabrini en sus recomendaciones oficiales hace un compendio de la necesidad del silencio como virtud interior que crea el espacio de la morada divina, de la presencia de Dios en nosotros, unificando toda nuestra capacidad para alimentar el “espíritu de Jesucristo”:

“¡Si el pequeño Instituto de las Misioneras pudiera llegar a ser aquel núcleo justo que pudiera suspender los azotes de Dios y desarmar la cólera de la justicia divina! Yo lo espero y confío en vuestra generosidad, hijas queridísimas, confío en vuestro empeño de poneros en este nuevo año a vivir una vida santa, perfectamente regular y observante. Rezad, pues, con corazón humillado y arrepentido, rezad con confianza y perseverancia. Vivid una vida de fe, de confianza en Dios y sed generosas, valientes y fuertes. Para mantener en vosotras el espíritu de oración, es absolutamente necesario el recogimiento y el silencio. Yo os recomiendo este dorado silencio, quiero que sea observado siempre escrupulosamente por todas y cada una. ¿Cuántos disgustos no vinieron este año por la poca o ninguna observancia de esta regla tan importante?
Sí entrando en vosotras mismas, sentís pesar de tener faltas y pecado que os hicieran derramar no pocas lágrimas, deberéis confesar que todo fue a causa de las faltas del silencio. ¿No es así? ¿Qué fuente de gracias, de ayudas, de luces, de inspiraciones, de santas alegrías del alma, no son para el alma recogida la observancia exactísima del silencio? El alma silenciosa es modesta, recogida, atenta a sus deberes, vigilante de sí misma en los movimientos de su corazón, en sus propias inclinaciones, no falta a la caridad, es prudente, sensata, goza de paz, la deja gozar a las demás y perfuma con su bella y edificante virtud a las Hermanas que con mucho gusto gozan de su compañía. En tanto Dios le habla al corazón y, en el silencio, le desvela los secretos íntimos de su dulce caridad, de su amor por las personas.
Sed por tanto muy silenciosas, os recomiendo encarecidamente el silencio. Lo quiero absolutamente porque Jesús lo quiere. Sed humildes, muy humildes, desconfiad mucho de vosotras mismas, ocultaos en vuestra nada, no dejéis nunca lugar a las pequeñas competiciones del amor propio, del supuesto honor ofendido; ceded siempre y mostrados muy felices si no os tratan, si os parece que estáis olvidadas. Vivid felices en vuestro ocultamiento: Dios os ve, os guarda, os bendice. Cuidad que no entre en vosotras el espíritu del mundo, el espíritu de Lucifer; vivid siempre una vida de fe, una vida sobrenatural, muerta totalmente al mundo; vivid en Cristo, vivid de la misma vida de Jesucristo. Sed también sencillas y como niñas abandonadas en los brazos de vuestras Superioras, no les escondáis nada, recurrid a ellas en cada dificultad, en cada duda. Que vuestra conducta y vuestras obras sean como cristal transparente que refleja siempre la pureza y la blancura de vuestras almas. El alma pura y sencilla ve a Dios, comprende sus divinos misterios y entra a formar parte de los secretos íntimos de su Corazón adorable”[4].



[1] Pensamientos y Propósitos, pág. 161-162
[2] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 373
[3] Ibídem, pág. 372-373
[4] Cfr. Epistolario, Vol. 3°, Lett. n. 1192

El capítulo completo lo encuentran en la carpeta "Material" o haciendo clic aquí.




jueves, 4 de julio de 2019

"Levantar un templo en el propio corazón" (1ra Parte)





Hna. María Barbagallo, Levantaos y alzad el vuelo
Codogno 2018



Capítulo 1:
“Levantar un templo en el propio corazón”
El camino de la interioridad




"El que me ama guardará mi palabra,
y mi Padre lo amará, y vendremos a él
y haremos morada en él" (Jn 14,23)

El camino de la interioridad

El primer mensaje que nos llega de una santa famosa por su extraordinaria actividad, por los continuos viajes, por las terribles dificultades que tuvo que afrontar en cada momento, por las fatigas, los esfuerzos y contratiempos, por las incomprensiones que le surgieron de todas partes, por la debilidad de su salud, es un mensaje de alegría que brota de la certeza simple pero misteriosa de tener a Dios en su corazón. Un Dios al que poder dirigirse continuamente, un Dios que camina, viaja, trabaja, espera y escucha con ella y con el cual puede andar " confiada en las olas pero siempre encerrada en el Corazón de Jesús"[1]. Aquel Jesús:

"que tanto ha hecho para mostrarnos su amor, especialmente dándonos su Corazón para asilo, apoyo, ayuda, fortaleza, en resumen, para todo lo bello, bueno y útil que nunca podremos imaginar"[2].

