jueves, 24 de septiembre de 2020

María Santísima "Madre y Maestra" (8va parte)

  

Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo

Codogno 2018




Capítulo 7:

María Santísima “Madre y Maestra”:
Una escuela de feminidad




María Santísima es aquella en la que siempre se ha realizado, por la gracia que ha madurado en ella, el comportamiento ético y cristiano que Madre Cabrini deseaba para sí misma y para sus Religiosas. Y la ayuda para llegar a esta madurez es necesario pedírselo a María Santísima:

“María es la Esposa predilecta del Espíritu Santo, y ¿qué no puede una esposa fiel y pura en el corazón de su esposo? Encomendaos a nuestra Madre para obtener todos los dones y las gracias que os faltan. Si vuestra alma es como caña azotada por el viento, volveos a María que es la Torre de David de donde penden grandes escudos. Con su ayuda obtendréis el don de la Fortaleza.”[1]

Por otra parte el proyecto de internacionalidad que Madre Cabrini tuvo siempre, le urgía a hacer de sus Misioneras mujeres capaces de amar sin condiciones:

“… haz que siempre continúen bien todas y apenas veas la necesidad, llama a la Hermana o aquella otra para corregirla. Procura tratarlas según sus caracteres. Por ejemplo: a la francesa la ganarás no contradiciéndola y no permitiendo a ninguna mantener sus propias razones frente de ella, así también que nadie le gaste bromas por su forma de hablar ni por otras cosas, verás que entonces se hará también buena. Hay que darse cuenta de que ciertamente los franceses son de carácter diferente al nuestro… Pronto aceptaré una alemana muy hábil… Ella también tendrá carácter diferente, es necesario que aprendamos a conciliarlas a todas y hacer que las nuestras sepan adaptarse a las extranjeras, de lo contrario no podremos ir al extranjero para las Misiones.”[2]

En el proyecto cabriniano de la mujer madura está María Santísima como modelo de santidad, fin éste hacia el cual está orientada toda la vida cristiana y en particular la vida de la Misionera que tiene que “ir santa a la misión[3], o sea, siempre “con la lámpara encendida” adhiriéndose con sencillez a las exigencias de su vocación:

“La ciencia de los santos no consiste más que en conocer a Dios y en conocerse a sí mismo; en comprender cuál es la meta de nuestra vida, y cuáles son los medios adecuados para alcanzarla. La práctica de esta ciencia se resume en tres palabras: Amor a Dios y al prójimo, humildad verdadera y cumplimiento de las obligaciones de nuestro estado.”[4]

Pero la santidad es un empeño constante de apertura a Dios que implica no perder nunca la visión del Reino y rectificar continuamente el rumbo para no encallar en aguas estancadas e infecundas.

“Somos Misioneras y la Misionera no tiene que retroceder ante las dificultades y peligros, al contrario, confiada en Jesús y apoyada en María, no siente las dificultades…”[5]



[1] Cfr. Pensamientos y Propósitos, pág. 212

[2] Cfr. Epistolario, Vol 1°, Lett. n. 290

[3] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 131

[4] Cfr. Pensamientos y Propósitos, pág. 214

[5] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 262



jueves, 17 de septiembre de 2020

María Santísima "Madre y Maestra" (7ma parte)

  

Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo
Codogno 2018





Capítulo 7:

María Santísima “Madre y Maestra”:
Una escuela de feminidad




Esta ética basada en las relaciones correctas con los demás y con uno mismo, había sido experimentada por Madre Cabrini en la larga purificación de su carácter y de su voluntad antes de ser Fundadora libre y autónoma; cuando todas las puertas le parecían cerradas y su único ideal era: hacer lo que era más agradable a Dios. Sin embargo había madurado también en la conciencia de las dificultades que comporta vivir en grupo, teniendo que equilibrar la relación interpersonal con sus defectos naturales. A menudo en sus exhortaciones solía decir que “la educación es media santidad”, pero no una educación basada exclusivamente en las formas o en la vida tranquila, sino basada en la virtud de la caridad que implica a su vez humildad, tolerancia, amabilidad, aceptación de la diversidad y capacidad de trascender todo en el único ideal del Reino de Dios que debe construirse antes que nada dentro de sí mismo y entre los hermanos y hermanas más cercanos. La caridad se vive día a día, momento a momento, en la tensión de la relación diaria, aceptando sin sucumbir el estrés del desafío del dominio de sí mismo, alimentada por la pasión por la “paz”, virtud que Madre Cabrini recomienda insistentemente y que se convierte en un verdadero camino de santidad porque el bien común, la verdad, la justicia, además de regular las relaciones entre las personas, las maduran de un modo excelente y las hacen abiertas al heroísmo. Así recomienda a una Religiosa con responsabilidad en formación:

“La virtud, si es verdadera virtud, se conoce en las ocasiones, gracias al Esposo divino que te pone un poco a prueba y no te deja caer si darte un mérito, cuando te muestras humilde, dulce, complaciente y alegre. Procura que los mismos sentimientos los tengan las Hermanas y haz que nunca nadie critique o murmure ni de la Superiora ni de ninguna Hermana, haciéndolo así, la paz vendrá de forma natural. Quien es virtuosa posee la paz y poseyéndola verdaderamente nadie se la hará perder… Más bien sabrá encontrar la forma de dar la paz, aún a quien no la quiere. Yo quisiera de ti que fueras una de estas almas, trabaja para llegar a conseguirlo… Cuando el fuego del amor de Dios está encendido en nuestro corazón, no es difícil tener mucha caridad; procura pues encender este fuego en ti y en las otras…”[1]

Pero el camino de crecimiento cristiano está siempre basado en la humildad, una virtud que Madre Cabrini no se cansará nunca de recomendar:

“La humildad es también el fundamento sólido y duradero de todas las demás virtudes. Como el orgullo es el principio de todos los vicios, así la humildad es la raíz de toda virtud; ella la siembra en nuestras almas, la cultiva y la conserva; ella es la madre, la nodriza, el engarce, el áncora, el apoyo y el vínculo de todas las virtudes.”[2]



[1] Cfr. Epistolario, Vol 4°, Lett. n. 1146

[2] Cfr. Pensamientos y Propósitos, pág. 223



jueves, 10 de septiembre de 2020

María Santísima "Madre y Maestra" (6ta parte)

  

Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo

Codogno 2018




Capítulo 7:

María Santísima “Madre y Maestra”:
Una escuela de feminidad




En la espiritualidad cabriniana lo importante es la confianza en María Santísima como Madre del Consuelo para los pueblos afligidos, para los momentos oscuros de la vida, para la lucha que siempre se debe mantener contra los poderes del mundo:

“Sin embargo, los engaños del espíritu maligno son muchos y por eso hay que desconfiar de sí mismo y estar en guardia ante todo principio de seducción aunque sea remoto. Para mantenerme segura contra cada escollo desconfiaré continuamente de mí misma, de mi fuerza y de mi supuesta virtud, suplicando continuamente la ayuda de mi Jesús y de la Virgen Inmaculada, mi Madre de las Gracias, para que me ayuden, me inspiren, me conforten y me conduzcan siempre por el camino recto.”[1]

Y recomienda:

“No os desaniméis si os veis deficientes, que eso procede del orgullo y de la excesiva confianza en sí misma, corred a María y después cada vez seréis más generosas.”[2]

“María es nuestro refugio, el baluarte seguro en los peligros, la medicina de nuestros males, nuestra ayuda, nuestra luz, nuestra guía. Confiemos, confiemos siempre en esta poderosa Reina que por fortuna para nosotras, es nuestra especial Madre.”[3]

Madre Cabrini aconsejaba también para sus propias instituciones pedir la protección de María y promover continuamente la devoción entre las jóvenes y los niños, por eso todos los centros educativos cabrinianos eran muy fervientes de las congregaciones marianas. Así los jóvenes podían encontrar en María una guía y un modelo desde niños.

La insistencia en la imitación de las virtudes de María Santísima, así como de la virtud en general, era una forma de educación ética que debía formar el comportamiento según el mensaje evangélico. Las virtudes teologales, sobre todo: la fe, la esperanza y la caridad, eran la base de toda la formación cristiana y de la relación con Dios y con el prójimo:

“Pedid siempre a Dios que reavive vuestra fe, fortalezca vuestra esperanza y encienda en vuestro corazón la caridad. Con fe viva no faltaréis de esperanza; animadas de fe viva y de confiada esperanza en Dios, no podréis no amarlo, y vivificadas de estas tres virtudes, avanzaréis fácilmente en el camino de la perfección.”[4]

El sólido sistema de la pedagogía de Madre Cabrini hace referencia a “la casa construida sobre la roca” (cfr. Lc 6,47). Una pedagogía basada en la persuasión, la motivación serena y sin restricciones, y también sobre la base de fuertes virtudes cristianas que tienen en María Santísima el modelo más adecuado.

