jueves, 3 de septiembre de 2020

María Santísima "Madre y Maestra" (5ta parte)


 


Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo
Codogno 2018




Capítulo 7:

María Santísima “Madre y Maestra”:
Una escuela de feminidad




Al rechazar la lógica del pecado se puede vivir con María esa constante ascesis necesaria para cada cristiano, se puede caminar por el difícil camino de la fe pura confiando en Dios, aceptando serenamente el arduo camino de la conversión, conscientes de la debilidad, sabiendo que María es nuestra compañera de viaje, “nuestra verdadera guía”[1]. La belleza de María, que Madre Cabrini representa de tantos modos (nube de luz, corriente de agua clara, rayo de luz, estrella de la mañana, montaña sagrada, etc.), es también una imagen de la armonía interior, tan necesaria para las personas involucradas en la actividad apostólica:

“¡Qué hermosa y majestuosa se levanta María! Ella es verdaderamente la santa, mística Ciudad de Dios, y sus gloriosos fundamentos surgen sobre las cimas más elevadas de los sublimes montes, “Fundamenta eius in montibus sanctis” (Sus fundamentos están en los montes santos). Pero yo no terminaría nunca de hablar de María, porque por todas partes me parece estar viendo su belleza, su potencia, su majestad. De ella me habla el mar con su inmensa amplitud, las aguas con sus colores azules y transparentes, que, como cristal, reflejan los colores de las piedras más preciosas, más raras, más resplandecientes y, en su mudo lenguaje hablan como un libro abierto de las virtudes de María. Yo sería feliz si pudiera elevar vuestros corazones, vuestras almas hacia María, infundiros una fuerte esperanza, una firme confianza, una tierna devoción hacia esta Madre dulcísima y amantísima. Cuando veáis que la niebla de las pasiones humanas se extiende a vuestro alrededor, recurrid a María, mirad a María, contemplad ese Lucero del Alba que, resplandeciente, disipa las tinieblas. Si os halláis en peligro, si vuestros corazones están tristes, volveos a María; ella es nuestro consuelo, nuestra fortaleza; dirigid a ella vuestras miradas y seréis salvadas.”[2]

Transmitir la experiencia de la armonía interior es parte de la misión que cada mujer puede realizar con sencillez, humildad, fortaleza, caridad, obediencia a sus funciones. Madre Cabrini se excede en consejos para que cada Misionera del Sagrado Corazón esté orientada a esta armonía interior que es el secreto para llevar una vida feliz, aunque no sin dificultades:

“También vosotras alguna vez, hijas queridas, os encontraréis en dificultades y entonces, tal vez no sepáis a qué parte volveros. Ahí tenéis vuestra Estrella, llamad a María Inmaculada, con plegaria humilde, confiada y constante, trataréis de encontrar gracia cerca de su maternal corazón y entonces el perfume de sus preclaras virtudes será para vosotras como suavísimo aroma que os embriagará. En María Inmaculada todo lo encontraréis.”[3]

Y es necesario “aquel verdadero espíritu… que vivamos una auténtica vida de fe y fe viva, que no nos engañemos nunca a nosotras mismas y a la gracia que nos acompaña siempre a todas partes”[4]. Una preocupación cabriniana es el debilitamiento de la fe que puede reducir la vida cristiana a una sucesión estéril de buenas acciones pero sin fervor. Sin embargo, aún en estos casos, Madre Cabrini nos exhorta a no perder la confianza porque “María es el refugio seguro”, es la “Madre de la Misericordia” como ella misma había experimentado en el impacto penoso de su propia miseria:

“Estaba un alma muy inquieta pensando en sus infidelidades, y en la amargura de su dolor, suplicaba a María Santísima que le obtuviera la gracia de ser enteramente purificada por el Corazón Santísimo de Jesús y la hiciera digna de acercarse a Él, cuando se sintió tocada por una mano invisible y llevada con viva fuerza junto al Corazón de Jesús, del cual sintió descender una gracia grande sobre ella, llenándola de paz y de gracia. Desde aquel día estuvo animada de una viva e ilimitada confianza en Jesús y María, y en la contrición que siempre trataba de ejercitar, no tuvo ya inquietudes ni turbaciones.”[5]

Porque:

“La misión de María en el mundo tiene un carácter muy particular; ella viene al mundo como un sol resplandeciente; su luz es inmensa, sus esplendores celestes, su belleza divina. ¡De cuántas gracias aparece llena sobre la tierra nuestra Madre, que en el primer instante de su existencia fue abundantemente colmada por el amantísimo Dios!"[6]


[1] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 351

[2] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 445-446

[3] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 91

[4] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 262

[5] Cfr. Pensamientos y Propósitos, pág. 59

[6] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 444




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