lunes, 31 de octubre de 2016

"Pensamientos y Propósitos" de Santa Francisca Javier Cabrini - 21


PENSAMIENTOS (Continuación)

17.       Mientras un alma se estaba desahogando en santos afectos hacia Jesús, él le mostró su amabilísimo Corazón diciendo: “Amada mía, tu corazón es mío, lo quiero para mí perpetuamente y te lo quito del pecho para que de ahora en adelante tú no obres más que con el mío”.
Y aquella alma sintió que se lo quitaban del pecho con gran fuerza y más tarde, durante más de un año, tuvo en aquella parte convulsiones insólitas sobre las que los médicos no sabían qué decir. Desde aquel momento sentíase aquella alma como languidecer de amor por su amado, especialmente cada vez que estaba delante de la imagen del Sagrado Corazón, que parecía hablarle siempre y mirarla tiernamente.
18.       Estaba un alma muy inquieta pensando en sus infidelidades, y en la amargura de su dolor suplicaba a María Santísima, postrada de hinojos, que le obtuviera la gracia de ser purificada totalmente por el Corazón Santísimo de Jesús y la hiciera digna de acercarse a él, cuando se sintió tocada por mano invisible y llevada como a viva fuerza junto al Corazón Santísimo de Jesús, del cual sintió que descendía una gracia grande sobre ella, embriagándola de paz y de gracia. Desde aquel día estuvo animada de una viva e ilimitada confianza en Jesús y María, y en la contrición que trataba siempre de ejercitar no tuvo ya inquietud ni turbaciones.
19.       Una sierva de Dios solía decir que el Sagrado Corazón era su director especial, y María Santísima su maestra; pero advertida por un santo Padre de que esto parecía gran soberbia, no lo dijo más e intentaba persuadirse íntimamente de las palabras del Padre mirando su indignidad y gran miseria.
Después de unos seis meses, mientras estaba en gran recogimiento pensando en el modo de recibir la indulgencia de Asís, se le apareció el Sagrado Corazón en vestido blanquísimo, muy dulce de aspecto, y le dijo: “¿Por qué no me llamas ya ‘tu director’, nombre que tanto me agrada?”
–Oh Jesús mío –respondió aquella alma–, bien sabéis lo mala que yo soy, llena de miserias e indigna de estar siquiera delante de vuestro sagrario.
–Pues bien –añadió Jesús–, mis riquezas son tuyas; siempre te ayudaré, acompañándote a todas partes con mi gracia y mis tesoros; confía en mí, ama mucho a mi Corazón y hazlo amar a tus discípulas.
Aquel mismo día vio a María Santísima en hábito resplandeciente, manto celestial, bellísima corona en la cabeza y las manos tendidas, que le dijo: “Yo soy tu Madre de las Gracias y deseo que me llames siempre tu maestra. Ven a mí con gran confianza en tus necesidades y en las de tus súbditas. Yo te enseñaré el modo de conocer y servir bien al Corazón Santísimo de Jesús”.
Estas gracias dieron ocasión a esta alma para humillarse grandemente, reconociendo mediante aquella luz celeste la propia miseria, pero se sintió también muy animada, enfervorizada y como aliviada de todas las penas que algunas personas le ocasionaban en aquellos días.
20       Estaba enferma una sierva de Dios, sin poder dedicarse a sus grandes obras, y se sirvió del lecho de dolor como de santo retiro para estar únicamente unida a Dios.
En uno de estos momentos de recogimiento, y mientras a esta alma le parecía estar entre la vigilia y el sueño, vio a Jesús que se le aproximaba y con semblante dulcísimo le decía:
–Ahora voy a mostrarte un atisbo de mi bondad. Ven conmigo.
Y haciéndola apoyarse en su hombro, la condujo por encima de una nubecilla hasta las puertas del cielo y le hizo contemplar y comprender profundamente el escudo que aparecía sobre las mismas.
Estaba formado por una bellísima azucena y por una palmera admirablemente entrelazadas con doble arco en medio. Sobre la palmera se agitaba, ligeramente marcado, un flagelo, y encima del escudo estaba un ángel con una espada, destinado a rechazar a quien osara buscar la entrada por aquella puerta si no estaba marcado por aquel escudo.
La inteligencia clara que tuvo al mirarlo fue que aquello era el escudo con el que debía distinguirse toda religiosa del Instituto al que pertenecía esta alma: la azucena era la gran pureza y blancura que deben tener las almas dedicadas a las Misiones; la palmera, el sacrificio absoluto que las debe hacer verdaderas víctimas del Sagrado Corazón conforme a su Instituto, siendo algunas privilegiadas con el martirio. El flagelo ligeramente esbozado indicaba la penitencia, dando a entender que penitencia más bella y valiosa que debe practicar la religiosa es la observancia perfecta de todas las Santas Reglas y la perfección de los Santos Votos.
El arco de forma maravillosa era todo de oro macizo, y reflejaba en sí los más bellos colores por las grandes perlas de que estaba adornado.
Las puertas estaban formadas por una gran luz compacta, impenetrable para quien no posee las dotes de los cuerpos gloriosos.
Por encima del arco se veía como el principio de una gran bóveda, también de luz, que reflejaba otra luz maravillosa que venía del centro de aquel lugar bienaventurado, pero que no pudo ser observada por aquella alma. Después le dijo Jesús:

–Todo esto lo comunicarás a las religiosas del Instituto para que recuerden sus importantes obligaciones y alcancen la bienaventuranza, y te servirás de estos pensamientos en tu Misión para mover los corazones de tantas personas y animarlas a la observancia perfecta de los mandamientos, tan descuidados y olvidados.

lunes, 24 de octubre de 2016

"Pensamientos y Propósitos" de Santa Francisca Javier Cabrini - 20


PENSAMIENTOS (Continuación)

10.       Tuvo esta alma en el curso del año sentimientos vivísimos de la presencia de Dios, de su propia nada y de la grandeza de Dios, sintiéndose a veces como disolver en el amor por su Jesús.
11.       Ofreció esta alma con voto a María Santísima, durante todo el mes de octubre, comuniones, misas, oraciones, sacrificios y buenas obras por las necesidades presentes de la Santa Iglesia y de su Instituto, cuando al comienzo de la novena a los difuntos le vinieron muchas almas del purgatorio pidiéndole con instancia sufragios. Quedó perpleja aquella alma, no sabiendo qué hacer por haber donado todo a María Santísima; pero aquellas almas, en forma de ángeles en pena, la solicitaban con más vivas instancias. Entonces se volvió a María Santísima, suplicándole que mirase por las queridas almas del purgatorio, haciendo que las comuniones, misas, rosarios y sacrificio, mientras valían para su gloria por el voto hecho, valiesen al mismo tiempo para sufragio de aquellas almas.
En el mismo instante aquellos espíritus se mostraron muy reconocidos a esa alma y desaparecieron dejándole con una paz dulcísima y con sosiego inalterable. Oh, qué reconocidas son las almas del purgatorio. Ofrezcamos sufragios por ellas.
12.       Estaba un alma muy atribulada por personas que querían poner impedimento a una obra por ella emprendida para la gloria de Dios, y la contradicción llegó hasta el punto de sufrir amenazas y alarmas. En medio de tanta pena la consoló varias veces el buen Dios; una vez le mostró una gran luz de forma triangular, son su ojo sereno y alentador en el centro. De aquella suavísima luz salió de improviso una voz que dijo: “Soy yo, no temas; en todo miraré por ti y te defenderé”. Después de lo cual todo desapareció, dejando muy reconfortada en sus penas a aquella alma.
13.       Otra vez se le aparecieron los doce apóstoles, que la consolaron uno tras otro en sus penas y la animaron a lograr la perfección. Esta visión le quedó tan grabada que aun después de mucho tiempo aseguraba que si veía a los apóstoles sabría distinguirlos con su propio nombre por los rasgos de la fisonomía.
14.       Otra vez se vio como transportada por su ángel custodio a un extenso campo de luz, desde donde divisó las puertas del cielo formadas por otras tantas luces espléndidas, y supo que para acercarse a ellas necesitaba volar sobre algunas nubes a una belleza extraordinaria sin pisar la tierra, que no se veía desde allí; y con tal visión quedó muy iluminada la mente de esta persona y comprendió que para llegar a aquellas puertas de la bienaventuranza, debía despegarse perfectamente de todo, purificar cada vez más los afectos del corazón y padecer voluntariamente, identificándose en todo con la santísima voluntad de Dios. Hubiera querido luego explicar cuanto había visto, pero hubo de decir con Pablo: “Vi cosas que el ojo humano jamás vio; entendí cosas que la mente humana no puede concebir” (1 Cor 2,9). Sólo decía que estaba dispuesta a cualquier sacrificio por amor a su amado Jesús.
15.       Se le apareció muchas veces el Niño Jesús con semblante atrayente e inspirándole verdadera pureza celestial, animándola a sufrir las grandes penalidades que la torturaban, alentándola a la práctica de algunas virtudes particulares o mostrándose satisfecho de algún sacrificio realizado; y siempre aquella alma recibía nuevo impulso, nueva fuerza y valor para confiar en medio de las difíciles pruebas que atravesaba en la realización de la obra que traía entre manos.
16.       Las almas del purgatorio pidieron a una superiora una obra en su sufragio, pero esta alma dudaba de si la inspiración venía de Dios. Entonces fue transportada todas las noches, durante más de un mes, aun camino largo y estrecho que bordeaba un gran río donde había numerosísimos grupos de almas purgantes que oraban por sus devotos y pedían con frecuencia a aquella alma la institución de una obra en sufragio suyo. Ella temía andar por aquel camino difícil, pero el temor cesaba cuantas veces prometía a las pobres almas la realización de la obra, porque ellas la colmaban entonces de bendiciones que imploraban de Dios.