Pero es necesario pedirle a Él que nos prepare el espíritu y lo haga "digno de formar para Él ese místico santuario donde pueda habitar siempre sin quejas"[3]. Y preparándole:

"un templo dentro de nosotras, bien adornado y después invitarle con los gemidos y suspiros de los santos patriarcas"[4].

Pero sobre todo es un Dios que ilumina y cuya presencia, aún en la oscuridad de la fe, es fuente de esperanza, de caridad, de fecunda actividad e incluso de descanso amoroso.
Esta certeza nace de algunas condiciones fundamentales a través de las cuales la luz divina se manifiesta y:

Jesús, este sol divino, no se encuentra fuera del alma fiel, sino dentro de ella y reside en ella como en un trono de amor[5].

Y conduce nuestra vida llenándola de significado.

Para tener esta experiencia es necesario enfrentarse a los grandes enemigos del pecado, de su superficialidad, de la banalidad y entrar gradualmente, acompañados de la gracia divina, en el camino de la interioridad. Dice Francisca Cabrini:

Procuraré buscar a Dios dentro de mí misma, sin cansarme en buscarlo ansiosamente fuera de mí; intentaré tener mi mente limpia de cualquier imperfección, procurando que en mí no haya nunca nada que ofenda la infinita pureza de su vista y que me impida verlo y conocerlo mejor[6].

Madre Cabrini señala una condición esencial: la humildad, porque ésta abre todos los caminos:

Si somos humildes, Él, todo bondad, nos estimará, nos consolará, acogerá nuestras oraciones y nos justificará[7].

La humildad no es otra cosa que la progresiva entrada en nosotras mismas a través de la puerta de la verdad que nos hace libres (Cfr. Jn 8,32):

La humildad nos pone en nuestro verdadero estado: en efecto, ¿qué somos nosotros delante de Dios?[8].

Entrar “en el santuario íntimo de nosotras mismas[9] es un camino de conversión que nos acerca a los grandes designios de Dios y nos dispone a participar en su proyecto. El santuario místico del alma[10], es también la “celda común” en la cual

“... todo es paz, alegría, dulzura santa y donde se recibe el impulso de la gracia que nos da fuerza, hasta el punto de no sentir más ni peso, ni aburrimiento, ni fatiga en ninguna cosa[11].

En efecto, es

“... feliz el alma que sabe vivir escondida en el Santuario de la Divinidad…”[12]

Y es el despertar del corazón el que nos hace tomar conciencia de nuestro pecado, de nuestros límites, de nuestra ambigüedad y de las mil falsedades por las que somos tiranizadas, dejando espacio a la luz de la gracia:

No ocurra nunca que alguna de vosotras incomode al Corazón Divino con la poca observancia y poca fidelidad a las promesas que habéis hecho cuando, iluminadas por la gracia, os sentisteis movidas a vincular estrechamente vuestro corazón al suyo, separándolo perfectamente de vosotras mismas, de las creaturas y de todo lo que hay de humano y terreno. Si tenéis luz, hijas mías, no cerréis los ojos sino, sed fieles, muy fieles a la gracia…”[13]

La humildad está unida a otra condición que es la sencillez por medio de la cual el alma se abre a Dios:

"... el alma sencilla penetrara en los misterios de Dios en la contemplación".

Acogiendo toda inspiración:

La humildad y la sencillez unidas al recogimiento, disponen el alma a recibir la luz de la inteligencia para entender la sublimidad de la doctrina de Jesucristo[14].





[1] Cfr. Epistolario, Vol. 1°, Lett. n. 385
[2]Ibídem, Lett. n. 112
[3]Ibídem, Lett. n. 391
[4]Ibídem, Vol. 2°, Lett. n. 792
[5]Cfr. Entre una y otra ola, pág. 284
[6] Cfr. Pensamientos y Propósitos, (Edición privada en español), pág. 156
[7] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 73
[8] Cfr. Pensamientos y Propósitos, pág. 69
[9] Cfr. Epistolario, Vol. 1°, Lett. n. 238
[10]Ibídem, Lett. n. 422
[11]Ibídem, Lett. n. 137
[12] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 29
[13] Cfr. Epistolario. Vol. 1° Lett. n. 372
[14] Cfr. Pensamientos y Propósitos, pág. 109