Por lo tanto, las virtudes cristianas son la base del comportamiento ético de acuerdo a la Carta de San Pablo donde habla de la vida según “el Espíritu” (cfr. Gal 5,16-26), un camino ascético que dispone para ir al encuentro con Dios más auténtico, a “la libertad cristiana” que da la fuerza de hacer “grandes cosas con Dios”, pero siempre sostenida por la confianza en Dios:

“Quien faltase de confianza sería semejante a una casa sin cimientos, a una torre de piedras simples, sin base y sin cemento, las cuales caerían al mínimo empujón u oscilación de la tierra.”[5]



[1] Cfr. Pensamientos y Propósitos, pág. 132

[2] Cfr. Epistolario, Vol 1°, Lett. n. 294

[3] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 443

[4] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 111

[5] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 100



jueves, 3 de septiembre de 2020

María Santísima "Madre y Maestra" (5ta parte)


 


Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo
Codogno 2018




Capítulo 7:

María Santísima “Madre y Maestra”:
Una escuela de feminidad




Al rechazar la lógica del pecado se puede vivir con María esa constante ascesis necesaria para cada cristiano, se puede caminar por el difícil camino de la fe pura confiando en Dios, aceptando serenamente el arduo camino de la conversión, conscientes de la debilidad, sabiendo que María es nuestra compañera de viaje, “nuestra verdadera guía”[1]. La belleza de María, que Madre Cabrini representa de tantos modos (nube de luz, corriente de agua clara, rayo de luz, estrella de la mañana, montaña sagrada, etc.), es también una imagen de la armonía interior, tan necesaria para las personas involucradas en la actividad apostólica:

“¡Qué hermosa y majestuosa se levanta María! Ella es verdaderamente la santa, mística Ciudad de Dios, y sus gloriosos fundamentos surgen sobre las cimas más elevadas de los sublimes montes, “Fundamenta eius in montibus sanctis” (Sus fundamentos están en los montes santos). Pero yo no terminaría nunca de hablar de María, porque por todas partes me parece estar viendo su belleza, su potencia, su majestad. De ella me habla el mar con su inmensa amplitud, las aguas con sus colores azules y transparentes, que, como cristal, reflejan los colores de las piedras más preciosas, más raras, más resplandecientes y, en su mudo lenguaje hablan como un libro abierto de las virtudes de María. Yo sería feliz si pudiera elevar vuestros corazones, vuestras almas hacia María, infundiros una fuerte esperanza, una firme confianza, una tierna devoción hacia esta Madre dulcísima y amantísima. Cuando veáis que la niebla de las pasiones humanas se extiende a vuestro alrededor, recurrid a María, mirad a María, contemplad ese Lucero del Alba que, resplandeciente, disipa las tinieblas. Si os halláis en peligro, si vuestros corazones están tristes, volveos a María; ella es nuestro consuelo, nuestra fortaleza; dirigid a ella vuestras miradas y seréis salvadas.”[2]

Transmitir la experiencia de la armonía interior es parte de la misión que cada mujer puede realizar con sencillez, humildad, fortaleza, caridad, obediencia a sus funciones. Madre Cabrini se excede en consejos para que cada Misionera del Sagrado Corazón esté orientada a esta armonía interior que es el secreto para llevar una vida feliz, aunque no sin dificultades:

“También vosotras alguna vez, hijas queridas, os encontraréis en dificultades y entonces, tal vez no sepáis a qué parte volveros. Ahí tenéis vuestra Estrella, llamad a María Inmaculada, con plegaria humilde, confiada y constante, trataréis de encontrar gracia cerca de su maternal corazón y entonces el perfume de sus preclaras virtudes será para vosotras como suavísimo aroma que os embriagará. En María Inmaculada todo lo encontraréis.”[3]

Y es necesario “aquel verdadero espíritu… que vivamos una auténtica vida de fe y fe viva, que no nos engañemos nunca a nosotras mismas y a la gracia que nos acompaña siempre a todas partes”[4]. Una preocupación cabriniana es el debilitamiento de la fe que puede reducir la vida cristiana a una sucesión estéril de buenas acciones pero sin fervor. Sin embargo, aún en estos casos, Madre Cabrini nos exhorta a no perder la confianza porque “María es el refugio seguro”, es la “Madre de la Misericordia” como ella misma había experimentado en el impacto penoso de su propia miseria:

“Estaba un alma muy inquieta pensando en sus infidelidades, y en la amargura de su dolor, suplicaba a María Santísima que le obtuviera la gracia de ser enteramente purificada por el Corazón Santísimo de Jesús y la hiciera digna de acercarse a Él, cuando se sintió tocada por una mano invisible y llevada con viva fuerza junto al Corazón de Jesús, del cual sintió descender una gracia grande sobre ella, llenándola de paz y de gracia. Desde aquel día estuvo animada de una viva e ilimitada confianza en Jesús y María, y en la contrición que siempre trataba de ejercitar, no tuvo ya inquietudes ni turbaciones.”[5]

Porque:

“La misión de María en el mundo tiene un carácter muy particular; ella viene al mundo como un sol resplandeciente; su luz es inmensa, sus esplendores celestes, su belleza divina. ¡De cuántas gracias aparece llena sobre la tierra nuestra Madre, que en el primer instante de su existencia fue abundantemente colmada por el amantísimo Dios!"[6]


[1] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 351

[2] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 445-446

[3] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 91

[4] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 262

[5] Cfr. Pensamientos y Propósitos, pág. 59

[6] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 444