Finalmente, con el permiso de los superiores instituyó la obra de sufragio y gozó en delante de la ayuda generosa de las almas purgantes y obtuvo diversas gracias espirituales y consuelos celestiales. Al cabo de dieciséis años del establecimiento de la obra, aquella alma hubo de realizar una fundación en países remotos y con gran sorpresa se encontró con que debía hacer el mismo camino que las almas purgantes le hicieron andar todas las noches, y esto le sirvió de gran consuelo, obteniendo nuevas bendiciones, además de las que le habían acompañado hasta entonces.

lunes, 17 de octubre de 2016

"Pensamientos y Propósitos" de Santa Francisca Javier Cabrini - 19


“Guarda, hijo mío, el mandato de tu padre
y no desprecies la lección de tu madre.
Tenlos atados siempre a tu corazón,
enlázalos a tu cuello;
en tus pasos ellos serán tu guía;
cuando te acuestes, velarán por ti;
conversarán contigo al despertar” (Prov 6,20-22).

Bajo el cuidado de: María Regina Canale, M.S.C. e Imelda Cipolla, M.S.C.
Centro Cabriniano – Roma

PRESENTACIÓN
Las páginas que siguen nos permiten entrever algo de aquellas noches de luz de las que fue testigo providencial en Codogno una humilde hermana, una de las primeras compañeras de la Madre Cabrini.
El cuadernito de estos “pensamientos”, como los denominó la propia Madre Cabrini, compuesto de hojitas cosidas simplemente, formó parte de los numerosos manuscritos inéditos de nuestra fundadora.
Ahora, en el cuadragésimo aniversario de la beatificación de la Madre, sale a la luz con la esperanza de que el mensaje que dimana de estos escritos nos ayude a conocer mejor a la Madre Cabrini y nos revele la luz que guió su caminar hacia Dios y la fuerza que la sostuvo en tantas pruebas.
Para las referencias bíblicas se ha hecho uso d la Biblia de Jerusalén; nueva edición totalmente revisada y aumentada. Desclée de Brouwer, Bilbao, 1980.
Es una primera aproximación, que no pretende ser completa ni considera haber agotado todas las posibilidades de profundización.

