jueves, 22 de octubre de 2020

María Santísima "Madre y Maestra" (12ma y última parte)


Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo

Codogno 2018

Capítulo 7:

María Santísima “Madre y Maestra”:
Una escuela de feminidad



Por ello, en la espiritualidad cabriniana, la presencia de María, después del Sagrado Corazón, es muy importante. Madre Cabrini, que había fundado el Instituto de las Misioneras del Sagrado Corazón por inspiración de María Santísima y a Ella había atribuido la fundación, le confía el desarrollo, la santidad y el éxito con una bellísima oración compuesta durante su retiro de julio de 1901:

“¡Oh, María, mi dulce Madre! Yo espero grandes cosas de vuestro materno y amoroso Corazón; a Vos me consagro y en Vos plenamente confío, en Vos que me previnisteis con las gracias vuestras, me estimulasteis a ser toda de Jesús desde los primeros albores de mi vida. ¡Qué agradecida estoy!... Yo quiero caminar siempre cubierta por vuestro mando, siempre bajo vuestros ojos, bajo vuestra valiosa protección.

El Instituto también lo confío a Vos, es vuestro, porque Vos lo fundasteis sirviéndoos del mísero instrumento de esta pobre sierva vuestra. Vos, que sois la fundadora, sed también la Madre. ¡Custodiad esta vuestra herencia!

Nosotras somos vuestras hijas, dulce Madre, aconsejadnos, guiadnos por el camino recto, para que cumplamos siempre la bella y celestial misión que hemos recibido en la tierra, esto es, amar de todo corazón, con todas las fuerzas, al amante, nuestro Esposo Divino.

Guiadnos Vos, Madre amada, y haced que todo lo que nosotras hagamos vaya siempre dirigido al amor de Jesús, que el fin único y último sea el amor de Jesús y la gloria de su Divino Corazón.

Haced, Madre mía, que, a vuestra semejanza, amemos tanto a Jesús que nuestros corazones formen un coro armonioso que compone y ejecuta con rapidez las más bellas melodías celestiales, mediante la fidelidad de la observancia y el cumplimiento de todos aquellos sacrificios que Dios se diga exigirnos.

Haced, Madre mía, que en este Instituto, que es vuestro, se pueda en verdad y con las obras repetir por cada Religiosa: “Yo amo a Jesús”, y que, en efecto, se ame a Jesús, haciéndole continuo ofrecimiento del propio corazón, con todos sus afectos, latidos y ternuras; que Jesús sea todo para nosotras en la tierra y en el cielo; Él sólo el objeto de nuestra mente, de nuestra alma, de nuestra esperanza y de nuestra alegría.

Haced, Madre amada, que Jesús nos llene las potencias del alma, los sentidos del cuerpo, las fibras del corazón; nos posea, en suma, interna y externamente.”[1]

 


[1] Cfr. Pensamientos y Propósitos, pág. 198-200



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