PENSAMIENTOS
Hallados en un libro misterioso que me hicieron impresión

1.       María Santísima en hábito de color rosa brillante, con manto azul celeste también brillante, en gesto de dulcísima complacencia, tendía los brazos para estrechar en su regazo a su hija confidente. Esa alma afortunada asegura no haber visto imagen, por hermosa que sea, comparable a los amables y bellos rasgos de la Virgen Santísima en aquella aparición.
2.       Un alma atribulada no sabía si aceptar o no una obra de mucha gloria para Dios por temor a exponer a sus súbditas a excesivos peligros, cuando en el colmo de la amargura, mientras suplicaba fervorosamente a Nuestro Señor expuesto en el altar que le hiciera ver con claridad, vio la santa hostia transformarse en una gran luz y posarse sobre un globo que representaba el mundo. El globo se aproximó girando a los ojos de aquella persona, y el Señor, a la vez que despertaba en ella vivos e íntimos sentimientos, le mostró la inmensidad de los lugares a donde debía llevar su obra para gloria de Su Majestad.
Pero no pudo de momento comprender cuál era el nombre de aquellos países lejanos porque estaban escritos con caracteres y lenguas extranjeras que ella no conocía; quedó, sin embargo, más animada a llevar a cabo cuanto entonces se le ofrecía.
3.       Titubeando, no obstante, en su interior al verse incapaz de todo y privada del verdadero espíritu que se requiere para el apostolado, se le presentó de nuevo la Virgen Santísima con el Niño Jesús en brazos que tenía en una mano el globo terráqueo, con el cual jugaba como si fuera una pelota, y dijo a su hija: “¿De qué temes, viendo que todo está en mis manos y que puedo hacer lo que quiero del orbe entero? Si yo te ayudo –continuó–, ¿a quién temerás?” Aquella alma quedó muy consolada y animada para la gran empresa.
4.       Le mostró también el Señor por dos veces la corona que le tenía preparada si llevaba a cabo la obra tan cara a su Corazón piadoso y misericordioso.
5.       Estando una sierva de Dios meditando la vida de María Santísima, le vinieron sublimes y profundas iluminaciones a la mente sobre cómo y en qué obras debían imitar a su Madre, tanto ella como sus súbditas, y se sintió animada no sólo a emprender grandes obras, sino, en particular, una hacia la cual había sentido hasta entonces mucha repugnancia, pareciéndole de mera caridad material.
Una luz viva le hizo comprender el bien espiritual que podía obtener de aquella obra de misericordia. Le inspiró, además, las normas que debía dar a sus súbditas para aquel ejercicio de caridad, a fin de que no sufrieran daño en el espíritu.
6.       Un alma temía emprender un largo viaje de muchos días por mar y dudaba, además, de si el Señor estaría contento de la obra que iba a emprender, cuando vio a Jesús bello y majestuoso en vestido blanquísimo, que poniendo la mano en su Corazón adorable le mostró el monograma de su Santísimo Nombre pintado en él con su Sangre, mientras le decía con voz interior, pero vivamente al alma: “Ve, que con este nombre en el que tanta fe tienes serán bendecidos tu viaje y tu obra”.
Aquella alma quedó muy animada e hizo una fervorosa comunión de acción de gracias, en la que se sintió inspirada a realizar muchos actos de santo amor.
7.       Un alma sintió un día vivo afecto hacia una persona a la que debía muchos favores, y estando en la duda de si aquel sentimiento era o no del agrado de Dios, se le apareció Jesús con rostro muy grave y le dijo: “Yo ordené en ti la caridad y ahora echas a perder mi trabajo; ay de ti si una chispa nada más de los afectos de su corazón la pones en la criatura; entonces yo te abandonaré a tu miseria”.
Aquella alma sintió un fuerte sobresalto, se humilló profundamente, renovó su voto de ofrenda total como víctima del Sagrado Corazón de Jesús, y entonces Jesús, sonriendo, la dejó con gran alegría de su alma.
Al día siguiente hizo la comunión de acción de gracias, experimentando sentimientos inusitados y viviendo a partir de entonces más íntimamente la unión con Dios.
8.       Un alma que yo conozco eligió en Año Nuevo como patronos a San Miguel, San Francisco Javier, Santa Margarita Alacoque, San José y María Santísima, señalando a cada uno los favores especiales que esperaba de ellos en el curso del año. Por la noche, entre la vigilia y el sueño, tuvo una visión en la cual se le apareció Jesús acompañado de estos santos, diciéndole que aprobaba su elección y que los confirmaba como patronos suyos. Los santos se mostraron todos muy gozosos con tal encargo, inspirando gran confianza a su devota, y en el curso del año la ayudaron grandemente en todo.
9.       [1]



[1] En el texto editado pasa del párrafo número 8 directamente al párrafo número 10

lunes, 10 de octubre de 2016

"Pensamientos y Propósitos" de Santa Francisca Javier Cabrini - 18


IMAGEN DE UN ALMA (15ª Parte)

Prefacio a la selección antológica hecha por Giuseppe De Luca de escritos de la Madre Cabrini y
publicada en 1938 con el título “Palabras sueltas”


Quedan pocas huellas de su trabajo sobre sí, de su enfrentamiento, de su ímpetu. “Tendré el rostro siempre jovial[1]. “El camino del cielo es tan estrecho, pedregoso, espinoso, que nadie puede caminar por él sino volando[2]. Justamente así. Como las grandes aves que no saben caminar y abren de par en par las alas, ella ponía uno tras otro sus pasos laboriosos, pero pronto o se abandonaba al vuelo del Amor o el Amor la arrebataba y desparecía en lo alto por los aires, más allá de nuestra débil vista.
Nunca inerte, siempre voluntariosa, siempre confiada, diríamos que su don característico, el talento que la saca a flote y la distingue es la inmediatez. “Solicita demasiado la Pasión de Cristo para poder resistirse[3].
Inmediatez entre la inteligencia y la voluntad. No se paraba a idolatrar lo visto: quería lo que veía bueno. El bien visto y querido lo cumplía. No entremezclaba indagaciones, complacencias, desatenciones, dispersiones.
Y la misma inmediatez entre el éxito y Dios. Ninguna vanagloria, ninguna porción para sí, ningún empobrecimiento mezquino, nada de satisfacciones ineptas.
Esta inmediatez hizo su corta vida amplísima y tan plena como cien vidas. Rápida y no precipitada, logró quemar cuanto hay de desidioso, de lento, de duro, en nuestro organismo; cuanto de aislante, recurrente e indeciso hay en nuestra alma. La “nave Cristóforo”, que ella soñaba, fue ella misma, y su Congregación con ella.
No había más que un solo Dios, y no debía haber más que un solo amor. El resto es vano.
Como sucede con los santos, con toda su practicidad y concreción, la vida hizo a la Beata Cabrini una criatura no de este mundo. Iba y venía tal como se sale de casa en una noche tormentosa para despachar algún asunto, cuando se tiene mucha prisa por volver. Trabajaba, hacía, creaba, pero con sentimiento por la fugacidad del tiempo, por la precariedad del mundo, por la inconsistencia de esta vida que atemoriza y turba. Breve la vida, pequeño el mundo, no sólo no pueden contener a Dios, sino tampoco nuestra alma.
Del veloz y laborioso paso de la Beata por esta tierra nació, además de una sensación de grandeza y celeridad, casi de destello, una sensación de pesadumbre, casi de llanto, para nosotros, que todavía estamos en este crepúsculo matutino de la eternidad que es el tiempo; ¡y somos tan tardos, tan ineptos, casi entumecidos y semivivos!

Roma, 27 de octubre 1938.

Giuseppe de Luca

[1] Ibíd., pág. 143.
[2] Ibíd., pág. 136.
[3] Ibíd., pág. 153.

lunes, 3 de octubre de 2016

"Pensamientos y Propósitos" de Santa Francisca Javier Cabrini - 17


IMAGEN DE UN ALMA (14ª Parte)

Prefacio a la selección antológica hecha por Giuseppe De Luca de escritos de la Madre Cabrini y
publicada en 1938 con el título “Palabras sueltas”

Jesús había fundado el Instituto, Jesús lo gobernaba, Jesús lo difundía. Jesús, Jesús, Jesús, siempre resuena Jesús en sus páginas, como resonaba en su alma enamorada. Se ha echado la cuenta de las veces que San Pablo nombra a Jesús; esta divina obsesión de Jesús es el secreto del poder y de la confianza de Pablo. “Vivo, pero no yo; vive Cristo en mí”. De este temple era la Beata Cabrini: vivía, pero no vivía ella: vivía Jesús en ella.
He aquí el premio del amor que lleva a Jesús: una desmesurada confianza en Él; su presencia en el alma amante; su omnipresencia, que oscurece cualquier otra presencia, hasta la del alma.
La Beata Cabrini no se sintió a sí misma más que como pecadora. Sus pecados eran no nuestros grandes pecados, que a ella le habrían parecido inconmensurables traiciones y delitos, sino su infidelidad, sus fallos, la insuficiencia de su amor de Cristo. Se sentía como un grumo de materia y de sombra en la gran luz de Cristo; un pequeño ser ininflamable e irresoluble en el gran fuego; un punto de peso, de resistencia, casi de rebelión. Más se daba, y siempre quedaba algo por dar: le parecía que su amor propio no estaba nunca domado de pleno, siempre allí, agazapado, siempre dispuesto a lanzarse contra el Amor. Y se volvía hacia este amor propio como contra el peor enemigo del Amor cada vez que tornaba a estudiarse en los retiros, en los ejercicios, en las meditaciones.
No ya tristeza ni fastidio de sí, ni siquiera confianza sentía hacia sí. La tristeza y el fastidio de sí son amor propio. No hacía de su humanidad como una persona trágica, de inmensa infelicidad: no actuaba, no se dirigía a sí misma como una actriz que de su culpa representada hace su gloria.
Hoy los escritores más grandes (y más alejados de Dios) son grandes por haber sabido dar a nuestra humanidad un aura de dolorosa actriz, en medio de lo creado, desesperada de su inútil dolor. Casi reprochan a Dios tanta tristeza de los hombres, su pecado, su miseria incurable, su muerte.
Pero estos escritores no conocen a Dios y no lo aman. La Beata Cabrini lo hacía bastante mejor que ellos. No se dolía de ser mísera, no sentía celos de Dios, no quería ser Dios contra Dios. Vivía de la gloria de Él, como una esposa. Y por amor de la gloria de Dios tenía alegría, no despecho, de ser pobre, enferma, inútil, pecadora.
De aquí la indecible ternura de Jesús. Aunque se contuviese, se le escapan expresiones reveladoras: “Vuestro nombre, ¡oh Jesús!, no es un nombre vano, sino un nombre seguro”[1]. En este grito está toda la alegría del amor inmenso, que sabe que no se pierde, sabe darse a Alguien que es “seguro”.
Amaba vivir “en gran recogimiento, en profundo silencio de noche tranquila”[2].
Jesús era su alimento, vivía de Jesús. “Tan suavemente y fuertemente me sacia”[3], decía de Jesús, que la ajustaba y desordenaba. “Jesús, este sol divino”, dice en un punto en el que también habla con una audacia de expresión nueva de “plegaria de intelectuales”[4].
En realidad, nos vemos obligados a renunciar a cualquier indagación o intento de indagación acerca de su vida mística. “Envuelta, consumida por tu santo Amor, Jesús”[5]: este compromiso, esta consumación, permanecen y permanecerán siempre ignorados por nosotros.
* * *

[1] Esta obra, pág. 151.
[2] Ibíd., pág. 149.
[3] Ibíd., pág. 151.
[4] Tra un’onda e l’altra, o. c., pág. 275.
[5]  Esta obra, pág. 152.